Sábado
25.04.15 Ravda. Día movido. Y divertido. Por la mañana despierto
con la tienda calada, por fuera. Sin problemas, luce el sol y pararé
en algún momento a terminar de secar el doble techo, que hoy viaja
aparte de la tienda y sobre los demás bultos, para evitar que
moje el resto. A pocos kilómetros de donde duermo paso por un grupo
de casas, no llega ni a aldea, pero frente a una de ellas, hay un
cartel en cirílico que promete café. Los perros de la casa hacen
que salga el dueño y en el interior de la casa, aquello no es un bar
se mire como se mire, me sirve un café y un cruasan. El salón donde
lo tomo, mientras intentamos un amago de conversación, esta
“decorado” con trofeos de caza y calendarios de señoras ligeras
de ropa. Ambas cosas tienen ya sus años, por el polvo de las
cornamentas y las fechas de los años que lucen los calendarios. Es
barato y esta caliente. Con el cuerpo ya templado me dispongo a
cubrir los muchos kilómetros que hoy me separan de mi destino.
Le
pedí a Marga que me mirara un hostel. Por un lado tengo muchas ganas
de poder conversar con ella, vía skype, por otro mi rodilla me ha
dado la noche. A cada movimiento sobre mi catre esta me despertaba
con molestias. De los dos sitios que me envió donde puedo encontrar
alojamiento, uno lo está ya pasado y se encuentra literalmente en
ningún sitio. El otro promete estar a unos 30 kilómetros pasado
Burgas y hacia el me dirijo, si bien tengo intención de visitar la
ciudad. En total algo más de 80 kilómetros que no son muchos ni
pocos, todo depende de la orografía y de como se comporte mi rodilla
hoy.
En
Burgas me detengo para comer, visitar su zona histórica y charlar un
rato con un veterano ciclista local. Es tremendo el contraste con
respecto a Turquía en cuanto a ciclistas se refiere. En Turquía no
llegue a ver un solo ciclista deportivo y hoy, sábado y por la zona
del bosque, no dejo de cruzarme con grupetas que han salido a subir
cuestas y disfrutar de un soleado día.
A
la salida de Burgas me detengo a comprar provisiones y me lanzo a por
los 30 kilómetros que me separan de mi destino. La carretera el
llana, eso es bueno. No tiene arcén y los coches conducen como poseídos, eso es lo malo. Una señal me indica que no se puede
circular en bici, cosa rara cuando antes he rodado por autovías para
llegar a Burgas sin que indicaran prohibición alguna. En fin. Un
camino de tierra junto a la carretera me demora pero me permite ir
sumando kilómetros y respetar las normas a la vez. Es un humedal,
reserva ornitológica y todas esas cosas. Y hay mosquitos, que se le
va a hacer.
Tan
pronto llego a Ravda me lanzo a buscar la dirección. No existe. Ni
esa calle ni alojamiento con ese nombre. Tras mucho preguntar conozco
a los dueños de un restaurante y usando su wifi puedo finalmente
consultar donde se encuentra el hotel. Listo, encontrado, el hotel
que me indico Marga tiene buen precio y existe, el problema es que se
encuentra en Saratov, Rusia, a solo 2.300 kilómetros ó 2.150 si
pillo un atajo. Mi cara es un poema y rompemos a reír. La gente que
tan amablemente me esta ayudando piensa que mejor un hotel más cerca, y un amigo suyo tiene uno en la misma manzana en que me
encuentro y curiosamente a mejor precio. Asunto solucionado. Mi
rodilla no da más de si y tomo habitación para dos noches con la
idea de que me baje la inflamación.
Cenaré
en el restaurante donde me atendieron un plato suculento, caliente y
muy muy barato acompañado de medio litro de cerveza que no me
termino. Ni que decir tiene que antes de eso he lavado prendas y mi
persona en una ducha de agua caliente. En todo el hotel solo hay dos
huéspedes, servidor y un británico que vive aquí y con el que no me
he llegado a cruzar aún.
Otra
cosa interesante es que me encuentro a tan solo cuatro kilómetros de
Nessebar que según me informo tiene cantidad de cosas interesantes
para ver y que pienso visitar mañana si me encuentro con ánimos de
caminar o el lunes cuando emprenda la marcha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario