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miércoles, 25 de febrero de 2015

Domingo 22.02.15 Lecce. Noche de mucho calor. Al menos yo. El B&B tiene la calefacción apagada pero es cálido, al punto en que tras la ducha puedo andar por allí llevando la camiseta. La colcha de la cama me hace sudar en exceso y despierto durante la noche empapado de sudor.

Desayunamos antes de salir y Marga marcha a la estación a comprar su billete. Más tarde tomaremos un café en donde nos despediremos. Ella lo prefiere así y no quiere que le acompañe a la estación.

El día ya amaneció con lluvia, en ocasiones esta arrecia y se hace de cierta intensidad, con rachas de viento que llega frío. El espejismo de primavera desaparece con la misma rapidez con la que Marga se va y me veo por las calles de Lecce de nuevo solo y frente a mi realidad. Curiosamente vivo el día como si fuera irreal. Ciertos acontecimientos acusarán aun más mi sensación.

Visito la catedral, donde me sellan la credencial y de paso pregunto si saben donde puedo encontrar hospitalidad, me dice el secretario que regreses pasadas las cuatro que el párroco me encontrará algo, y así es, hace una llamada, me escribe una carta de presentación y me envía a un lugar cercano donde un keniata llamado Neto me ofrece alojamiento, ducha y una inmensa sonrisa. A cambio me toca hablar de fútbol. Es del Barça y hablamos también de Barcelona donde ha pasado un par de años viviendo.

Pero antes de eso el día me ofrecerá alguna sorpresa. Al salir de la catedral por la mañana, piso, con la bici, un billete de 20 euros en un callejón vacío. No hay nadie y son míos. Con ellos en mi cartera voy vagando por una desierta ciudad visitando los puntos de interés bajo la intensa lluvia de esas horas y termino frente a una cafetería. Tengo necesidad de usar el aseo y calentarme, si es posible de hablar con alguien, necesito trato humano. La camarera que hay allí no esta para conversaciones o eso me parece, de hecho no llegaremos a hablar apenas lo justo para que atienda mi pedido y poco más. Es una chica joven, pequeña y delgada con el rostro que parece enfadado. No es la primera vez que me invitan al café, pero esta vez me sorprende, tal vez por la falta de dialogo previo y por su ceño, pero el tema no termina ahí. Apenas he encendido un cigarrillo en la puerta cuando ella aparece tras de mi con un envase de plástico lleno de macarrones, un tenedor también de plástico y una servilleta. Como única explicación me dice: hice muchos y no me los voy a comer todos.

Terminamos comiendo juntos, separados por el cristal de la cafetería, ella dentro y yo en el exterior, mirándonos sin decir nada, de fondo la voz de Nina Simone, un álbum que tuve en una ocasión, hace miles de años o eso me parece, que me gusta especialmente y que me llenará de recuerdos de otros tiempos que quedan muy atrás y que sin dolor voy repasando.

La tarde, hasta las 4:30, la paso con un turista japones que usa un ingles que hace el mio bueno. Tras acomodarme en el que será mi alojamiento esta noche, paso lo que resta de la tarde viendo resúmenes deportivos por gentileza de Al Jazeera, especial dedicación al mundial de cricket, con un camarero albanés en paro, un mecánico de bicicletas iraní que sueña con montar un taller por estas tierras y otras gentes con las que no llego a entablar conversación. Cuando empiezo a sentir apetito aparece Neto cargado de bocadillos vegetales con atún y nos alegra la noche. No logro entender las normas del cricket, ni falta que me hace. A estas horas, Marga, ya estará en su casa de Roma, donde le espera un sobrino que le va a visitar. Y lluvia. Que también en Roma llueve ahora.
Jueves, viernes y sábado 19, 20 y 21.02.15 Vacaciones en Puglia. Si ya vi como las flores comenzaron a despertar discretamente, ahora es una autentica explosión de color bajo un sol radiante y caluroso. Es definitivamente un parentesis primaveral en el sur. Por la presencia de Marguerita, por los campos que vamos cruzando que rebosan de color y durante las horas del día el sol que me da vida.

Primero por los caminos que nos llevaran a Brindisi junto al mar, después por un camino que busca Marga y que el sábado recorreremos atravesando los más hermosos campos de olivos que se puedan soñar, con unas construcciones antiguas y típicas de la región, trullis, de los que me enamoro al instante y sueño con poder habitar uno de ellos. Todo tapizado de hierba, campos cuidados con esmero, donde se amontonan los haces de ramas de las podas que están realizando.

No comenté cuando correspondía que ya probé el aceite de la región, así como su vino y su pan, todos deliciosos que tome con placer y que me fueron ofrecidos en el seminario de Troia.

A todo esto va Marga y se pone a cantar mientras va en bici. Y entre todas las canciones posibles le da por...

coge tu sombrero y pontelo
vamos a la playa calienta el sol

con su chirivirivi porompompon o chiribiribi poron pon pon, que sigo sin saber como se escribe la dichosa letra. Eso si, lo canta en italiano y yo no me dejo de asombrar ante las casualidades de la vida.

Marga llama por teléfono para ir asegurando los lugares de hospitalidad por adelantado, de modo que liberados de esa tarea o preocupación nos demoramos por el camino permitiéndonos incluso alguna pequeña siesta bajo el sol, tras las comidas ligeras que hacemos en el camino. Ya por las noches ponemos en marcha la cocina de alcohol y vamos probando de hacer algún plato sencillo.

En Brindisi dormiremos en la catedral, en una estancia a la que se accede desde el patio y donde, a falta de algo mejor, unas mesas nos hacen de cama durmiendo sobre ellas separados del suelo. Las noches son casi templadas y desayunamos donde mismo dormimos estos días si bien no perdono un café de máquina tan pronto puedo.

El sábado amenaza lluvia y nos falla un contacto donde pernoctar por problemas de actualización en la guía que ella porta. Con esto decidimos añadir otros 20 kilómetros más al plan inicial y dormir en Lecce. Con esto si el domingo llueve con intensidad no tendrá tampoco problemas para estar a tiempo en la estación y tomar su tren o tener que viajar las horas que la separa de Roma con sus prendas mojadas.

No dispone esta población de hospitalidad pobre pero si de un B&B con importantes descuentos para los portadores de la guía y lo usamos. Allí encontraremos una cocina en condiciones, mención aparte merece el hermoso techo abovedado, buena provisión de artículos para el desayuno, ducha caliente, la de la catedral lo era, incluso en exceso, pero en un aseo común con las otras estancias. Así mismo wifi, TV, etc.

Con el ordenador conectado vamos ultimando la ruta que pretendemos compartir por el Danubio en junio mientras localiza vuelos para ir y regresar a los distintos puntos. Demasiado bonito ¿no?. Seguramente nos dejamos llevar y soñar es gratis. El tiempo nos dirá si solo ha sido eso o finalmente en junio andamos rodando por allí.

