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miércoles, 29 de abril de 2015

Miércoles 29,04,15 Varna. Quiero aclarar una cosa. El desastre capilar que llevo sobre mi cabeza, no me ha alterado el sentido del gusto, solo el del decoro. De modo que puedo apreciar y así lo hago, el tipo de peinados que usan las mujeres por estas tierras. Creo urgente que se reconcilien con sus peluqueros. Estos arreglos capilares que usan, no les pueden sentar bien a nadie, tal vez en épocas remotas... no se. Siguiendo con los peinados, una muchacha del hostel, huésped, creo, influenciada sin duda por la estética khaleesi, va monisima ella, de tinte y peinado.

Tras el desayuno en el hostel logro la dirección de una tienda donde tal vez podría encontrar el producto sellador que ando buscando y salgo tras el. Sin éxito. Encuentro, eso si, un cubierto de resina que quiero regalar a Marga y que desde hace como mes y medio, y sin éxito, venia persiguiendo. ¡Bien!

El buen tiempo persiste, a pesar de las previsiones de lluvia que ayer encontré en una consulta por la red. Gracias a ello, paseo indolentemente por la ciudad, disfrutando del sol y unas temperaturas cálidas, mirando escaparates, jardines, edificios y gentes. No salgo de mi asombro cuando me cruzo con un deshollinador, con sus utensilios y tocado con chistera negra. Supongo que la ciudad y su calefacción lo requiere. Creo que fue en Tekirdag, allí en Turquía, donde la principal fuente de calefacción sigue siendo el carbón. Sea carbón o leña, las chimeneas requieren ser limpiadas.

Ayer pasé un buen rato consultando páginas de huertos en balcones y cultivos de tabaco. Ya en un momento de la historia, el hombre dejó de ser nómada gracias o por culpa de la agricultura y no creo que yo valla a ser menos. De modo que ando ilustrandome en el tema de los huertos en terraza y soñando con poder poner en practica lo que aprendo en algún momento.

La tarde la paso con Benjamin, Ben, que ha iniciado por Bulgaria un viaje que le llevará por los Balcanes. Hace música, con un ukelele. Inteligente por su parte viajar con ese instrumento y no con un contrabajo, por poner un ejemplo. Angela lleva en su bici un saxo y la pareja que encontré en Roma por navidades lo hacían con violines. Dejo aquí el enlace de su página.


El hostel se va llenando de muchachas y decido prolongar mi estancia un día más. A ver, me explico, no tiene nada que ver una cosa con otra, es simplemente que salí al supermercado y tras recorrer la escasa distancia que me separa de el, llego al hostel cojeando visiblemente y ya por las fechas comienzo a descartar el llegar a Galati, por lo que desde aquí iré directamente a Bucarest. Para pasar por un sitio es tarde y para ir al otro, tal vez, demasiado pronto. Por lo que demorar mi partida un día más supone dejar que la rodilla vuelva a ser lo que era y no un híbrido de articulación humana y berenjena. Los perretes tienen visita, una de las chicas viaja con el suyo y ya son tres animalillos los que corretean de un lado para otro por la sala de estar. Con el paso de la tarde la cosa se va animando, suena música local, tradicional, y unos chicos del hostel se arrancan con bailes populares, a todo esto la cerveza no ha comenzado aun a hacer acto de presencia. Anoche salia de la cocina por cajas, esto promete.

Finalmente la noche es más tranquila de lo esperado. Slava se marcha ya del hostel, otros salen esta noche por la ciudad y los que nos quedamos lo hacemos disfrutando de un rato de paz en el salón que queda medio vacío y en silencio. Bien.


Martes 28.04.15 Varna. Anoche, tras algún ajuste, logre que el doble techo no rozara siquiera el cuerpo de la tienda. Satisfecho del resultado dormí a pierna suelta. Si bien esta noche ha sido muy seca y ni dentro, por la condensación, ni fuera por la humedad del ambiente, la tienda presentaba esta mañana resto alguno de humedad. Esto cambio al poco tiempo, cuando nada más ponerme a rodar, las zonas bajas de los bosques circundantes quedaron bajo un manto de niebla fresca.

Las nubes amenazaron lluvia, que no pasó de ser alguna gota dispersa sin importancia. Tarde mucho más de lo acostumbrado en cubrir la distancia que me separaba de Varna, con múltiples paradas y subiendo un par de cuestas de mucho desnivel a pie evitando castigar mi rodilla.

Nada más llegar a la ciudad no tardo en dar con el hostel. Tarde, salgo a comer algo. Por primera vez en no se cuanto tiempo me supone un esfuerzo terminar con el inmenso plato de comida que me sirven, ayudado por una cerveza y agradecido que el pan sea sin levadura y con menor volumen. El precio, como viene siendo costumbre, es de risa.

Armado con un plano de la ciudad y dejando la bici a resguardo en el hostel, aliviado por no tener que preocuparme por su seguridad y por castigar mi rodilla caminando en vez de pedaleando, lo que me resulta menos doloroso, cubro los 4 kilómetros que me separan de Decathlon, más los 4 de vuelta, claro, para encontrarme, que el producto que busco para reparar las costuras, esta agotado. Me dicen que viene de camino, que lo tienen en 6 días. Aunque fuera cierto, no puedo ni quiero pasar 6 días de espera. Dispongo de una nueva oportunidad en Bucarest, otra en Belgrado y no se si alguna más antes de que necesite la tienda en perfectas condiciones para actuar como esmerado anfitrión de Marga, que rodará conmigo desde Budapest.

He visitado al menos una buena parte de la ciudad. Primero para ir a comer donde me recomendaron y más tarde hacia la tienda. Mañana, con más calma y más descansado iré callejeando por una ciudad que me resulta cómoda y grata.

