Sábado
27.09.14 Ruta dos Faros, Costa da Morte. Extraño es este modo de ir
a un sitio. Las rías hacen que lo que ves frente a ti y al alcance de
tu mano este a 25 kilómetros y si esta a tu mismo nivel sobre el mar
antes tengas que subir y bajar cien veces. Me alejo de Camariñas
para ir a Camariñas.
Ayer
recogí información sobre esta ruta en la oficina de turismo que es
a la vez de información al peregrino en Muxía, información que esta
misma mañana e amplió la dueña del bar donde tomé café y en donde
al hojear la prensa de aquí leo una noticia sobre el tramo que
recorrerá una asociación que lo fomenta y visita en fines de
semana.
Tras
unas semanas de peregrinos, encuentro este camino desierto, de gentes
y flechas, de ingenios mecánicos y de todo, solo el vuelo y graznido
de unos cuervos con vocación marinera me hacen saber que el mundo
sigue vivo. Soledad en la carretera, al cruzar los pueblos y aldeas.
Cuando
el café, vi a los que regresaban a Santiago toando el autobús, a
los que reunidos en el café emprendieron camino a Fisterra y a un
nutrido grupo de jóvenes del pueblo que conversan sobre un concurso
de buceo que hoy comienza en la localidad y en el que muchos de ellos
participan.
Me
cuesta entrar en calor, subo las cuestas aún en manga larga y las
bajadas me dan frío, tardo en saludar al sol metido como ando entre
montes al borde del mar y enano ante los altos árboles que me
flanquean. AL cruzar un río que desemboca en playa, desierta y en
calma me detengo a observar como la bruma baila sobre su reposado
cauce bajo el puente. Silencio, no, un graznido, escarban un campo de maíz ya segado. Un perro da vueltas sobre su espalda, perezosamente
gozando del sol.
Tanta
paz abre el espíritu, desde Muxía por Ponte do Porto, Caariñas que
la encuentro en día de mercado y ya desde allí comienzo a rodar en
dirección a Cabo Villán y si antes abrí el espíritu ahora lo lleno
de cosas bellas. Precioso faro, más visto desde el este a i parecer
y comienza una pista de tierra que pasa junto al Cementerio Inglés. Después una prolongada cuesta dejando a la izquierda un fenómeno
curioso, entre montañas de roca con vegetación, algún árbol, y una
sola duna que se forma a más de 100 metros de altura, cosa
sorprendente y bella, en la Ensenada de Trece.
Más
subida, donde la rueda trasera ya se niega a hacer agarre y en lo
alto dos ciclistas de Santiago que hacen esta misma ruta a la
inversa. Me ayudan con indicaciones. La falta de “etapas” ya
fuera del camino me hace recorrer mayores distancias y más duras por
lo prolongado de las subidas y el estado de la pista.
Arou
y desde allí a Camelle donde decido detener al fin, mañana más.
Llevo
comida y como más que estos días pasados. Un pan que compré en
Camariñas de tipo que desconocía, pero si había visto por aquí
antes, resulta ser una delicia. La pieza es grande pero cortan y
pesan la cantidad del mismo que decidas comprar.
En
Camelle me confirman algo que me apuntaron ya los ciclistas, al menos
en lo que se refiere al tramo entre esta población y la cercana
Traba, este sendero no es transitable para bicis, pasa por playa de
bolos y después sube el bosque por zonas solo aptas para ir a pie.
Paseando
por el pueblo mientras busco lugar para hacer noche unas ancianas e
hablan sin que logre entender absolutamente nada de lo que me dicen, sonrío como un idiota, por cortesía y hago como que soy extranjero,
que es en realidad lo que soy para ellas, como una de ellas al final
me señala un lugar, para el me dirijo y el donde termina el paseo
que bordeando el puerto lo cierra, el bonita la vista desde ese punto
y con eso e quedo sin saber nunca que querrían decirme.
En
la forzada paz de mi retorno a la soledad repaso uno por uno los
rostros, voces y gestos de la gente con la que desde Caminha he compartido algo del camino, hospitaleros o peregrinos, bibliotecarias
y panaderas, gente que con el café , tras sus barras, me dio algo
más que una humeante taza, un consejo o indicación, que en la
puerta de sus casas extendió su brazo para señalarme por donde debía ir.
Esta
noche, la puerta del centro de salud me hace de refugio,
suficientemente retranqueada de la fachada como para mantenerme seco
del rocío, que la lluvia no se espera.
Por
cierto, Verónica, tu no roncas, la que durmió sobre ti en la litera
ya lo hizo por las dos, por todos. Besos para ti y para Rosario, todo
un lujo haberos conocido.