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domingo, 26 de abril de 2015

Sábado 25.04.15 Ravda. Día movido. Y divertido. Por la mañana despierto con la tienda calada, por fuera. Sin problemas, luce el sol y pararé en algún momento a terminar de secar el doble techo, que hoy viaja aparte de la tienda y sobre los demás bultos, para evitar que moje el resto. A pocos kilómetros de donde duermo paso por un grupo de casas, no llega ni a aldea, pero frente a una de ellas, hay un cartel en cirílico que promete café. Los perros de la casa hacen que salga el dueño y en el interior de la casa, aquello no es un bar se mire como se mire, me sirve un café y un cruasan. El salón donde lo tomo, mientras intentamos un amago de conversación, esta “decorado” con trofeos de caza y calendarios de señoras ligeras de ropa. Ambas cosas tienen ya sus años, por el polvo de las cornamentas y las fechas de los años que lucen los calendarios. Es barato y esta caliente. Con el cuerpo ya templado me dispongo a cubrir los muchos kilómetros que hoy me separan de mi destino.

Le pedí a Marga que me mirara un hostel. Por un lado tengo muchas ganas de poder conversar con ella, vía skype, por otro mi rodilla me ha dado la noche. A cada movimiento sobre mi catre esta me despertaba con molestias. De los dos sitios que me envió donde puedo encontrar alojamiento, uno lo está ya pasado y se encuentra literalmente en ningún sitio. El otro promete estar a unos 30 kilómetros pasado Burgas y hacia el me dirijo, si bien tengo intención de visitar la ciudad. En total algo más de 80 kilómetros que no son muchos ni pocos, todo depende de la orografía y de como se comporte mi rodilla hoy.

En Burgas me detengo para comer, visitar su zona histórica y charlar un rato con un veterano ciclista local. Es tremendo el contraste con respecto a Turquía en cuanto a ciclistas se refiere. En Turquía no llegue a ver un solo ciclista deportivo y hoy, sábado y por la zona del bosque, no dejo de cruzarme con grupetas que han salido a subir cuestas y disfrutar de un soleado día.

A la salida de Burgas me detengo a comprar provisiones y me lanzo a por los 30 kilómetros que me separan de mi destino. La carretera el llana, eso es bueno. No tiene arcén y los coches conducen como poseídos, eso es lo malo. Una señal me indica que no se puede circular en bici, cosa rara cuando antes he rodado por autovías para llegar a Burgas sin que indicaran prohibición alguna. En fin. Un camino de tierra junto a la carretera me demora pero me permite ir sumando kilómetros y respetar las normas a la vez. Es un humedal, reserva ornitológica y todas esas cosas. Y hay mosquitos, que se le va a hacer.

Tan pronto llego a Ravda me lanzo a buscar la dirección. No existe. Ni esa calle ni alojamiento con ese nombre. Tras mucho preguntar conozco a los dueños de un restaurante y usando su wifi puedo finalmente consultar donde se encuentra el hotel. Listo, encontrado, el hotel que me indico Marga tiene buen precio y existe, el problema es que se encuentra en Saratov, Rusia, a solo 2.300 kilómetros ó 2.150 si pillo un atajo. Mi cara es un poema y rompemos a reír. La gente que tan amablemente me esta ayudando piensa que mejor un hotel más cerca, y un amigo suyo tiene uno en la misma manzana en que me encuentro y curiosamente a mejor precio. Asunto solucionado. Mi rodilla no da más de si y tomo habitación para dos noches con la idea de que me baje la inflamación.

Cenaré en el restaurante donde me atendieron un plato suculento, caliente y muy muy barato acompañado de medio litro de cerveza que no me termino. Ni que decir tiene que antes de eso he lavado prendas y mi persona en una ducha de agua caliente. En todo el hotel solo hay dos huéspedes, servidor y un británico que vive aquí y con el que no me he llegado a cruzar aún.

Otra cosa interesante es que me encuentro a tan solo cuatro kilómetros de Nessebar que según me informo tiene cantidad de cosas interesantes para ver y que pienso visitar mañana si me encuentro con ánimos de caminar o el lunes cuando emprenda la marcha.



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