Por la noche me siento incapaz de tomar alimento pesado, tras el banquete del medio día. En el mercado de fruta que hay frente al hostel y ante la catedral, compro casi un kilo de fresones y esa será mi cena. Deliciosos. Paso el resto de las horas antes de dormir conversando con algunos otros huéspedes. Son los hosteles sitios de reunión de viajeros que intercambian información de muchos tipos y experiencias interesantes. Aquí he conocido a Slava, un dibujante ucraniano que tras visitar en Odessa a sus padres, viaja ahora en dirección a Estambul para hacer allí el verano vendiendo a los turistas sus retratos. Habla español aprendido en sus 8 años de residencia en Argentina. Otro compañero es brasileño y está recorriendo los Balcanes, va hacia la costa adriática y subirá por ella hasta Venecia, desde allí a Roma y regreso a Brasil. Está Ivan, un fines que me regala una camiseta de ciclismo y se une al grupo de los que hablamos español auxiliado por las oportunas traducciones de Slava. El resto son búlgaros menos un muchacho del Baltico poco comunicativo y ensimismado entre la música de su móvil y los vídeos de su tablet. Hay un par de perros canijos, uno de ellos realmente es diminuto, que van de un lado a otro, se suben en los clientes y mendigan un bocado o un poco de atención. Les daré de lo segundo.


Tras un rato de breve charla con Marga, me retiro a dormir extenuado de tan largo día.
Lunes 27.04.15 Un bosque a mitad de camino entre Burgas y Varna. Ayer domingo apenas si caminé un poco por la población, lo justo para tomar un café por la mañana y otro rato a medio día para comer. La cena la hice en mi habitación con la comida que llevo conmigo.

A la hora que me levanto aún los bares están cerrados, termino tomando café de una máquina que hay junto a un kiosco. Allí me reencuentro con un antiguo conocido que he añorado desde que me separé de el. Hay picadura para liar de George Karelias. Compro un paquete de 20g y como dos amantes que se ven de nuevo tras una involuntaria separación, posaremos el día en la cama. Reposando mi rodilla dolorida y liando algún cigarrillo con mi nueva adquisición para deleitarme con su perfume.

El día no da para mucho más en mi estado y prefiero posponer mi visita a Nassebar para el lunes por la mañana.

Me despierto tarde, muy tarde, anormalmente tarde y alarmado por el modo en que he podido dejar pasar esas preciosas horas de la mañana. El día es espléndido y ruedo de nuevo, como hacia mucho tiempo que no me lo permitía, en manga y pantalón corto. Un placer. Tras la visita aplazada a Nassebar donde recorro la península de su ciudad vieja, comienzo el ascenso a los montes que me separan de Obzor. No es que tras esa población los montes desaparezcan, pero estos se van presentando con menos pendiente y más separados entre si. A mi tardío despertar, le sumo dos retrasos adicionales antes de salir. Desayuno invitado por Mitco, suena así pero no se como se escribe, el dueño del hostal donde he dormido. Y me retraso un poco más visitando un Lidl y haciendo poca compra.

El camino, flanqueado por bosques en ambos lados de la carretera y en ocasiones con alguna vista sobre el mar, es todo un placer, aumentado por el aire cálido que no deja de refrescarme. Es pasada la hora de comer, cuando decido ponerme algo de ropa encima, por la bajada de temperatura y por tener que bajar lo que antes subí.

Voy rodando con calma, la rodilla me sigue dando guerra pero no me impide adelantar algunos kilómetros. El bosque de la mañana da paso a campos sembrados con alguna concentración de árboles que me proporcionan múltiples ofertas para pernoctar. Llegada la hora en que ya no me siento con ánimo para seguir castigando mi rodilla, busco una zona elevada en un pequeño claro del bosque y allí decido montar la tienda. De nuevo la temperatura es cálida y recostado sobre mi catre, fuera del saco, paso un buen rato de descanso gozando de la quietud y belleza del paisaje. Este bosque que hace unos meses podría resultar monótono o amenazante, ahora con los colores primaverales es un espectáculo hermoso.


Me separan unos 45 kilómetros de Varna y pienso parar allí hasta que mi rodilla se recupere. Puedo rodar, mal, en estas condiciones, pero puedo agravar mi dolencia y causarme una innecesaria lesión que me complique mucho más las cosas. Me da rabia tener que usar un hostel para recuperarme, con lo sencillo que me está resultando encontrar bosques que me sirvan de abrigo, pero hay dos factores que me convencen a tomar esa decisión. Mi economía no va mal en este momento, gracias a los precios que me voy encontrando por aquí y el hostel de Varna, pagando en levas me sale por menos de 8 € desayuno incluido, una ganga. Por otro lado en Varna hay un Decathlon donde tengo intención de comprar un tubo de un material sellante para reparar las  costuras termoselladas de mi tienda. Tras poner el producto, el doble techo, ha de estar sin plegar durante muchas horas, cosa que no me permite hacerlo sobre la marcha. El hostel dispone de patio y allí la podré reparar y continuar con mejores garantías de no terminar con la tienda anegada bajo una intensa lluvia.

domingo, 26 de abril de 2015

Sábado 25.04.15 Ravda. Día movido. Y divertido. Por la mañana despierto con la tienda calada, por fuera. Sin problemas, luce el sol y pararé en algún momento a terminar de secar el doble techo, que hoy viaja aparte de la tienda y sobre los demás bultos, para evitar que moje el resto. A pocos kilómetros de donde duermo paso por un grupo de casas, no llega ni a aldea, pero frente a una de ellas, hay un cartel en cirílico que promete café. Los perros de la casa hacen que salga el dueño y en el interior de la casa, aquello no es un bar se mire como se mire, me sirve un café y un cruasan. El salón donde lo tomo, mientras intentamos un amago de conversación, esta “decorado” con trofeos de caza y calendarios de señoras ligeras de ropa. Ambas cosas tienen ya sus años, por el polvo de las cornamentas y las fechas de los años que lucen los calendarios. Es barato y esta caliente. Con el cuerpo ya templado me dispongo a cubrir los muchos kilómetros que hoy me separan de mi destino.

Le pedí a Marga que me mirara un hostel. Por un lado tengo muchas ganas de poder conversar con ella, vía skype, por otro mi rodilla me ha dado la noche. A cada movimiento sobre mi catre esta me despertaba con molestias. De los dos sitios que me envió donde puedo encontrar alojamiento, uno lo está ya pasado y se encuentra literalmente en ningún sitio. El otro promete estar a unos 30 kilómetros pasado Burgas y hacia el me dirijo, si bien tengo intención de visitar la ciudad. En total algo más de 80 kilómetros que no son muchos ni pocos, todo depende de la orografía y de como se comporte mi rodilla hoy.

En Burgas me detengo para comer, visitar su zona histórica y charlar un rato con un veterano ciclista local. Es tremendo el contraste con respecto a Turquía en cuanto a ciclistas se refiere. En Turquía no llegue a ver un solo ciclista deportivo y hoy, sábado y por la zona del bosque, no dejo de cruzarme con grupetas que han salido a subir cuestas y disfrutar de un soleado día.

A la salida de Burgas me detengo a comprar provisiones y me lanzo a por los 30 kilómetros que me separan de mi destino. La carretera el llana, eso es bueno. No tiene arcén y los coches conducen como poseídos, eso es lo malo. Una señal me indica que no se puede circular en bici, cosa rara cuando antes he rodado por autovías para llegar a Burgas sin que indicaran prohibición alguna. En fin. Un camino de tierra junto a la carretera me demora pero me permite ir sumando kilómetros y respetar las normas a la vez. Es un humedal, reserva ornitológica y todas esas cosas. Y hay mosquitos, que se le va a hacer.

Tan pronto llego a Ravda me lanzo a buscar la dirección. No existe. Ni esa calle ni alojamiento con ese nombre. Tras mucho preguntar conozco a los dueños de un restaurante y usando su wifi puedo finalmente consultar donde se encuentra el hotel. Listo, encontrado, el hotel que me indico Marga tiene buen precio y existe, el problema es que se encuentra en Saratov, Rusia, a solo 2.300 kilómetros ó 2.150 si pillo un atajo. Mi cara es un poema y rompemos a reír. La gente que tan amablemente me esta ayudando piensa que mejor un hotel más cerca, y un amigo suyo tiene uno en la misma manzana en que me encuentro y curiosamente a mejor precio. Asunto solucionado. Mi rodilla no da más de si y tomo habitación para dos noches con la idea de que me baje la inflamación.

Cenaré en el restaurante donde me atendieron un plato suculento, caliente y muy muy barato acompañado de medio litro de cerveza que no me termino. Ni que decir tiene que antes de eso he lavado prendas y mi persona en una ducha de agua caliente. En todo el hotel solo hay dos huéspedes, servidor y un británico que vive aquí y con el que no me he llegado a cruzar aún.

Otra cosa interesante es que me encuentro a tan solo cuatro kilómetros de Nessebar que según me informo tiene cantidad de cosas interesantes para ver y que pienso visitar mañana si me encuentro con ánimos de caminar o el lunes cuando emprenda la marcha.



Viernes 24.04.15 En algún lugar del parque natural de Strandzha, Bulgaria. Sabia que me encontraría montes al llegar a la frontera, pero no esperaba algo tan hermoso. El día soleado influye, la primavera, por supuesto. Los robles tienen hojas nuevas y el espectáculo es como para detenerme a cada instante a disfrutar del paisaje. Un río e incontables arroyos discurren bajo mi, a la derecha de la carretera que se va elevando. Llego a la última población de Turquía antes de la frontera, a solo 10 kilómetros. Un pueblo pequeño y sin un palmo de asfalto y me tomo un festín para desayunar, un par de cafés con leche terribles y un par de rosquillas secas y duras, eso sí, por unos 70 céntimos de euro. Me deshago de las monedas locales que aún me quedan en una tienda de comestibles y ya con los deberes terminados me dirijo a la frontera. Esta en alto, como no.

Un puesto fronterizo de escaso transito donde el guarda turco dormita con los pies en alto sobre la mesa. Un vistazo a mi pasaporte sin excesiva atención y tramite terminado. En el control búlgaro aún tardo menos. Y todo lo que subí ayer y hoy, hoy lo tengo de bajada. De nuevo 10 kilómetros hasta la siguiente población que recorro en un suspiro. La coloración y disposición del bosque a este lado no es como en el turco. No logro ver en que se diferencian, pero no son iguales.

Nada más llegar al primer pueblo me dirijo al bar a terminar de cargar la batería del teléfono y tomo un café algo mejor que los que desayuné. Precios igualmente fantásticos para mi magra economía. Con leche por unos 30 céntimos.

Desde aquí y durante todo el resto de la jornada, voy rodando entre el bosque de este parque natural, con escasa presencia de vehículos y solo seguido en ocasiones por un todo terreno del servicio forestal que no me quita ojo de encima. Aquí no esta permitido acampar, según veo en los carteles y los forestales se temen que sea esa mi intención. Pasamos horas jugando al ratón y al gato. Yo soy el ratón, pero hay mucho donde esconderme y finalmente el gato se cansa de seguirme o llegó su hora de dejar el trabajo. Un claro del bosque, sobre un cómodo suelo tapizado de hojas secas y hierva me servirá de colchón. No tengo la carretera lejos, pero si me encuentro al resguardo de miradas indiscretas.


Con la tienda montada y sobre mi catre me quedo dormido a media tarde. Me despierta una sinfonía de ruidos, ya anochecido. Pisadas. Un bramido, o gruñido o que se yo, imposible imaginarme que tipo de animal pueda producirlo. Más pisadas, de animal, claro. Aullidos. Todo tipo de trinar de pájaros que no se detendrán en toda la noche. A esto le acompaña los sonidos que hace meses me sobresaltaban y ya no lo hacen. El viento al mecer las ramas o sobre la tienda. He cenado, estoy cansado y no dispongo de luz. De modo que a dormir toca y mañana será otro día. El parque es muy hermoso y solo me siento amenazado por otras personas del lugar, los animales y los forestales. Poca cosa. He dejado las puertas abiertas con las mosquiteras, pero hay dos zonas, una a cada lado de los costados de la tienda, en donde el doble techo toca el interior. No se como evitarlo y así sucede desde hace tiempo. Mal asunto si la noche es húmeda.
Jueves 23.04.15 A 35 kilómetros de Bulgaristán. Así rezan los carteles. Fiesta de los niños y no se que otra fiesta más, me lo explican pero no termino de entenderla. Lo de los niños, por lo visto, se celebra en otros muchos países, cosa que desconocía.

Tan pronto entro en la ciudad descubro en la terraza de un restaurante una construcción que sin duda fascinaría a cualquier aficionado a la estética steampunk. Una caseta de madera con amplias cristaleras empañadas y de la que sobresalen chimeneas de cobre y latón. Dentro, una cocina de leña donde diversos pucheros bullen y los platos, todo de cobre, son calentados. De esa cocina me sacan un plato donde han mezclado, al antojo del cocinero, un poco de cada uno de los pucheros, creando una sopa espesa o puré caldoso, no se, delicioso, que me sirven con aceitunas moradas, amargas a arrugadas, guindillas, un cubo de pan y una jarra de agua. Por algo así como dos euros me pongo hasta arriba de comida y solo me detengo unos metros más adelante para terminar con un café tan fausto desayuno.

Sigo por esas autovías turcas que no me terminan de gustar, por su trazado, que no busca la horizontalidad en ningún momento y te obligan a un constante subir y bajar cuestas absurdas. Ni un movimiento de tierra por somero que sea. Nada de excavar o rellenar. La carretera sigue el ondulante paisaje en linea recta y sin concesiones. Y así llego a otra población. Con niños festivos y en plena celebración. Una furgoneta reparte buñuelos aparcada en la puerta de un cuartel. El soldado que monta guardia me hace detener y espero. Se acerca a la furgoneta y me viene con un par de buñuelos para mi. Deliciosos.

Mi última comida en esa misma población y salgo con la rodilla dolorida para acortar en lo posible la distancia que me separa de la frontera, con la intención de no comerme las cuestas que intuyo todas mañana y de una sola tacada.

No rodaré mucho. Ante una cuesta que se me antoja fuerte, ante una construcción que me promete abrigo, ante una perra que se me acerca buscando compañía, ante un rebaño de ovejas que me sirven de distracción y ante una pareja de pastores que me regalan conversación, decido detenerme y pasar allí la noche. Compartiré parte de mi leche con la perra, y unas galletas que descubro en el fondo de la alforja y que no adivino a recordar en que momento fueron a parar allí, ¿Grecia?, seguramente. La perra, agradecida, pasará la noche montando guardia a los pies de mi catre. Agradecida o a la espera del desayuno. Que dado lo escaso de mis provisiones no tendré ni para ella ni para mi.


Suelen usar un elemento natural para separar dos territorios. Sea un rió, unos montes o la cima de una montaña. Para mañana, lo que me espera, son montes. Me encuentro sobre una meseta y confío en que no sean muy elevados. Pero cuestas al fin y al cabo. Cuestas sin apenas poblaciones y mi rodilla con molestias.
Miércoles 22.04.15 Lüleburgaz. Más lluvia, intermitente, pero durante toda la jornada. Yo feliz, dentro de mis prendas. Y seco.

Recorro poblaciones con calma, dispongo de tiempo, si bien la nueva cantidad de horas de luz me hace avanzar cada día una mayor cantidad de horas. Me entretengo visitando mercados y hablando con la gente cada vez que dispongo de ocasión.

Paro en una estación de servicio por la tarde. No me mojo el cuerpo, pero la visera poco hace para proteger mis gafas cuando el agua es salpicada por los vehículos y esto me resta mucha visibilidad. En la gasolinera me dispongo a merendar y, por cortesía, le ofrezco de mis provisiones al empleado. Este, literalmente, se las zampa. No importa, he merendado y tengo una población cercana para el desayuno de mañana, ahora lo que quiero es encontrar abrigo para dormir, y este me lo proporciona el mismo empleado que se termino mis reservas. Bajo un tejado de madera, con pilares de mamposteria de piedra que he visto en algunas estaciones de servicio más y que usan los viajeros como zona de picnic me ofrece alojamiento. Montaré bajo ese techo la tienda, para protegerme del viento que sopla frío y con fuerza, si bien dejo las puertas abiertas para compensar la condensación que tantas prendas caladas de seguro han de producir durante la noche.

En esa misma gasolinera tiene, en dos contenedores, montada la oficina, el propietario de una grúa. Cuando llega tras un servicio, me ve y me da conversación. Me quiere invitar a un té, pero no disponemos de luz eléctrica, apagón, y terminamos tomando cocacola templada y sin gas en sendas tazas y compartimos un par de cigarrillos, de esos largos y estrechos que tanto gustan a los hombres de fumar, según vengo observando desde que puse los pies en los Balcanes.

Comienzo a notar una carga muscular por la zona de la rodilla derecha. Si bien no es preocupante, me resta algo en rendimiento y me dará más molestias cuando estoy de reposo o durmiendo, que cuando, caliente, la uso para pedalear.

Ya noto que estoy saliendo de Turquía, no por nada que pueda observar, es simplemente mi sensación y como casi siempre que cambio de país, se produce una mezcla de expectación ante lo nuevo y nostalgia al dejar atrás tierras que igual la vida no me ofrece la oportunidad de volver a pisar.


Y me duermo pronto y cansado. Feliz de volver a rodar.
Martes 21.04.15 Entre Silivri y Çorlu. Tras las vacaciones toca ponerse al tajo. Y como no, tenia que ser con lluvia, si bien por primera vez desde que comencé a viajar, dispongo de gore-tex hasta en los empastes de las muelas y ruedo con una alegría tan solo empañada por el esfuerzo inicial. Tras dos semanas de no subir en la bici me siento bajo de forma y subo a pie en tierra las dos primeras cuestas del día. A lo largo de la jornada me voy notando mejor y puedo rodar con desarrollos más alegres.

Retorno así mismo a mi costumbre de beber en las comidas esta leche levente salada y agria que aquí se estila y que tanto me agrada. No he tenido ocasión de probar las variantes que se hacen, según me informo, con ajo o con menta, por no encontrarlas en mi camino. Dispongo de la receta y las intentaré hacer tan pronto disponga de la ocasión.

