Viernes
27.03.15 A 5 kilómetros de Xanthi. Es para días y noches como las
de hoy para lo que sirve llevar adelantado el plan de viaje.
La
lluvia no ha dejado de caer en las últimas 24 horas, en ocasiones
con gran intensidad, dispongo de un buen abrigo y malditas las ganas
de rodar en estas condiciones. De modo que dedico la mañana a leer,
libro y red, en un café, hacer compras en un Carrefour espantado de
los precios, una marca italiana de café, que me gusta, la encuentro
a 4€ más caro el kilo, y cocinarme algo caliente.
La
tarde la paso con la excitante ocupación de ver como las gotas caen
en los charcos. Me separa de Estambul unos 400 kilómetros y, creo,
tengo tiempo para llegar antes del días 7.
Mis
pocos desplazamientos de hoy dejan mis pantalones, ya solo esa prenda
no es impermeable si bien a través de la misma se cuela el agua en
las botas, calados completamente. Los seco puestos, es más rápido y
mucho menos grato que de otro modo.
Tengo
anotado algún hostel de Estambul y si finalmente son a esos precios,
creo me podré permitir alguna noche antes de partir a Roma y la de
retorno, pues la hora del vuelo no es compatible con salir a rodar
ese mismo día. Eso sin contar con que he de ir al lugar donde Marga
me ha gestionado un aparcamiento para mi bici. Es un sol, y llena de
recursos.
Con
el google maps frente a mi, he sentido la tentación de buscar el
lugar más seco del planeta y mirar la ruta más rápida para
alcanzarlo. La lluvia puede conmigo. La sensación de vulnerabilidad
que siento ante ella sobrepasa lo físico y me deja sin ánimos para
enfrentarme a algo, que en si mismo, no debería ser más que una
simple molestia. Ruedo con mayor esfuerzo, me canso antes,
obviamente, incluso antes de empezar, y paso el tiempo con la mirada
buscando posibles abrigos a cada paso que doy. Mal, muy mal. He de
cambiar esa actitud, pero no encuentro el modo. El simple contacto de
mis manos con los bultos mojados ya me produce rechazo y desagrado.
El plagar la tienda bajo la lluvia, saberla mojada en su bolsa y no
encontrar lugar donde poder secarse, lo soporto como algo que me va
taladrando y me desgasta con cada pedalada.
Con
todo esto, el días se me hace mortalmente tedioso, eterno, una larga
espera a que anochezca y terminarlo en mi saco a la espera de lo que
me depare mañana. Cuando el ruido de la tormenta se relaja, escucho
como llaman a la oración en una próxima mezquita. Las previsiones
son de agua hasta el domingo. ¡Maldición!
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