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domingo, 5 de abril de 2015

Viernes 27.03.15 A 5 kilómetros de Xanthi. Es para días y noches como las de hoy para lo que sirve llevar adelantado el plan de viaje.

La lluvia no ha dejado de caer en las últimas 24 horas, en ocasiones con gran intensidad, dispongo de un buen abrigo y malditas las ganas de rodar en estas condiciones. De modo que dedico la mañana a leer, libro y red, en un café, hacer compras en un Carrefour espantado de los precios, una marca italiana de café, que me gusta, la encuentro a 4€ más caro el kilo, y cocinarme algo caliente.

La tarde la paso con la excitante ocupación de ver como las gotas caen en los charcos. Me separa de Estambul unos 400 kilómetros y, creo, tengo tiempo para llegar antes del días 7.

Mis pocos desplazamientos de hoy dejan mis pantalones, ya solo esa prenda no es impermeable si bien a través de la misma se cuela el agua en las botas, calados completamente. Los seco puestos, es más rápido y mucho menos grato que de otro modo.

Tengo anotado algún hostel de Estambul y si finalmente son a esos precios, creo me podré permitir alguna noche antes de partir a Roma y la de retorno, pues la hora del vuelo no es compatible con salir a rodar ese mismo día. Eso sin contar con que he de ir al lugar donde Marga me ha gestionado un aparcamiento para mi bici. Es un sol, y llena de recursos.

Con el google maps frente a mi, he sentido la tentación de buscar el lugar más seco del planeta y mirar la ruta más rápida para alcanzarlo. La lluvia puede conmigo. La sensación de vulnerabilidad que siento ante ella sobrepasa lo físico y me deja sin ánimos para enfrentarme a algo, que en si mismo, no debería ser más que una simple molestia. Ruedo con mayor esfuerzo, me canso antes, obviamente, incluso antes de empezar, y paso el tiempo con la mirada buscando posibles abrigos a cada paso que doy. Mal, muy mal. He de cambiar esa actitud, pero no encuentro el modo. El simple contacto de mis manos con los bultos mojados ya me produce rechazo y desagrado. El plagar la tienda bajo la lluvia, saberla mojada en su bolsa y no encontrar lugar donde poder secarse, lo soporto como algo que me va taladrando y me desgasta con cada pedalada.


Con todo esto, el días se me hace mortalmente tedioso, eterno, una larga espera a que anochezca y terminarlo en mi saco a la espera de lo que me depare mañana. Cuando el ruido de la tormenta se relaja, escucho como llaman a la oración en una próxima mezquita. Las previsiones son de agua hasta el domingo. ¡Maldición!

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