Anoche dormí en casa de Barkey a quien vi apenas unos minutos y ya medio dormido. Si pude charlar un rato con un entristecido Cem quien me cuenta de la reciente ruptura con su pareja, La casa, como de costumbre, llena de gente que se ha reunido para ver un partido de fútbol y que dejarán la estancia donde duermo llena del humo de sus cigarrillos. La pistola y los grilletes del primo de Barkey dejada en cualquier sitio, sobre una mesa, lo que no me termina de resultar cómodo.

Por la tarde, despeja el cielo y no tardo en encontrar unas ruinas de lo que parece fué un restaurante de carretera, para pasar la noche. Con temperaturas más templadas, mejor equipo y mi saco de dormir lavado, me las prometo felices y tengo ganas de que se ponga el sol y poder dormir un buen montón de horas, tras dos noches en las que he dormido por debajo de mis gustos.

Llevo en una nota, la lista de las poblaciones por las que he de pasar camino a Bulgaria, a falta de plano. Hoy me ha tocado rodar hasta Silivri, por donde pase hace un par de semanas, si bien desde allí, recorro nuevos lugares. Desde la colina donde pasaré la noche, me despido del mas de Mármara, sobre un hermoso paisaje de onduladas colinas donde se alterna el verde y amarillo, con el azul al fondo. Apenas árboles.

En Roma compré por 3 € un culote, de segunda mano, claro. Me viene algo grande. No, nada de algo, me viene realmente grande, pero agradezco la badana que durante tantos mese no he podido disfrutar. Es bueno y es cálido.



jueves, 9 de abril de 2015

Desde el día 8 al 20 de Abril



                               CERRADO por:







                                                           continuara...
Sábado, domingo, lunes y martes. 04, 05, 06 y 07.04.15 Avcilar y Estambul. La autovía tranquila por la que he circulado estos días se convierte a 20 kilómetros de Avcilar en un autentico infierno. Pasa de dos a tres carriles. Más dos adicionales en cada lado para la incorporación, lo que suponen 10 carriles de apretado y enloquecido tránsito. A 5 kilómetros de Avcilar decido caminar al ver peligrar mi integridad. Camiones que me pasan a escasos centímetros con un bocinazo como única precaución.

Desperté con frío. En algún momento de la noche el cielo se despejó y heló. La mañana es clara y luminosa y el frío no se irá en todo el día.

Estas poblaciones por las que paso son y no son Estambul. Tienen nombres propios y vida propia, pero se suceden sin solución de continuidad formando parte de ciudades dormitorio o más bien como barrios más o menos apartados de esta gran ciudad.

No se si mencione lo de las cuestas. Desde que puse los pies en Turquía no he disfrutado de un llano. Y es que la autovía, lejos de ir buscando valles y sortear colinas, las sube y baja todas. No las bordea, ni una, sube hasta la cima y se deja caer para comenzar de nuevo el ascenso hasta la siguiente. Así kilómetro tras kilómetro. Y las poblaciones las atraviesa a ras de suelo, partiendolas en dos. Ni túneles ni pasos elevados. A saco.

La ausencia de mediana en gran parte de su recorrido hace que los vehículos o personas la crucen por donde se les antoje. He visto coches, cuando el tránsito no era tan denso, en dirección contraria por el arcén o aparcar el tractor en la autovía y listo.

Me esperaba una Turquía menos occidental, lo reconozco y veo los lugares por los que paso mucho menos orientales que por ejemplo Albania. No muchas mujeres al modo tradicional menos en Estambul donde las veo más, si bien muchas no son turcas, si no de otros muchos lugares de Oriente medio. Sus costumbres difieren mucho igualmente de las escasas que se veían, Tirana aparte, por toda Albania. El uso del alfabeto latino, lo reconozco, me ayuda mucho a moverme y entender lo que pone, esto último relativamente.

La primera tarde, en Avcilar, la pasaré recorriendo un parque que hay junto al mar. Viendo a la gente montar unas diminutas barbacoas sobre el césped para cocinar sus alimentos y hacer su picnic en familia o entre amigos.

Al pasar frente a un club deportivo de “lucha en aceite”, coincido en la puerta con un antiguo héroe, me invita a pasar y, mientras comparto un té con el, los ojos se me salen viendo su colección de fotografías, de pasadas competiciones, luchadores y carteles de decenas de años que coleccionan y decoran sus paredes. Están viendo el europeo de voleibol femenino y me comentan de sus equipos. Las horas pasan y no encuentro donde hacer noche. En las ciudades eso siempre me resulta más complicado. Finalmente los taxistas salen en mi ayuda y compartiré noche en una parada, bajo el techo de su oficina. Otro té, me invitan.

El domingo localizo al anfitrión que me buscó Marga y respiro sabiendo que el parking de mi bici ya esta resuelto. Así mismo me invitan a pernoctar las noches que restan hasta que tome el avión a Roma. Barkey es el contacto, si bien comparte casa con un amigo, Cem y con su primo, no recuerdo el nombre, un joven policía de Estambul.

El lunes ya sin bici, y acompañado de Cem, cubrire los kilómetros que me separan de Estambul para visitar la ciudad. Y entre visitas, excursiones, comidas y reposo dejo pasar los días de espera, con la tranquilidad de no estar pendiente de la bicicleta ni de tener que buscar donde dormir. Días de lluvia y frío. El martes no subirá el termómetro de los 6 grados. En la casa no dejan de entrar y salir amigos de ellos, algunos de los cuales, siempre distintos, cenan con ellos o pasan la noche allí.

A mi regreso de Roma deberé de hacer en dirección contraria algún kilómetro y confío que, ya metidos en la primavera, el tiempo transcurra a mi favor haciendo el clima menos ingrato.


domingo, 5 de abril de 2015

Viernes 03.14.15 En un pequeño pueblo de la costa de Mármara. Desconozco las razones por las que en un sitio te sientes a gusto y en otros no. Aquí en Turquia, me siento bien. No he visto gran cosa, no en plan turístico, me refiero. Pero me encanta la animación de sus calles, el ambiente en sus cafés, esos que parecen salas de estar de una casa cualquiera de pueblo. El tiempo no está acompañando, hoy lloverá, como no puede ser menos, y con eso sumo ya 13 días en los que de mañana, tarde y no pocas noches, o todo a la vez, me cae agua del cielo, para mi desesperación.