No dejo de comer. Meriendo como si no fuera a cenar y ceno como si un rato antes no hubiera merendado, pero es que hoy me he sentido débil sobre la bici, falto de energía acompañado, de nuevo, por molestias en mi pierna derecha, piernas pesadas sin que pueda adivinar las causas. Tal vez algún tipo de astenia primaveral o simplemente la suma de las jornadas de la semana pasada que me pasan factura ante la falta de un o unos días de descanso, donde realicé cada día una cantidad algo superior de kilómetros a lo que acostumbro. Por que comer, como. Y cuido de tomar agua, tenga sed o no, así como voy haciendo los descansos cada cierta cantidad de kilómetros durante la ruta para recuperarme y hasta la fecha me van funcionando.

Cierto que Marga viaja más ligera de peso, no fuma y es deportista con lo que ahora que lo pienso me he ido, tal vez, forzando casi sin darme cuenta a rodar con desarrollos más rápidos de lo que acostumbro y esa puede ser la causa. Ciertamente cuando viajo solo, voy en ocasiones como si paseara en bici y no tardo en bajar y caminar con ella en la mano ante cualquier cuesta de cierta exigencia.



Marga se ha bajado el burka para comer unas flores



Preparando aperitivo mientras algo se cuece en el hornillo

Miércoles 18.02.15 Bari – Mola de Bari. Al devolver hoy las llaves de mi alojamiento me dan unas indicaciones para llegar a Bari evitando, en lo posible, parte del intenso transito de vehículos que entra en la ciudad, y tomo sin dificultad el camino viejo al aeropuerto.

Llego con tiempo más que de sobra para la hora en que me he de reunir con marga, lo que me permite visitar su puerto y recorrer la ciudad. Un par de minutos antes de lo espera veo a Marga en el anden con su bici desmontada y las alforjas en el suelo, abrazo y alegría.

Tras comer unos bocadillos en un parque nos ponemos en camino con fuerte viento. Y nos enfrentamos a una serie de incógnitas. Expectativas de cada cual, por supuesto, pero en mi caso, que es el que conozco, y como algo adicional, el que nunca he viajado realmente con nadie ni tenido la necesidad de acoplar o sincronizar mis ritmos con los de otros. Ritmos no solo de recorrer kilómetros, ritmos de paradas y descansos, la duración de los mismos, ritmos de ingerir algún alimento y de asegurar el camino preguntando, ritmos de espera ante los lugares de posible hospitalidad. Están también los tipos de viales a utilizar. Momentos idóneos para tener solucionada la pernoctación y el modo de lograrla, las palabras mágicas que abren o cierran puertas y el tipo de estancia que tras esas puertas nos esperan y que para uno pueden ser más que suficientes mientras que para otra pueden no serlo ni aportarle sus necesidades de intimidad o confort. En fin, un lío al que no sin ciertas dosis de esfuerzo, tolerancia y diálogo terminaremos por ir solucionando en lo posible si bien en esta primera noche ella dormirá en una pensión y yo en una especie de palacio episcopal cuyas puertas me abre un sacerdote que tras ponerme ceniza sobre la cabeza, hoy es el día de hacer esas cosas, me conduce hasta el grandioso y vacío edificio. Le llaman Mimi y a el me ha enviado un joven que me ve en la puerta del cerrado convento de clarisas que ofrece hospitalidad en la Francigena en esta población y que hoy mantienen cerrado a cal y canto por retiro espiritual.

Ceno con Marga antes de separarnos y descanso en ese edificio inmenso y deshabitado, con techos altísimos que unos muebles de gran envergadura apenas si llegan a ocupar.Cuadros con los rostros de los últimos Papas me miran mientras leo un poco antes de conciliar el sueño.


Domingo, lunes y martes, 15, 16 y 17.02.15 Llaneando por la costa en dirección a Bari. AL fin logré el domingo hablar con Marga y el miercoles llegará a Bari, si bien quedamos en que el martes la llame por si surge algún tipo de complicación.

El domingo lo pasé en Troia en lo que parece serán mis últimas subidas de importancia en Italia, ya desde aquí me prometen que todo es llano con algún repecho. De todo esto me informará Giuseppe a quien conozco mientras espero inútilmente que abran el Hospital del Camino, que así se llama el sitio, y donde supuestamente me puedo alojar. Es un joven del pueblo que me adopta. Primero ante la cerrada puerta me dirige a la policía local donde hace indagaciones de quien tiene la llave para facilitarme el acceso, más tarde, cuando la policía tras un par de llamadas de teléfono nos comunican que el hospital esta cerrado temporalmente ya que están reparando los aseos del mismo, se empeña en llevarme a una orden con sede en la población y donde conoce un fraile.

Mantienen estos diversas congregaciones por puntos de África y América Latina y a pesar de su presencia en España nunca había escuchado antes el nombre de la misma. En la espera para hablar con la persona responsable, me irá contando cosas de la historia de la región y la población, que por lo visto es ultraconservadora y muy religiosa lo que explica la gran cantidad de iglesias que se ven por todos lados en densidad superior a lo que vi en otros lugares. Me imita, Giuseppe, y con ello reímos un buen rato, los distintos dialectos y formas de hablar que se usan en el país y comprendo el por que de mi dificultad de comprensión que vengo padeciendo estos días, eso al enseñarme que en la Puglia hablan eliminando vocales, cuantas más, mejor.

Una vez instalado en una de las habitaciones del seminario de la orden, Franco, que así se llama el fraile que me atiende, por diminutivo de Francesco, me invita a cenar con todos ellos y la sorpresa es más grata aún cuando compartiendo la cena en la mesa estoy sentado entre una comunidad que aprendieron español en sus congregaciones americanas y cada cual a su modo y acento lo habla, desde el de Granada donde estudio Franco al de Guido que habla un mexicano hasta otro que me suena argentino.

A la mañana siguiente, al salir tras volver a compartir con ellos el desayuno, veré a Giuseppe en la puerta, esperándome, desde no se que hora. Me abraza, me da consejos sobre los pueblo en donde resulta peligroso perder de vista la bici y sobre las carreteras. Se le saltan las lagrimas sin que adivine sus razones y parto antes de que me contagie su emoción.

Seguí sus recomendaciones que no en vano me las dio, pues resultan acertadas todas ellas.

El martes me sorprendo al ver las primeras señales de la primavera. Primero alguna discreta flor a punto de abrir o apenas abierta. Blancas o amarillas, donde el sol las calienta y donde me calienta a mi mientras recorro campos de olivos principalmente.

Esto me pone de un humor esplendido, esto y la proximidad a mi encuentro con Marga. Me da por cantar y con el sol calentando mi cuerpo me arranco con...

coge tu sombrero y pontelo
vamos a la playa calienta el sol

y aquí comienzan mis dudas. Chirivirivi se escribe así o es con “b”, chiribiribi. Y otra no menos importante. Porompompon si se escribe junto sera así, pero si es con espacios serán enes en vez de emes, ¿no? Poron pon pon.

