Jueves
02.04.15 En una playa cerca de la autovía. La noche no fue buena. Ni
un poco. Apenas termine de dormirme cuando noto agua en mi cara. El
techo de madera bajo el que me refugio deja pasar el agua, que cae
torrencialmente, por todos lados. Por suerte tengo junto a mi, la
caseta de los taxistas y en ella me resguardo sentado junto a ellos.
Con la lluvia su trabajo se multiplica y no dejan de entrar y salir
con llamadas. Me dedico a secar en su estufa mi empapado saco de
dormir.
En
un momento que la lluvia se calma monto el doble techo sobre la bici
y meto debajo mi catre. Segundo intento y segundo fracaso, este más
frustrante. Hasta la fecha, el doble techo ha ido trabajando mal que
bien. Su capa interior impermeable esta cuarteada y desaparecida en
muchos sitios, las costuras termoselladas ya desaparecieron entre
finales de verano y el otoño. Se ve que tensada con sus varillas y
los vientos, la tela tensada, sigue ofreciendo algo de protección,
pero sin el auxilio de estos el doble techo es un colador y entra el
agua por todas las costuras.
De
nuevo a la caseta y de nuevo a secar el saco y alguna prenda más que usándola de almohada ha sufrido igualmente el agua que se coló.
Cansado,
mojado, cabreado, preocupado por el doble techo y aún con todo
agradecido de contar con techo y la amabilidad de estos hombres. A la
1 hacen y tomamos un te, a las 3 serán unos cafés y galletas. Desde
esa hora el trabajo se interrumpe y quedan de guardia, dando alguna
cabezada tumbados en el banco. Yo, sentado, veo películas bélicas y
telecomedias turcas. Me divierte como censuran los cigarrillos
pixelando la imagen, o las manchas de sangre. Eso durante la
madrugada. No quiero pensar en horario infantil lo que pueden llegar
a pixelar. Duermo unos 20 minutos, suficientes para lograr una
esplendida tortícolis.
A
las 7 llegan el resto de taxistas, la guardia la hicieron solo dos, y
parto bajo la lluvia a desayunar.
El
resto del día lo paso buscando abrigo. Cuando sale el sol quiero
extender mis cosas para secarlas y ambas cosas suceden a un tiempo.
Una caseta de playa, con techo y paredes a media altura y sol. Con
las cosas puestas a secar, catre incluido, me tumbo sobre el y me
termino durmiendo. Será solo una cabezada, dos niños me despiertan.
Hermanos de 14 y 15 años. Me interrogan sobre mil cosas y a la hora
y media de dejarme aparecen de nuevo, esta vez acompañados de su tío.
En
un rato que el tío corre descalzo por la arena me cuentan algo de su
historia. Tenia ocho hijos y en un accidente, que no me detallan,
perdió a siete de ellos. Y la cabeza: Desde entonces no es el mismo
de antes, y sin conocerlo de antes, se nota que algo no le funciona
del todo bien.
Me
dejan poco antes de ponerse el sol y no espero más para meterme en
el saco a dormir. Me costará un poco, tanto café, te y cigarrillos
con la noche sin pegar ojo me pasan factura y tengo algo de acidez.
Pero el sueño me vence.
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