Esto, aquí, añade el problema adicional del barro, fango, lodo. Muchas calles sin asfaltar y son lodazales, pero los coches se encargan de que el fango llegue a los demás puntos. Mi cara incluida. El barro “mineral”, tierra y agua, en si mismo solo es molesto, no me repugna, pero por el arcén voy aplastando caracoles, babosas, lombrices y no dejo de ver a batracios aplastados, todo lo cual termina formando parte de ese fango que salpica mi cara. Y ahora si que me asquea con solo pensarlo.

Algo pronto para mi gusto veo un lugar que me puede hacer de abrigo y cuando gordos goterones se estampan contra mi persona, retrocedo el kilómetro escaso que me separa y allí me resguardo. Sopla el viento, y es frío.


Por lo demás el día no tiene nada en especial. Solo mi dificultad para encontrar hoy un lugar con wifi y no poder hablar con Marga, que pasaría el día en casa por ser festivo allí. Aquí un Viernes Santo no deja de ser un viernes cualquiera, lo habrán notado en algún punto, como Estambul, con afluencia turista foránea.
Jueves 02.04.15 En una playa cerca de la autovía. La noche no fue buena. Ni un poco. Apenas termine de dormirme cuando noto agua en mi cara. El techo de madera bajo el que me refugio deja pasar el agua, que cae torrencialmente, por todos lados. Por suerte tengo junto a mi, la caseta de los taxistas y en ella me resguardo sentado junto a ellos. Con la lluvia su trabajo se multiplica y no dejan de entrar y salir con llamadas. Me dedico a secar en su estufa mi empapado saco de dormir.

En un momento que la lluvia se calma monto el doble techo sobre la bici y meto debajo mi catre. Segundo intento y segundo fracaso, este más frustrante. Hasta la fecha, el doble techo ha ido trabajando mal que bien. Su capa interior impermeable esta cuarteada y desaparecida en muchos sitios, las costuras termoselladas ya desaparecieron entre finales de verano y el otoño. Se ve que tensada con sus varillas y los vientos, la tela tensada, sigue ofreciendo algo de protección, pero sin el auxilio de estos el doble techo es un colador y entra el agua por todas las costuras.

De nuevo a la caseta y de nuevo a secar el saco y alguna prenda más que usándola de almohada ha sufrido igualmente el agua que se coló.

Cansado, mojado, cabreado, preocupado por el doble techo y aún con todo agradecido de contar con techo y la amabilidad de estos hombres. A la 1 hacen y tomamos un te, a las 3 serán unos cafés y galletas. Desde esa hora el trabajo se interrumpe y quedan de guardia, dando alguna cabezada tumbados en el banco. Yo, sentado, veo películas bélicas y telecomedias turcas. Me divierte como censuran los cigarrillos pixelando la imagen, o las manchas de sangre. Eso durante la madrugada. No quiero pensar en horario infantil lo que pueden llegar a pixelar. Duermo unos 20 minutos, suficientes para lograr una esplendida tortícolis.

A las 7 llegan el resto de taxistas, la guardia la hicieron solo dos, y parto bajo la lluvia a desayunar.

El resto del día lo paso buscando abrigo. Cuando sale el sol quiero extender mis cosas para secarlas y ambas cosas suceden a un tiempo. Una caseta de playa, con techo y paredes a media altura y sol. Con las cosas puestas a secar, catre incluido, me tumbo sobre el y me termino durmiendo. Será solo una cabezada, dos niños me despiertan. Hermanos de 14 y 15 años. Me interrogan sobre mil cosas y a la hora y media de dejarme aparecen de nuevo, esta vez acompañados de su tío.

En un rato que el tío corre descalzo por la arena me cuentan algo de su historia. Tenia ocho hijos y en un accidente, que no me detallan, perdió a siete de ellos. Y la cabeza: Desde entonces no es el mismo de antes, y sin conocerlo de antes, se nota que algo no le funciona del todo bien.


Me dejan poco antes de ponerse el sol y no espero más para meterme en el saco a dormir. Me costará un poco, tanto café, te y cigarrillos con la noche sin pegar ojo me pasan factura y tengo algo de acidez. Pero el sueño me vence.
Miércoles 01.04.15 Zona de la universidad de Tekirdag. Desperté a las 6:30 como vengo haciendo desde el cambio de hora. De muy buen humor ante la idea de ver de nuevo el mar. Cuando veo entrar el sol por las altas ventanas he de contener mi entusiasmo.

Comienzo el día desayunando en una especie de cantina de pueblo. Un café con leche en condiciones y dos bollos por algo menos de un euro. Esto empieza bien. Unos 10 kilómetros más adelante me detengo ante lo que me parecía un café y resulta ser una carnicería, da igual, termino tomando el te con el carnicero.

Ayer comí fast foot en una cafetería por 2 € y me muero de ganas y curiosidad por probar otros tipos de comidas y precios. Veo un restaurante en un polígono industrial donde se mezclan operarios con gente trajeada y creo que puede ser una buena opción. Por poco más de 3 € me sirven una crema de “noseque” que esta caliente y buena, no le añado picante en contra de la costumbre local, un arroz “nideadequelleva” que se deja comer, una pechuga de pollo empanada con tomate y pimiento crudo, postre, agua y el te que me sirven en la terraza donde lo toman los clientes conversando y fumando. Decididamente y tras visitar hoy mi tercer supermercado, me trae cuenta alternar comidas fuera y cenas preparadas por mi. Compro leche, galletas y cosas así para tomar entre horas o antes de acostarme.

En un cruce con la autovía de Estambul con la universidad paso la tarde, tomando el sol arremangado, charlando con los taxistas que me dan mis primeras lecciones de turco y cuyo presidente local me permite usar el tejado y los bancos que tienen junto a su caseta, como dormitorio. Otra noche solucionada.



Martes 31.03.15 A unos 50 km del Mar de Mármara. Me tomo el día con calma, rodando tranquilo por una autovía que desde que entro en el país y hasta que llegue a Estambul es el único camino que debo seguir.