Con esto llego a Bitonto, que desde que conocí el nombre no puedo dejar de sonreírme cada vez que pienso en el. La población tiene su interés y la visitaré con agrado. La oficina de información forma parte de un edificio histórico con muchos más usos en el casco antiguo, dentro del recinto amurallado de la ciudad. La oficina esta cerrada y pregunto a una especie de conserje quien al verme con un cuaderno en la mano me lo pide y comienza a dibujar un reloj. Todo intrigado le dejo hacer si bien la cosa tiene su guasa. Me preocupa que al poner los números se confunde y en lugar del 9 pone el 8 con lo que temo ya no le sirva el dibujo y pretenda comenzar de nuevo. Todo eso para decirme la palabra “reloj”. Si el discurso que me prepara es largo me puede dar allí la noche. Ahora me quiere dibujar un foso, a pesar de que entendí no solo la palabra si no al lugar al que se quiere referir ya que el pueblo tiene un solo foso, con o sin reloj. Me deshago de el con amabilidad y tan pronto me separo dos viejos que están muertos de risa viendo la escena me dicen que ando buscando. Les cuento y me dicen a donde he de ir, claro y directo, sin dibujos ni rodeos, y por quien he de preguntar.

Me ofrecerán hospitalidad en un local de scout de la localidad. Se queja su responsable de la cantidad de robos que están padeciendo, un total de siete llevan en poco tiempo, no se llevan apenas nada, pues nada guardan allí, pero les hacen destrozos y se disculpa del estado en que se encuentran sus instalaciones, con las puertas de los armarios de la cocina desencajados y todo revuelto.

Finalmente hago una última llamada a Marga quien me confirma que todo sigue según lo previsto y mañana llegará a Bari a la hora.
Sábado 14.02.15 Casalbore. No se de que me sorprendo. He de cruzar las montañas en algún momento y eso significa cuestas, puertos y frío, de modo que los kilómetros de hoy serán una prolongada subida hasta llegar al pueblo. Una vez tomo el desvío, más subida. El pueblo tiene una parte en alto y otra más alta, a esta me he de dirigir, por supuesto, y cuando pregunto por el convento, me señalan a lo más alto y me dicen que allí se encuentra.

Llego molido y con las manos frías, que caliento en una estufa tan pronto me acomonodo en una sala de catequesis, que deberé dejar un par de horas por la tarde libre para que cumpla su labor, donde pasaré la noche.

Mañana entraré en la Puglia, por su zona montañosa para ya ir descendiendo, no se en que momento, en dirección al mar.

En todo el pueblo no hay un teléfono publico y ningún bar con wifi, me explican en el convento que hay una red libre en todo el pueblo pero no saben como me puedo dar de alta. Cuando finalmente veo unas instrucciones en la puerta de un bar cerrado, lo están todos los de la población sin que entienda la razón, veo que para darme de alta preciso de un teléfono, de modo que tema pendiente. Seguiré sin poder contactar con Marga al menos hasta mañana.

Y poco más.
Viernes 13.02.15 Benevento. ¿Ceno primero y me ducho después o al contrario? Finalmente opto por la primera opción y me meto en la cama a leer recién duchado en esta población que viene a ser el singular de Buenos Aires.

El día ha sido largo. Teniendo cocina en donde dormí, madrugo bastante y me preparo el desayuno dispuesto a salir con las primeras luces y sin tener que detenerme más de lo imprescindible para evitar cualquier retraso.

El camino, sin complicaciones, tan solo a unos ocho kilómetros de Benevento mi carretera se convierte por arte de magia en autopista y me hace dar algún rodeo en busca de un acceso alternativo que me demora un rato. Como me demora el encontrar la parroquia que ofrece hospitalidad que se encuentra muy apartada del resto de la población y tras una pronunciada pendiente para llegar a ese barrio. Cuesta arriba, por supuesto.

Casi lo olvido, la vía que unía Roma con Jerusalén por Constantinopla se llama “Gerosolomitana”, ahí queda eso.

La iglesia se encuentra cerrada y me dispongo a esperar. Finalmente llega el secretario de la misma y me acomoda. Hasta el momento el mejor hospital desde que partí de Roma. Por el barrio busco lugar con wifi sin fortuna, están por el centro, tampoco veo teléfono público, por saber si finalmente Marga vendrá o no, que a la broma los días van pasando y no se si debo apretar mi marcha o relajarla. Si llega el lunes me va a dejar sin aliento llegar a Bari, es posible hacerlo, pero sin dormirme y tragando kilómetros sin demora.

Cinco minutos tan solo me podré conectar finalmente a la red y apenas si leer los correos. Suficientes para saber que como pronto llegaría el miércoles, dándome con eso un respiro y pudiendo cubrir la distancia sin mayor complicación, casi relajadamente. Es un voluntario de la parroquia quien me ofrece conectarme desde su casa, próxima a donde me encuentro, pero tan solo dispone de un momento por que ha de marchar a no entiendo bien que cosas.

De regreso al hospital preparo una cantidad indecente de comida pensando que lo que no cene lo tendré mañana para desayunar, y por poco me lo como todo en la cena. Tras eso, un descafeinado que tomo en la terraza con el cigarrillo.

Ya duchado, hice igualmente colada a mano, pues no tengo tantas prendas por lavar como para usar la lavadora que me ofrece el hospital y voy tendiendo esas pocas cosas por los radiadores y a leer en la cama. Con todo, se me hizo algo tarde y la ducha me produce somnolencia, la ducha y el recorrido de hoy y que me levante a las cinco, todo sea dicho.

Desde que llevo las nuevas botas no he vuelto a tener los pies fríos. Me sorprendo ahora del tiempo que he aguantado con las otras de verano, ¡y suerte que las tenia! Que bien contento me puse cuando me las dieron.

Para mañana hay amenaza de lluvias durante los próximos días. Tendré ocasión de ver como se comportan bajo la misma. Por otro lado me he adaptado, o se han adaptado ellas a mi, o ambas cosas a la vez, rápidamente. Queda el pantalón pendiente, para que cada vez que deje de temer cada vez que el cielo se precipita sobre mi.


Con tan poco tiempo de acceso a la red no he podido consultar nada sobre la gerosolomitana ni ver por donde transcurre si bien temo que pase por el país que pase tras cruzar el Adriático me he de inflar a montañas. Las tomaremos con calma y sin prisas, y se caminará con la bici en la mano tanto como sea preciso.


Jueves 12.02.15 Alife. A pesar de madrugar, como de costumbre, lo que me permitirá disponer del aseo a mi antojo mientras el resto de los “compañeros” duermen, he de esperar un buen rato ya que la puerta se abrirá tras el desayuno, que se demora hasta las 8:15 y aún más tarde me retrasa la charla que tengo con la hermana responsable de esta casa de caridad.

Con todo esto se me va al traste la idea que tenia de llegar hoy a Solopaca y me detengo, eso si, cansado, en Alife.

Tras recorrer la población y ver lo que ofrece de interés me dirijo al punto donde según mis notas puedo disponer de hospitalidad pobre. Quien me atiende habla de un modo que me cuesta entender, pero lo peor es que las indicaciones de hacia donde me he de dirigir son aún más confusas cuando me dice izquierda señalando a la derecha y viceversa y desorientado como esta el buen hombre que me indica una dirección hacia el cementerio justo donde este no se encuentra. Incluso me señala la puerta frente a el cuando la tiene a sus espaldas.

