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jueves, 9 de abril de 2015

Sábado, domingo, lunes y martes. 04, 05, 06 y 07.04.15 Avcilar y Estambul. La autovía tranquila por la que he circulado estos días se convierte a 20 kilómetros de Avcilar en un autentico infierno. Pasa de dos a tres carriles. Más dos adicionales en cada lado para la incorporación, lo que suponen 10 carriles de apretado y enloquecido tránsito. A 5 kilómetros de Avcilar decido caminar al ver peligrar mi integridad. Camiones que me pasan a escasos centímetros con un bocinazo como única precaución.

Desperté con frío. En algún momento de la noche el cielo se despejó y heló. La mañana es clara y luminosa y el frío no se irá en todo el día.

Estas poblaciones por las que paso son y no son Estambul. Tienen nombres propios y vida propia, pero se suceden sin solución de continuidad formando parte de ciudades dormitorio o más bien como barrios más o menos apartados de esta gran ciudad.

No se si mencione lo de las cuestas. Desde que puse los pies en Turquía no he disfrutado de un llano. Y es que la autovía, lejos de ir buscando valles y sortear colinas, las sube y baja todas. No las bordea, ni una, sube hasta la cima y se deja caer para comenzar de nuevo el ascenso hasta la siguiente. Así kilómetro tras kilómetro. Y las poblaciones las atraviesa a ras de suelo, partiendolas en dos. Ni túneles ni pasos elevados. A saco.

La ausencia de mediana en gran parte de su recorrido hace que los vehículos o personas la crucen por donde se les antoje. He visto coches, cuando el tránsito no era tan denso, en dirección contraria por el arcén o aparcar el tractor en la autovía y listo.

Me esperaba una Turquía menos occidental, lo reconozco y veo los lugares por los que paso mucho menos orientales que por ejemplo Albania. No muchas mujeres al modo tradicional menos en Estambul donde las veo más, si bien muchas no son turcas, si no de otros muchos lugares de Oriente medio. Sus costumbres difieren mucho igualmente de las escasas que se veían, Tirana aparte, por toda Albania. El uso del alfabeto latino, lo reconozco, me ayuda mucho a moverme y entender lo que pone, esto último relativamente.

La primera tarde, en Avcilar, la pasaré recorriendo un parque que hay junto al mar. Viendo a la gente montar unas diminutas barbacoas sobre el césped para cocinar sus alimentos y hacer su picnic en familia o entre amigos.

Al pasar frente a un club deportivo de “lucha en aceite”, coincido en la puerta con un antiguo héroe, me invita a pasar y, mientras comparto un té con el, los ojos se me salen viendo su colección de fotografías, de pasadas competiciones, luchadores y carteles de decenas de años que coleccionan y decoran sus paredes. Están viendo el europeo de voleibol femenino y me comentan de sus equipos. Las horas pasan y no encuentro donde hacer noche. En las ciudades eso siempre me resulta más complicado. Finalmente los taxistas salen en mi ayuda y compartiré noche en una parada, bajo el techo de su oficina. Otro té, me invitan.

El domingo localizo al anfitrión que me buscó Marga y respiro sabiendo que el parking de mi bici ya esta resuelto. Así mismo me invitan a pernoctar las noches que restan hasta que tome el avión a Roma. Barkey es el contacto, si bien comparte casa con un amigo, Cem y con su primo, no recuerdo el nombre, un joven policía de Estambul.

El lunes ya sin bici, y acompañado de Cem, cubrire los kilómetros que me separan de Estambul para visitar la ciudad. Y entre visitas, excursiones, comidas y reposo dejo pasar los días de espera, con la tranquilidad de no estar pendiente de la bicicleta ni de tener que buscar donde dormir. Días de lluvia y frío. El martes no subirá el termómetro de los 6 grados. En la casa no dejan de entrar y salir amigos de ellos, algunos de los cuales, siempre distintos, cenan con ellos o pasan la noche allí.

A mi regreso de Roma deberé de hacer en dirección contraria algún kilómetro y confío que, ya metidos en la primavera, el tiempo transcurra a mi favor haciendo el clima menos ingrato.


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