Voy embarrado. Las botas y bajos del pantalón, dan asco, de cuando he de salir del asfalto y el resto del cuerpo, hasta la cabeza, de salpicaduras de barro. Sucede que por esta autovía circulan tractores y dejan la cuneta con grandes terrones de barro que se desprenden de sus ruedas al tocar el asfalto. El resto de vehículos, al pasar, la desmenuzan, el agua de la lluvia lo convierte en fango y es sobre este por el que llevo ya unos cien kilómetros rodados. El resultado son salpicaduras que en ocasiones me alcanzan la boca y gracias a las gafas no se me meten en los ojos. De la bici y las alforjas, mejor ni hablar.

En una gasolinera, veo a un empleado tirando agua a presión a un coche, le pido si me puede apuntar a los piñones y cambio y al menos desde entonces y por un rato logro que rueden más suaves y sin tirones.

No quiero avanzar más y meterme en Estambul antes de tiempo y cuando veo, a primera hora de la tarde, una vaqueria abandonada, me acomodo en ella. Esta limpia y una de las aguas de su tejado presenta buen aspecto. Mucho antes de la hora de dormir tomo mi cena y me acomodo en el catre para leer y a ratos voy escribiendo una carta. Un perro, que seguramente usa este mismo lugar para su reposo, entra y al verme sale corriendo. No me dio tiempo a calmar sus temores y convencerlo que hay sitio para ambos.


Las llamadas a oración de dos mezquitas próximas compiten en belleza. Me relaja escucharlas y creo que me duermo con ese sonido de fondo.
Lunes 30.03.15 Por la zona de Kesan. En Génova, en el consulado, me informó un funcionario que desde el primero de enero, de este año, no seria preciso el pasaporte para entrar en Turquía. Imposible convencer con estos argumentos y sin saber hablar “extranjero” al policía de la frontera turca que insiste en que necesito un visado. Me expreso como puedo, a saber, gesticulo mucho, hablo con vehemencia y me temo que elevo la voz.

Tras pagar el visado en cuestión, que sangra mis maltrechas finanzas un poquito mas de lo que están y me conducen al control de aduanas y allí se ensañan conmigo. He de desmontar todo mi equipaje, sacar todo de cada bolsa, extender sobre la mesa uno a uno mis artículos de aseo y vaciar el contenido de cada cosa que llevo, para ser “examinada”. Dos horas. Ni mis calcetines sucios metidos en una bolsa en espera a ser lavados, que ríete tu del ébola de lo tóxicos que son, detienen al concienzudo agente de aduanas. He de desplegar la tienda de campaña y dar la vuelta al saco de dormir. Eso si, con la tranquilidad de quien no lleva nada que inflija las normas.

Tan pronto llego a Upsala me dirijo a la primera sucursal bancaria para comprar liras turcas. Lo siguiente, comer, y tras esto compro por el precio de un paquete de tabaco de 15 g en Grecia, una bolsa que me pesan con 115 g. Para fumar ya tengo.

3 kilómetros más tarde visitaré, con gran placer, un supermercado donde veo precios razonables para mi y esta bien surtido. Lleno de alegría compro cosas y cargo de peso mis alforjas. Con moderación, por que las cremalleras se rompen. Todas. Siempre. Un roedor gabacho medio me destrozo una de ellas en Villefranche-sur-Mer y llevo meses viajando con un mal apaño de la misma que ayer termino de morir. He logrado otro apaño, peor que el anterior, si bien la puedo usar un tiempo, ese espacio no lo debo cargar en exceso so pena de acelerar su deceso.


Y con estas y otras cosas paso mi primer día por tierras sarracenas.
Domingo 29.03.15 Pasado Alexandroupolis, como a unos 25 kilómetros de la frontera turca.

Con la intención de ir con tiempo adelantado, hoy me he comido una buena cantidad de kilómetros. Los 65 que me separaban Komotini de Alexandroupolis más otros 20 de regalo para irme acercando a la frontera. Parte por si mañana diluvia y parte por otra razón más absurda. Tengo tabaco para hoy y casi para mañana y si me planto en Turquía con tiempo el siguiente lo compraré allí y a mejor precio, espero.

Estos días en Grecia no han sido lo buenos que esperaba. No por que el país me desagrade, ni de lejos, ni por sus gentes, en absoluto. Las razones han sido el clima que he padecido y que poco se presta al turismo ni a la relajación. Otro factor adicional me ha impedido el disfrutar este país como se merece y no es otro que la comida. La he encontrado cara para mi economía, lo mismo para los que se mueven en un estrato ligeramente superior, la encuentran asumible e incluso barata.

Si he disfrutado del café griego, aunque parezca mentira. Pero tomar un café con leche en condiciones es poco menos que imposible y sus expresos son espantosos, encontrar bollería dulce en un café todo un milagro, si no es una marca envasada, cara y mala de cruasán que veo en algunos lugares y ya conocí en Albania.

En Thesaloniki si encontré muchas pastelerías y panaderías con gran variedad de artículos y donde desayune la mayor parte de los días tenias “muffins”. Me resultan espantosos. No el producto en sí, si no el modo en que han tomado una magdalena de las de siempre y le han cambiado el nombre para multiplicar su precio. Tiemblo ante la perspectiva de que algún traductor iluminado use la palabrita de marras y jorobe irremisiblemente una de las meriendas de Proust. Y si no, al tiempo.

Mi última noche griega la paso en una cafetería cerrada de una estación de servicio sin servicio. Su propietario, amablemente, me indica el mejor sitio para dormir, me deja una garrafa de agua para mi aseo matinal y me ofrece un refresco, que tomo con el, su mujer y unos amigos con los que pasa la tarde dominical en su local. Uno de ellos, ya jubilado, fue marinero en España y me habla con cariño del tiempo en que vivió allí.

Los dos perros el dueño se encargaran de darme una noche espantosa, ladrando constantemente a todo y dejándome dormir, intermitentemente, muy poco tiempo.