Con estas malas indicaciones y mis cargadas piernas voy lento hasta alcanzar una iglesia, en pie y en condiciones, pero normalmente en desuso y algo apartada del pueblo. Allí me encontrare, llegamos a la vez, con mi hospitalera, una voluntaria que mantiene en condiciones unas estancias a espaldas de la iglesia. Por el libro de registro veo que desde octubre ha estado sin visitas. Comprueba el estado del agua caliente y me deja una estufa de gas encendida. Por desgracia no queda gas en la cocina y por suerte dispongo de alcohol suficiente como para calentar medio paquete de espaguetis que me ceno con salsa de tomate y albahaca.

Apartado del pueblo y algo cansado desisto de regresar a el, ya vi lo que me interesaba que no fue mucho y la oficina de turismo tiene todo el aspecto de llevar cerrada meses y si bien no dispongo de plano, tengo en cambio unas notas del camino que pretendo recorrer mañana que he completado con la información que un par de ciclistas amablemente me facilitaron. Estos, me detuvieron para charlar y les interrogué, después la conversación se demoro ampliamente lo que me sumó un nuevo retraso a un día en que llegue a mi destino desacostumbradamente tarde.

En mis notas anteriores evitaba una carretera por que tenia información que no tenia permitido el uso por los ciclistas. Pero ellos que la conocen bien mi la recomiendan diciendo que si puedo usarla y que dispone de un cómodo y amplio arcén.


Vencido por el sueño, saciado por la copiosa cena y con el cuerpo caliente gracias a la ducha y la estufa, me retiro pronto a dormir. Anoche me costo mucho conciliar el sueño, perdí la costumbre adquirida por los albergues del Camino de dormir entre el rumor o los ronquidos de la gente y lo de anoche fue mucho más que rumor, entre toses de catarros mal curados, los consabidos ronquidos y al menos uno que hablo en sueños con voz bien alta.
Miércoles 11.02.15 Cassino. Anoche dormí con ciertas molestias en mi pierna derecha. Llevo desde la noche del viernes usando otras botas. Recias, duras y pesadas. Son botas de invierno y noto la calidez que me proporciona su uso a diferencia de las livianas botas de verano que he utilizado durante todo el otoño y lo que llevamos del invierno. Estas botas prometen ser impermeables y lo parecen, lo veremos, las otras lo prometían pero ni lo parecían ni lo son.

Con estas botas camino de otro modo y pedaleo de otro modo, tienen la caña más alta, lo mismo en las de verano era por ahí por donde penetraba el agua, y obligan a una posición más rígida. A eso achaco que tras dos largas jornadas de intensivo uso estas puedan ser las causas de las molestias que siento. Por otro lado, cada día las noto mas “domadas” y agradezco su calor. La próxima lluvia comprobaré si son impermeables aparte de que ayudaran en el proceso de adaptación a mi pie y con ello y a falta de unos buenos pantalones en la línea de mi chaqueta podré tener unas prendas finalmente aptas para los días de lluvia. El siguiente paso será procurarme una mejor ropa interior, que logre mantener mi cuerpo lo más seco posible.

Con todo, ruedo hasta Cassino y voy sumando, aunque pocos, algún kilómetro más. Aquí si dispongo de hospitalidad pobre. O eso suponía, pues cuando localizo el lugar me lo encuentro en plena reforma y me indican que lo tienen temporalmente cerrado. La mujer que me atiende me dice que espere y tras una llamada de teléfono me ofrece ir a un edificio cercano donde unas religiosas dirigen un centro que da acogida a gente sin techo.

Una vez allí me cruzo con una monja que sale apresuradamente y me deja en manos del portero. Todas las plazas están ocupadas pero me ha puesto una cama al final de un pasillo, el sitio es cálido, con techo y tienen ducha. Tras esta, comienzo a tratar con los indigentes que habitan este lugar, son unos 20 y, de uno en uno o en grupos, todos pasaran a preguntarme algo.

Dedico la tarde a leer tumbado en mi cama y cuando veo la chaqueta de uno de ellos, con agujeros de quemaduras de cigarrillo por donde se le escapan las plumas, me ofrezco a hacerle un zurcido y cerrarle esos orificios. Armado de aguja e hilo pasaré finalmente la tarde pegando botones y haciendo reparaciones en las prendas de media residencia. Me quieren pagar con tabaco.

La cena es heterodoxa en contenido pero copiosa y muy por encima de lo que acostumbro a tomar cada día. La tomo agradecido. Mientras tras la cena ven la TV, uso el tiempo de paz e intimidad para, recostado en la cama y sin tareas de costura, poder leer o escribir un rato.

Entre los indigentes, como me viene sucediendo cuando he conocido a otros grupos similares anteriormente, el abanico humano es de lo más ecléctico y no tarda en acercarse e invitarme a su mesa un africano con su cabello ya canoso y que sobresale del resto. Transpira cultura y sabiduría, se le ve inteligente de lejos, su mirada lo dice. Le veo trocear los alimentos para otro comensal con problemas de visión con la naturalidad que le da la costumbre. Se dirige al resto con una autoridad que los demás aceptan con respeto. Dentro de que visten prendas donadas, a la institución y otros lugares, el ha sabido hacerse con unas que le aportan elegancia, limpio el y limpias sus prendas. Muy digno su porte en todo momento, sabe sonreír.

Las hermosas calles o plazas medievales de otros lugares aquí se han cambiado por un cementerio polaco. Las logias renacentistas por otro cementerio, este alemán. Los bellos puentes que podrían cruzar su río o canales, por otro cementerio aliado. Y todo así. Tan solo alguna ruina romana sobrevivió a la jornada del 14 de febrero de 1.944 cuando, como reza el título de una colección de fotos que observo, se produjo “la muerte de una ciudad”. Hay, eso si, además de los cementerios, el cadáver de un sherman y un museo militar sobre la batalla y bombardeos.

martes, 24 de febrero de 2015

Lunes y martes, 09 y 10.02.15 Francigena Meridional. A pesar de tener trazado el camino de salida de Roma y a pesar de partir a una buena hora, me demoro mucho para dejar atrás la urbe metido entre su denso río de coches atascados, con los semáforos que me retrasan y obligado a tomar algún desvío por las zonas en que rodar en bici no esta permitido o no es recomendable.

Muy ambiciosamente me marqué como primera etapa un punto al que no podré llegar. Estos puntos que tengo en mente obedecen a dos razones, una que si finalmente Marga puede venir la próxima semana, el punto de encuentro será Bari y he de cubrir la distancia en una semana, y dos, en este camino se dispone de dos tipos de hospitalidad, comercial y “povere”, esta última sin costo, y no en todos los puntos se dispone de la misma, de modo que si soy capaz de cubrir cada día la distancia que une dos hospitalidades pobres podré disponer de techo cada noche. Pero no.

Ya el primer día he de parar en donde no la hay y el segundo día, a pesar de cubrir tres etapas de una sola vez, no entro en población donde disponga de la misma. Esto según la guía que le compré a Marga, por que la realidad es otra.

Al viajar con credencial, me detengo, tanto la primera como la segunda tarde, para el correspondiente sello y en ambos lugares, sin pedirlo, y sin que en dichos lugares estén documentados como hospitalarios, me ofrecen alojamiento. Cierto que son solo, y digo “solo” como si eso por si mismo no me suponga todo un lujo de comodidad que me supone y mucha, unas estancias cerradas y con acceso a un aseo.

En Ceprano, donde paso la segunda noche, me dice el párroco que tienen previsto acondicionar una estancia para uso exclusivo de peregrinos, pero en ambos sitios me han ofrecido estancias cómodas y limpias, con calefacción si bien sin cama, cosa que viajando con la mía no me supone molestia alguna.

Atrás en el recuerdo quedan las penosas jornadas de Umbria, reposando ahora en estas condiciones de ensueño y rodando por el día con temperaturas cálidas o casi, pero secas, y pasando bajo techo las horas en que el termómetro baja, y baja cada noche, de los cero grados.

Las montañas que, a cada lado, veo nevadas, las siento lejanas por el momento, no se en que jornada las deberé cruzar para encarar la zona oriental de Italia y que me dejará a los pies del Adriático.

Aún no he decidido, si una vez en Brindisi, embarcaré rumbo a Grecia o Albania. Quedan días, cierto, pero no tantos, unas dos semanas. Un albanés, con quien charlé la semana pasada, me dijo que para ir hacia Estambul lo mejor seria atravesando Tirana y desde allí, por Macedonia hacia Tesalónica, pero a saber.

Supongo que iré teniendo más claras las cosas conforme pasen los días y disponga de más información. Y según sean mis ánimos para pisar terreno no comunitario y aventurarme por marcos menos previsibles, con monedas y lenguas extrañas a mis oídos y lugares sobre los que desconozco absolutamente todo.

Un matrimonio, ya jubilado, con el que me detuve ayer en Frosinone a conversar, me habló de una antigua vía que unía Roma con Constantinopla y que pasa por dichas tierras, lo cierto es que al oírlo me sedujo la idea y tan pronto disponga de tiempo wifi he de indagar al respecto y valorar la posibilidad de recorrerla.



Domingo 08.02.15 Roma. Me he despertado muy tarde y durmiendo toda la noche de un tirón. No recuerdo desde cuando no me sucedía esto.

Marga comienza el día aun peor de como se retiró anoche, sin apenas voz y comentando lo mal que ha pasado la noche. Se convence que en su estado salir a la calle no es lo mejor y pasa parte de la mañana en la cama. A la tarde se dormirá de nuevo en el sofá.

Nada más mirar mi correo esta mañana me llevo una inmensa alegría. Lev, del que no tenia noticias desde octubre, me ha escrito esta noche. No contengo mi emoción.

El día lo pasaremos en casa. Consultas en el ordenador, notas y lecturas, ratos de TV donde veremos una película y parte de otra, comer bien, cenar mejor, copiosamente, que Marga, a pesar de su estado, tiene apetito y yo siempre tengo hambre. Me cuesta convencerla de que tome al menos algún analgésico y los toma entre protestas.


Me ayuda a preparar el camino de salida desde su casa hasta la via Casilina que es la que me ha de llevar por las primeras etapas. Si por la mañana fui somnoliento durante horas, por la noche el sueño me vence igualmente pronto. Estoy acostumbrado, por entrar en calor dentro del saco y por la falta de mejores ocupaciones, a dormir muy pronto y ahora, aún estando en una casa, mi cuerpo me pide dormir a horas muy tempranas. Gracias a eso, cuando despierto de madrugada por el frío, mi cuerpo ya reposó horas más que suficientes cada día. Aquí en casa de Marga, obviamente, no hace frío.
Sábado 07.02.15 Roma. Peregrinación urbana. La Confraternita di San Jacobo di Compostella, que me ha ofrecido, ya por segunda vez hospitalidad en Roma, organiza, los primeros sábados de cada mes, una peregrinación que recorre distintos lugares de la ciudad. Es en parte religiosa en parte cultural y hoy asistirán más de 30 personas que se empiezan a agrupar en el patio del hospital sobre las ocho y media de la mañana. Allí me encuentro finalmente con Nicola, a quien tenia muchas ganas de saludar.

Decido acompañarles y paso la mañana entre ellos, haciendo un cómodo recorrido en el que solo salimos del Trastévere para una corta visita a la Isola Tiberina.

Llevo nueva credencial que me facilitan ellos mismos y un libro que compro para Marga. Conozco sus necesidades de tener las cosas bajo control por el rato en que la observé mirar la ruta del Danubio y se que el conocer las etapas de la Francigena Meridional, los lugares por los que transcurre, los perfiles y sitios de hospitalidad, le será grato.

Llego a su casa a la hora acordada y me la encuentro mucho peor de como la dejé anoche, la voz le sale quebrada y débil, paso mala noche y hoy el día en cama. Por cierto, anoche, regresar caminando hasta cerca de las diez, sin guantes y sin tener los pies helados, supuso toda una novedad tras estas semanas. Disfruté del paseo.

Tan pronto le doy el libro se tira a el y comienza a planear la que podría ser una semana de rodar juntos. Depende de que logre permiso en el trabajo, cosa que me comunicará via correo durante la próxima semana.

Me pongo al día colgando post en el blog que tenia ya escritos, bien en el procesador, bien en el cuaderno, y al corriente igualmente con los correos atrasados.

Cena de charla probando verduras locales que desconozco y tras un vistazo a la prensa nacional on line me retiro a dormir.

Mañana Marga tiene idea de salir con la bici o la moto de excursión, viendo su estado dudo que una u otra cosa le sea posible.



domingo, 8 de febrero de 2015

Viernes 06.02.15 Roma. Y tengo pasaporte. Hasta el 2025, o hasta que lo pierda o me lo roben.

Nada más salir del hospital me dirijo al consulado con el firme propósito de convencer a quien sea. No será necesario. Cuando llego y digo que vengo a ver si esta mi pasaporte, el funcionario sale al momento con el en la mano, me hace rellenar un impreso y tras identificarme con mi DNI me lo entrega.

He pasado antes días por Roma, pero o bien arrastrando la bici o con alguna misión que no me ha permitido hacer verdaderamente turismo. El día sale soleado, pero eso cambiara pronto y llueve, como estaba previsto, solo que sin la bici, sin prisa, sin tener que buscar donde dormir, la lluvia la veo de otro modo. Me refugio cuando aprieta y camino con la chaqueta puesta. Cuando caminas, vas erguido y de ese modo, las perneras de los pantalones se mojan muy poco, es al rodar con la bici cuando la parte de los muslos suben y bajan poniéndose en un plano perpendicular al agua y te calas. Son los vehículos con los que te cruzas los que despiden agua contra ti y te calas. Son otras las circunstancias. Así caminando me mojo muy poco. Visitaré alguna plaza y fuente, algún obelisco que tenia ganas de observar sin prisas, veré tranquilamente el Panteón. Y simplemente ir de la Plaza del Popolo hasta la de Venecia por la vía del Corso sin un palmo de lengua fuera por que necesito encontrar algo a tiempo o hacer una gestión como en pasadas ocasiones. Un placer. La lluvia desluce, o así me lo parece, pero no era la lluvia lo que me impedía disfrutar de las cosas, si no el modo en que he “vivido” la lluvia. El estar permanentemente calado, la lluvia más el frío, la incomodidad de caminar con unos pies siempre mojados. De cualquier modo, prefiero que deje de llover, no nos confundamos.