Sábado 28.03.15 Komotini. Los perros en Grecia me parece que se comportan de un modo distinto a otros lugares que conozco. Aparte de los que en fincas o naves trabajan alejando visitas no deseadas, pocos he visto con dueño, así, paseando y todo eso. La mayor parte de los que me cruzo son grandes animales, siempre en grupo, y que ladran y persiguen, intimidan, a coches, motos y como no, ciclistas.

Ese hábito malsano tiene sus consecuencias y no pocos cojean como resulta de encontronazos desiguales. En más de una ocasión me veo cerca de terminar en el suelo por su causa y en una de ellas me tuve que detener a discutir con uno de ellos sobre el propietario legitimo de mi sandalia hasta lograr que la soltara. La sandalia penden de las alforjas traseras, en sus costados.

Duermen de un modo que se me antoja distinto, me explico, su postura para dormir. No lo hacen enroscados ni sobre su panza. Duermen sobre uno de sus costados con las patas estiradas. Todos. En ocasiones me parecen muertos. Entonces me ladran y ya veo que no. Igual lo hacen así en todos lados y no me había fijado bien antes.

Hoy he rodado cuando el agua me lo ha permitido y detenido cuando era aconsejable. De cualquier modo he cubierto una distancia aceptable y tenido la fortuna de encontrar abrigos cuando los he precisado a lo largo de toda la jornada. Poco me he mojado. No queriendo tentar a la suerte me detengo con tiempo para hacer noche.

Las distancias que medí con Marga para estas etapas de poco me sirven. Salvo que marque pueblo a pueblo, y aún así, el google maps me mide el recorrido por la carretera que le apetece y eso en ocasiones me da distancias mayores y en otras a la inversa. Desde Thesaloniki hasta Komotini mne las ha medido por la autopista y el camino que estoy usando suma a esas distancias no menos de 10 adicionales cada días.


Viernes 27.03.15 A 5 kilómetros de Xanthi. Es para días y noches como las de hoy para lo que sirve llevar adelantado el plan de viaje.

La lluvia no ha dejado de caer en las últimas 24 horas, en ocasiones con gran intensidad, dispongo de un buen abrigo y malditas las ganas de rodar en estas condiciones. De modo que dedico la mañana a leer, libro y red, en un café, hacer compras en un Carrefour espantado de los precios, una marca italiana de café, que me gusta, la encuentro a 4€ más caro el kilo, y cocinarme algo caliente.

La tarde la paso con la excitante ocupación de ver como las gotas caen en los charcos. Me separa de Estambul unos 400 kilómetros y, creo, tengo tiempo para llegar antes del días 7.

Mis pocos desplazamientos de hoy dejan mis pantalones, ya solo esa prenda no es impermeable si bien a través de la misma se cuela el agua en las botas, calados completamente. Los seco puestos, es más rápido y mucho menos grato que de otro modo.

Tengo anotado algún hostel de Estambul y si finalmente son a esos precios, creo me podré permitir alguna noche antes de partir a Roma y la de retorno, pues la hora del vuelo no es compatible con salir a rodar ese mismo día. Eso sin contar con que he de ir al lugar donde Marga me ha gestionado un aparcamiento para mi bici. Es un sol, y llena de recursos.

Con el google maps frente a mi, he sentido la tentación de buscar el lugar más seco del planeta y mirar la ruta más rápida para alcanzarlo. La lluvia puede conmigo. La sensación de vulnerabilidad que siento ante ella sobrepasa lo físico y me deja sin ánimos para enfrentarme a algo, que en si mismo, no debería ser más que una simple molestia. Ruedo con mayor esfuerzo, me canso antes, obviamente, incluso antes de empezar, y paso el tiempo con la mirada buscando posibles abrigos a cada paso que doy. Mal, muy mal. He de cambiar esa actitud, pero no encuentro el modo. El simple contacto de mis manos con los bultos mojados ya me produce rechazo y desagrado. El plagar la tienda bajo la lluvia, saberla mojada en su bolsa y no encontrar lugar donde poder secarse, lo soporto como algo que me va taladrando y me desgasta con cada pedalada.


Con todo esto, el días se me hace mortalmente tedioso, eterno, una larga espera a que anochezca y terminarlo en mi saco a la espera de lo que me depare mañana. Cuando el ruido de la tormenta se relaja, escucho como llaman a la oración en una próxima mezquita. Las previsiones son de agua hasta el domingo. ¡Maldición!
Jueves 26.03.15 Xanthi. De nuevo me he cruzado con otro cicloturista, este de Australia. Jubilado y con su Brompton rueda desde Estambul a Milan. Se queja de su máquina, la dificultad de encontrar repuestos, lo caro de estos y lo fácilmente que se desgastan, en viaje, el dibujo de sus pequeñas cubiertas, obligadas a mayor roce por kilómetro. Tiene los productos, cualquiera que sea el tipo de estos, la característica que cuanto más especializados son, menos aptos para otros menesteres. El objetivo de esa bici es el ser plegada y ocupar poco espacio y no otro. Por bonita y curiosa que sea.

Llueve mientras hablamos y oímos tronar de un modo extraño. Realmente no está tronando, sucede que nos hemos detenido, sin reparar en ello, cerca de donde se están realizando unas maniobras militares con blindados. Lo que nos parecía tronar son explosiones de su artillería.

No comenté que los planes han cambiado un poco. Lo malo del cambio es que no tendré a Marga en Estambul dos o tres días. Lo bueno que estaré junto a ella muchos más días, pero en Roma. Vuelo desde Estambul para reunirme con ella y ver que pasa.

Para no alterar mi partida desde Turquía a Bulgaria y no quedarme sin conocer la ciudad, ruedo más kilómetros por jornada con la intención de disponer de un par de días y recorrer sus calles. Otra razón de peso es el clima y el precio. Vi en una previsión meteorológica que el fin de semana en Alexandroupolis no será tan terrible como en la zona que voy dejando atrás. El tema del dinero también cuenta. Presumo que Turquia será más barata que Grecia y eso me anima a llegar, si puedo, un par de días antes, con el ahorro en alimentos podré, lo mismo, pagarme un hostel en Estambul. Quien sabe.