A medio día llamo a Margherita, me ha dicho que me acerque a su casa si puede ser hoy y hemos quedado a las 19:00, mi hora de regreso al hospital no ha de pasar de las 22:00 pero no vive lejos, en algo menos de una hora puedo cubrir la distancia paseando.
Grato encuentro y cena con mi querida Marga, se encuentra algo mal con su garganta. Mientras cenamos vemos parte de The Straght Storyde David Lynch, película de la que le hable y que me marco profundamente, en el sentido de desear viajar despacio. Pase un tiempo mirando catálogos de motocultores y pequeños tractores con Lev hace unos años y ahora sueño con poder disponer algún día de un motocarro de estos que tanto veo por aquí en Italia y convertirlo en una autocaravana low cost. La movería pocos kilómetros al día, por eso del combustible, pero el problema ya no es la compra, si no mantener su mecánica y el costo del seguro. En fin, un sueño, solo eso.

Me da la buena noticia, Marga, que posiblemente disponga de unos días libres en la semana del 16 al 22 de febrero, si es así igual rodamos juntos por el Adriático, desde Bari hacia el sur, hasta donde ella disponga de tiempo. De cualquier modo no tomaré el barco hasta que cobre mi pensión y eso no sucede antes del día 25 de modo que no me importa dejar Brindisi atrás y regresar el 22 hacia allí. Por otro lado me ilusiona la idea de compartir esos días con ella y vivir la experiencia de viajar acompañado aunque solo sea por unos días.

Mi simpatía hacia Marga va más allá del simple agradecimiento, que siento y mucho. Me gusta esta mujer y me siento especialmente bien cuando comparto tiempo a su lado. Tengo los pies en el suelo e historias como La Dama y El Vagabundo solo se dan en la factoría Disney.

Me dice que está enfadada conmigo. Por irme al hospital de peregrinos en lugar de alojarme en su casa. El tema lo soluciona invitándome a ir mañana a su casa, donde permaneceré hasta el lunes día 9 en que partiré por la Vía Francigena Meridional.


No he mencionado que ayer, Cesar, se me quejo de algunas cosas que no le terminan de gustar del funcionamiento del hospital, en confidencia. Hoy noto que el ambiente está tenso, no por el, que ya partió, si no entre Lorenzo y Ana, la hospitalera. Ni de lejos con el cálido que se respiró por aquellos días de Navidad con Ilaria y los otros peregrinos. Se nota que Ana no termina de estar cómoda y que alguna fricción se esta creando por aquí. Estoy contento de salir mañana. Me dicen que a las 8:30 estará por aquí Nicola, que mañana tienen organizado un recorrido por algunas iglesias y probablemente les acompañe si no me ponen pegas, sera un modo de conocerlas, de pasar la mañana con Nicola, que aprecio y de estar distraído hasta medio día. Con Marga he quedado en su casa a las 18:00 y dispongo de tiempo de sobra. 

Se siente mal de la garganta, congestionada. Aún así se empeña en preparar algo de cenar. 
Jueves 05.02.15 Roma. Me ha sentado bien el dormir una noche sin estar expuesto al clima. Una habitación que no es cálida, se me ha antojado como si lo fuera por el simple hecho de no tener la nieve frente a mi cara ni el viento dando en ella toda la noche.

A pocos kilómetros de donde estoy encuentro el primer bar abierto, un cafe caliente y las ganas de estar en Roma obran el milagro y me dan fuerzas. Llueve con insistencia, pero el saber que podré quitarme las ropas, todas, ducharme con agua caliente, dormir sobre una cama en un lugar casi cálido, todo ello me va dando fuerzas. Y voy devorando kilómetros que otros días he ido retrasando para no estar allí antes de tiempo.

No logro ver el encanto de las ciudades con lluvia. Supongo que no soy objetivo, pero es que en este momento he estado 10 días bajo el agua, 7 de ellos bajo diversas formas de nieve y solo deseo estar en sitios secos.

Cuando llego al hospital de peregrinos, me esperan. Sabían, por que así lo comenté, que regresaría a por el pasaporte y a pesar de que me abre una hospitalera que no conozco, tan pronto comienzo a explicar quien soy, me suelta, “eres Xabier”. Me hace pasar y rápidamente me ofrece algo de comer. Benditas mujeres, son nutricias por naturaleza y muestran su lado más amable dando alimento. Allí en la cocina veré a Lorenzo, que conocí de diciembre, llega al momento Patricia que vi brevemente por esas fechas y Cesar, un nuevo hospitalero que termina de realizar un cursillo y con el que rápidamente congenio. Ferroviario jubilado y voluntario en diversos proyectos, aquí en Italia y por algún lugar de hispanoamérica donde viaja con frecuencia y de donde conoce el español, que curiosamente no habla con acento americano. Me habla igualmente en catalán, que conoce por su tierra y por una amistad que mantiene media vida con un barcelones a quien visita con cierta regularidad.

Me dejan un ventilador de esos que despiden el aire caliente y comienzo a calentar mi estancia y secar frente a el mis pertenencias. Duchado, cambiado de ropa y compartiendo con Cesar una cena caliente y de cuchara me empiezo a sentir mejor. Ana y Lorenzo salieron esta noche, Patricia solo paso a saludar. Tras la cena me siento agotado, con todo el peso del cansancio acumulado estos últimos días. Mañana aún anuncia lluvia, pero el domingo parece que lucirá el sol. Palabra que lo necesito como nunca antes en mi vida.

Mi pasaporte se supone que llega mañana y se supone igualmente que me lo darán el lunes. De aquí del hospital,  he de salir el sábado pero creo que con insistencia y buena suerte puedo lograr que teniendo la embajada desde mañana el documento en su poder, me lo puedan dar y de ese modo ahorrarme la complicación de las dos próximas noches.

Una vez tenga el pasaporte, aún me quedarán las jornadas en que he de atravesar, algo más al sur de Roma, eso si, los Apeninos y por fin alcanzar la costa Adriática y alejarme cada día más al sur y al calor. Viendo las previsiones meteorológicas en la prensa, estos meses, que hay por Italia, siempre encuentro días más soleados, más cálidos, en esa zona de la costa hacia la que me quiero dirigir.
Lunes, martes, miércoles 02,03 y 04.02.15 Retorno a Roma. Parece guasa, pero he estado en Roma en diciembre, regresé en enero y ahora me dirijo a mi visita de febrero.

En estos días no veré el sol. Siempre con lluvia o nieve. Temperaturas bajo cero, a medio día cuando crucé Espoleto, el termómetro había subido a -2 grados, no quiero saber por las noches a donde bajará.

En estas condiciones, yo al menos, no se hacer turismo y me limito a sobrevivir. Paso el día pensando en el momento y el lugar donde poder meterme dentro del saco. Cuando ya estoy dentro de el, en dormir, y tan pronto despierto en la hora en que este abierto un lugar donde poder tomar algo caliente.

La sensación de ver Assisi por la mañana suspendida en el cielo fue mágica, me explico. Está en alto y domina el valle, valle que la niebla hizo desaparecer y durante unos instantes el sol iluminó la ciudad que fue una isla flotando en el cielo, como si sobre una nube estuviera, se mantenía ingrávida sobre la nada. 

Ya no viajo en la distancia, si no en el tiempo.

Se trata de que el tiempo pase, que mejore un poco, llegar a zonas más cálidas si es que existen.

Lo de los frenos de la bici no es importante, con tan solo una visita al taller queda solucionado, tensado de cables y sustitución de las zapatas traseras que ya no son ni un testimonio de lo que fueron, han desaparecido en apenas dos meses de rodar. Esa operación sencilla me ocupa mucho tiempo, el mecánico atiende a un cliente que se compra media tienda y se deja una cantidad de dinero tremenda, bici y equipación al completo, todo de alto precio y lógicamente el dueño de la tienda no lo va a desatender para tensar dos cables. El tiempo que permanezco en la tienda-taller me es grato, me mantiene apartado del duro exterior y no tengo prisas por salir al mundo. 

El martes llegue a una gasolinera cerrada a medio día, frente a ni la nieve cayendo y yo mojado y aterido de frío. Me metí en el saco tan pronto pude y pase allí dentro toda la tarde, la noche, la mañana y la tarde del día siguiente. Sin que el tiempo me diera un respiro, febril, solo tomando algún trago de agua y analgésicos. Contando la distancia y los días que me separan de Roma, por que puedo llegar con esfuerzo, pero ¿después que? ¿para que llegar antes de tiempo? Fantaseo con quedarme dentro del saco hasta el fin de los tiempos y vivir en directo mi proceso de saponificación.

Decía hace unos días Margherita a su amiga Marta que yo creo en la providencia, ¿como no creer en ella? El miércoles por la tarde, desesperado, soñaba con 3 cosas. Por supuesto, lo primero, una habitación que me mantuviera apartado de las inclemencias del tiempo, con comida que no tengo en este momento y puestos a pedir, con un aseo. Esta gasolinera, como muchas que he visto, funciona con pago automático y carecen de empleados, de cualquier modo apenas si he visto detenerse a nadie, tan solo veo la nieve a mi alrededor. El miércoles por la tarde, mientras sueño con esos tres deseos, se detiene una furgoneta. Es un empleado de Repsol o un ángel disfrazado de ello. Un africano joven. Mi primer pensamiento es que me dirá que me marche. No es así. Se acerca a mi y lo primero que hace es preguntarme como me encuentro. Le digo que ando con fiebre y que espero mejorar un poco para continuar. Me dice que los próximos dos días el tiempo seguirá igual y que he de bajar hacia Roma cuanto antes por que la diferencia de temperatura es notable.

Se retira a la furgoneta y al momento se me acerca con una botella de agua, un paquete de galletas, me abre una habitación donde guardan cosas de limpieza y que dispone de un aseo impecable, limpio. Me dice que duerma allí, que mañana regresará y si no he podido moverme por que sigo mal ya veremos que solución tomar.

Habitación, comida y aseo. Las tres cosas en que he estado soñando todo el día. No puedo evitar tararear "Angelitos Negros" de Antonio Machín

Del resto de cosas que he ido haciendo estos días, ciertamente las tengo mezcladas entre ellos, los lugares que he pasado que ni los recuerdo, esta todo confundido con diversos episodios en que la fiebre, el frío y la desesperación me llenaron los pensamientos de alucinaciones y solo quería que pasara el tiempo para poder llegar a Roma, a por mi pasaporte y por la calidez que fuera de Úmbria confío encontrar. Es una sensación extraña, no es que olvide las cosas, es que se me hacen iguales unas a otras, no sintiéndome con fuerzas ni ánimos para visitar ni hacer nada. Las manos, principalmente, siempre frías, no se si por la temperatura, por tenerlas casi siempre húmedas, los guantes que prometen ser impermeables, no lo son, el calzado igual, supongo que tienen unos límites, un nivel de tolerancia que han sobrepasado, como mi espíritu en este momento. Ponerme a manipular el hornillo, el contacto con el metal o el agua helada, se me antoja un tormento que evito. De igual modo noto, tal vez por la congestión de mis músculos ante esta climatología adversa, la bicicleta más pesada de mover, mojada como está la encuentro inhóspita y meter la mano entre sus bolsillos, siempre calados, la bolsa delantera no es estanca, es algo que evito. Leer, igual, si estoy sentado aprovecho para calentar las manos y no quiero tenerlas con nada entre ellas. Cuando apareció el empleado de la gasolinera, llevaba desde un breve paseo, con la intención de calentar los pies, horas, como unas 6 o así, con los pies dentro del saco sin lograr que entraran en calor. Tan pronto entre en la habitación que me ofreció, a los pocos minutos, empezaron a recuperar una temperatura que no se me antojara dolorosa.

No es que la temperatura sea tan baja, que no lo es. Se trata de la exposición continua a los elementos, se trata de que las prendas no se secan y por las mañanas me he de vestir, por preservar las secas, con prendas que están caladas del día anterior. De ir siempre, todo el día, con unos calcetines que no terminan de secarse dentro de unas botas mojadas, de ponerte unos guantes húmedos o calados, según el día, por que prefiero esa humedad que en algún momento puede llegar a ser templada, a la exposición al agua fría exterior. Todo eso que un día llega a ser soportable, cuando los vas sumando y la perspectiva que tienes ante ti es la de nuevos días en idénticas e incómodas circunstancias, sin esperanza, socavan el ánimo y de algún modo te hacen más vulnerable a los elementos, te hacen más permeable, más descuidado y vas sumando errores.

Voy a adelantar un día o dos mi llegada a Roma, Allí la temperatura es por lo menos 10º más alta y ya veré como soluciono las cosas, pero no me veo con fuerzas de ir vagando dos o tres días más en estas condiciones y viajando en el tiempo más que en la distancia, como decía unas líneas más arriba.
Domingo 01.02.15 Assisi. Que bonita es la nieve ¿no?. No se que decir. Dia de nieves desde que comencé a rodar. Solo cuarenta minutos por la mañana me he mantenido alejado de ella. Desde las 8 hasta las 11 rodando bajo la nevada y el resto del dia con intervalos de esta pero todo el tiempo teniendo nieve a mi alrededor. La sensación de ponerme la ropa mojada a las 5 de la mañana no es sencilla de describir, por que ciertamente no se seco lo que ayer empapé, calcetines y botas incluidos. Dudo entre ponerme en movimiento o no, pero si me detengo me congelo y al menos rodando voy logrando que el calor corporal seque poco a poco mis prendas.

En Foligno, al ir a tomar la taza de mi capuchino de las manos de Gina, le rozo sin querer, sin tacto como estoy, su mano y como me la notará que sin decirme nada se pone a calentar agua con la cafetera en una jarra, me la lleva a donde estoy en la barra y me dice que caliente en ella mis manos. Mauricio, el dueño del local, se empeñara en no querer cobrarme el café, donde permanezco un rato mientras el granizo se torna en nieve, hablando de como es viajar en estas condiciones.

Ruedo a ratos y me detengo otros. Si encuentro donde hacer noche no me pienso mover, pero es que no veo nada interesante, igual lo hay y estoy ofuscado y embrutecido por las condiciones del día. Igual no soy capaz de encontrar ni ver nada. Así, de ese modo, voy sumando kilómetros en una jornada especialmente dura, de las más que recuerdo desde que comencé a viajar. Y así sin darme cuenta llego a Assisi.

Visitando el monasterio franciscano, la iglesia de arriba, que después veré la de abajo y que me gustará, no se por que, mucho más, visitando la tumba de San Francesco, hablo un rato con un fraile venezolano recién llegado, apenas unos meses en Assisi y el vigilante que hay por allí. El fraile es pura ingenuidad, de la zona de Valencia, es el vigilante quien me pregunta donde voy durmiendo cada noche, pregunta que se repite en muchas conversaciones con quienes se interesan por mi periplo, y cuando le digo que voy buscando techos, me mira y me ve chorreando agua, pantalones y botas empapadas. Me dice que me acerque a una iglesia que esta como a un kilómetro y que hable con un fraile, Enzo. Tardaré un rato en ir, tras visitar todo el complejo del monasterio. Otro lugar Unesco.

Siguiendo las señas llego a un local parroquial, chicos y jóvenes con el futbolin, de charla y saliendo a fumar al patio en ocasiones. Me dicen que Enzo no está, pero que si necesito hablar con el, ellos le pueden llamar. Les cuento mi película y uno de ellos le llama, Enzo no puede venir hasta mucho más tarde, pero que me acomode y que por supuesto paso la noche en el local parroquial.

A partir de ahí dos jóvenes me interrogan sobre eso de viajar con bici. No quiero pintarles las cosas muy fáciles, por que no lo son, pero incluso cuando les hablo de las dificultades de algunas jornadas, eso se les antoja aún más aventura y creo que soy culpable de dos nuevos ciloturistas más. Pronto comienzan a planear que el próximo verano pueden hacer una ruta por Italia, al escuchar “verano” me tranquilizo. Más si es en solar patrio, que les hará las cosas más sencillas por muchas razones.

Finalmente aparece Enzo, no me entiende una palabra, por suerte yo si le entiendo. Regresa con no se quien que si entiende español y me dice, va con prisa, que cuando descargue mis cosas me traen de cenar. Insisto en que viajo con comida, pero le importa un comino. Me traen unas lentejas con un tipo de embutido que no conozco, sabe a comino, y pan. Ya he cenado esperando, pero no pienso desaprovechar una comida y ceno de nuevo. Poco antes de dormir aparecen dos jóvenes con un colchónahí si que no, tengo montado mi catre y no lo necesito, les ayudo a subirlo al piso de arriba y me dispongo a dormir. Caliente y seco. Con un aseo que dispone de ducha. No se puede pedir más en una noche como esta y tras un día que me ha dejado el cuerpo molido. En estas condiciones el cuerpo esta entumecido y el esfuerzo físico se me antoja mucho mayor que en condiciones normales. Assisi una preciosidad de población, por cierto.
Sábado 31.01.15 Trevi. Por suerte los cafés abren muy pronto, a las 6 ya encuentras algunos abiertos, pocos, muy pocos, incluso un poco antes. Y gracias a eso entro en uno de ellos pasadas las 6 mientras fuera nieva. Cuando me ven aparcar la bici en la puerta, la mitad de la parroquia me expresan su admiración, mucho "complimenti" pero la totalidad de la misma, estoy convencido de ello, dudan de mi estado mental. Con todo, el capuchino matutino me devuelve a la vida como tantos días y hago tiempo a que la luz sea suficiente como para rodar y que mis manos sean capaces de algún movimiento.

El camino de hoy será una sucesión de pueblos por el desfiladero que va desde Marmore hasta San Anatolia di Narco en donde un largo túnel, más de 4 kilómetros, me permite evitar el puerto que separa Terni de Espoleto. Esta garganta, al ir por el recorrido del rió, no tiene cuestas pronunciadas y se hace cómoda de recorrer. Solo la dureza del clima la hace insana. Los pueblos son una repetición unos de otros, colgados en una cornisa en las montañas o en la cresta de un monte, recorren la rivera que no llega a formar valle en ningún momento por su estrecho espacio. A ratos nieva.

Al llegar al túnel, se que al menos durante un rato descansaré del agua que el cielo me esta regalando, cansado ya de ella. No recorro ni la mitad del recorrido cuando un coche de un servicio de emergencias se pone a mi lado y me hace un aviso. Por el túnel, me informa,  no esta permitido que circulen bicicletas. Mientras vemos la mejor solución al problema, ya que estoy más o menos por la mitad del mismo, se detiene un coche de Carabineros que me dicen lo mismo, les digo que no hay señales a la entrada que avisen de esa prohibición y tras hablar entre ellos me ofrecen que el coche del servicio de emergencia, que es una furgoneta realmente, cargue mi bici y me saque de allí. Como expresar la sensación de poder calentar mis manos con la calefacción del vehículo.

Ya en el otro lado del túnel, Francesco, que así se llama el sanitario que lo conduce, me indica el camino a seguir, ya que la salida del túnel sin ser autopista, es una superestrada con el tránsito de bicis no permitido. Tras un par de poblaciones y tras visitar otro sitio Unesco, cruzo uno cada dos días de media, me planto en Trevi.

La subida son cuatro kilómetros de cuesta, pero lo peor no sera la subida. Arriba no veo lugar para dormir que me agrade y abajo, en Burgo de Trevi, si tengo localizado uno genial. Pero es que comienza a llover en serio, mucho, muy fuerte. Dispongo de poco tiempo de luz por lo que me decido a bajar sin esperar, pero la bici, así por las buenas, deja de frenarme, ambos frenos, en ambas ruedas. La bajada con esa lluvia intensa y haciendo malabarismos para que no acelere en exceso me supone llegar a Burgo de Trevi agotado y atacado de los nervios por la tensión, con mañana domingo imposible de encontrar taller y calado hasta la médula.

Por suerte dispongo de ropa seca y nada más llegar me desprendo de todo lo que tengo para ponérmela. Sin confiar en que la noche seque la que me he quitado, ahora se trata de entrar en calor y mañana veremos. Trevi no me ha gustado especialmente, pero ojo, ver lugares bajo el agua o la nieve, con frío, la noche encima, preocupado por donde dormir, no es el mejor modo de hacer turismo. Seguro que en un día luminoso y cálido, seco y bien comido, el lugar me puede resultar encantador.

La noche amenaza con ser dura, por lo menos el lugar de que dispongo tiene techo amplio y más de una pared, por lo que puedo elegir la esquina que mayor protección me ofrece y entro pronto en el saco con la esperanza de poder descansar unas horas antes de que el frío me despierte. Eso sucede entre las cuatro y media a las cinco y media casi cada día, a partir de esa hora permanezco en el saco pero ya sin dormir. De cualquier modo, al dormirme pronto, tengo en mi cuerpo horas suficientes de sueño y puedo permanecer en el saco hasta las 6 poco más o menos al resguardo del tiempo y a la espera de la hora de apertura de las benditas cafeterías.