Sábado
28.02.15 Himarë. Ayer adquirí una tarjeta de teléfono, se supone
que con ella puedo usar una cabía ya que estas no aceptan monedas.
Recorrí todas, TODAS, las cabinas de Sarandë sin lograr hacerla
funcionar. Cuando le pregunto a un policía le entiendo que las
cabinas nunca funcionan.
Hoy
en Himarë voy a otra oficina de la misma empresa que me la vendió.
Estas se encuentran siempre junto a las oficinas postales y son de la
empresa nacional de telecomunicaciones. Por que de nuevo intente
usarla sin éxito. Una empleada me acompaña, muy amable, a una
próxima cabina y tampoco le funciona. Me dice lo mismo, que aquí
las cabinas funcionan fatal. Sumado a que en los 90 km o así que
llevo por el país no se ve nada parecido a un wifi público, ni en
bares ni locutorios ni nada que se le parezca, desespero , pues
comunicar con Marga comienza a ser urgente tras lo que leí en mi
correo por Iogumenitza.
Un
camionero que habla un poco todos los idiomas de Europa me alarga su móvil dentro de la tienda con una sonrisa. Gracias a eso puedo hacer
una breve llamada y ya se que el próximo día 6 podré ver en
Tirana, aeropuerto, a Marga. La empleada de la tienda se compadece de
mi y me presta su ordenador, con lo que igualmente podré responder
un correo y repetir, la conversación telefónica fue espantosa, día
y hora de “nuestra cita”.
El
miércoles amanecí en Italia, pasé la noche cruzando el Adriático,
dormí en Grecia el jueves y hoy he despertado en Albania, todo esto
se va pareciendo peligrosamente a aquella película titulada “Si
hoy es martes, esto es Bélgica”.
Ahora
información de las carreteras. Hoy he circulado por una nacional, lo
mejor tras las autopistas, que por la zona costera y más o menos
turística no he llegado aún a donde la hay. Esta nacional esta más
concurrida que la secundaria por la que rodé ayer, pero concurrida
sobre todo de: cabras, solas o en rebaños, vacas, ovejas, gallinas a
montones, una cerda descomunal que pasea por ella con sus nueve
lechones, a todo esto, los animales van solos, sin pastor, que los he
visto y muchos por los montes. Coches, lo que se dice coches, o su
versión local que son mercedes, pasa uno cada media hora, pocas
motos, ni un atisbo de bicicleta, por toda esta zona al menos,
Pequeños autobuses si me voy cruzando, son furgonetas con asientos.
Las
tiendas vienen a ser una estantería montada en un bajo, si tiene dos estanterías ya se anuncia como supermercado y los bares que he
visitado tienen para tomar, un café, un refresco y poco más. Un
desayuno en condiciones aquí se me antoja harto complicado y en
cuanto a comprar comida en las tiendas otro tanto de lo mismo, con
muy poco donde poder elegir y precios nada bajos. Por fortuna creo
que no serán muchos los días en que tarde en dejar atrás el país y
por desgracia puede, no tengo la menor idea, que en Macedonia la cosa
sea igual o peor.
Calado
hasta la médula dejo atrás Himarë para refugiarme bajo techo en la
terraza del bar de una gasolinera. Mañana tengo que cruzar, tras
Palase, una montaña que se me interpone camino a Vlorë y de la que
me han advertido es dura de subir. Con el estado de mi pierna, que me
sigue doliendo, me veo haciendo el puerto caminando con la bici a mi
lado en la mano.
En
la terraza logré secar algo mis pantalones, no me atrevo a cambiarme
estos por unos secos ya que desconozco mañana que tiempo tendré, o
pasado, y quiero llevar siempre unos de reserva por eventualidades o
emergencias serias. Puestos se me secan más rápido si bien no es
agradable el proceso de secado. Cuando llega el cambio de turno en la
gasolinera, el encargado, un señor mayor, me da la impresión que no
ve con buenos ojos mi presencia, por lo que regreso a Himarë a
buscar nuevo acomodo para la noche.
De
nuevo es otra terraza, techada, cerrada por la estación, de un
restaurante que si trabaja. Viron, su dueño me permite hacer noche
en ella. Me ofrece grappa o vino, rechazo amablemente teniendo en mi
recuerdo el alcohol de días pasados y sus efectos sobre mi.
Conversamos un rato mientras dos mesas que tiene ocupadas se demoran
tras la cena. Contento por que logré usar el teléfono, por las
noticias que por el recibo, lo mismo por los correos, por que estoy a
salvo de la lluvia y estos benditos pantalones se terminaron secando,
por lo reconfortante que resulta conversar, por que a pesar de lo
accidentado del terreno y mi dolorida pierna avanzo a un ritmo
aceptable, contento por que si bien las opciones que mi economía me permiten se enfrentan a las dificultades de unas tiendas y bares
“complejos” me alimento aceptablemente bien cada día. Si hago
resumen del día, realmente no fue tan malo y mañana igual le da
por lucir el sol.
Precios:
como no están marcados, te cobran lo que quieren, Tengo que tomar la
costumbre de preguntar antes, pero un extraño desayuno hoy me ha
salido por 100 leke o una infusión por 50 estando el cambio del euro
a 138 leke. Barato en general consumir en bares y caro comprar en
tiendas cosas envasadas. El tabaco, una marca griega que compré en
el barco, tienda libre de impuestos, 25 gr por 2,60€, aquí esta en
venta con impuestos por 280 leke, una ganga.
Me
contó un albanés que conocí en Italia que se vende en los mercados,
aún no he tenido ocasión de visitar uno, a granel, el tabaco, del
que la gente cultiva y elabora en sus casas como un vegetal mas y que
sus precios pueden resultar espectacularmente bajos. Me dijo que el
compraba el kilo por unos 10€.
Otra
cosa, a diferencia de Grecia que extiende su territorio hacia el
este, y supongo que por eso lo de adelantar una hora, Albania es una
franja más o menos estrecha que va de norte a sur y mantiene la hora
de Italia por lo que hoy, tras comprobarlo, he vuelto a retrasar mi
reloj.
Cuando leí la obra de Murakami, en su comienzo de “1Q84”, un suceso
intrascendente hace que su protagonista comience a vivir una realidad
paralela, poco más o menos. Me siento, y ahora lo comparo a ello,
como si desde hace una semana me estuviera pasando lo mismo. Todas
las sensaciones y el como percibo mi entorno lo veo irreal. Se
asemeja mucho a lo que he vivido hasta ahora, pero no es del todo
igual. No se decir cuando sucedió ese cambio y que lo causó, si se,
que el domingo, lo viví como si fuera un sueño, y desde entonces
todo lo que vivo sigue siendo onírico, desde el modo de transcurrir
el tiempo, o como percibo la temperatura o el hambre cuando lo tengo.
He perdido la sincronía con lo que me sucede. No me se explicar
mejor, por que yo mismo no lo termino de entender. Todo es parecido,
pero todo es distinto, en algo.
Volviendo
a la literatura y ahora de la mano de José Luis Sampedro, son las
sensaciones iniciales del personaje de su “Amante lesbiano”, no
las que siente el, más bien me refiero a las que me transmite como
lector, donde le veo desenvolverse por lugares o situaciones “casi”
reales, pero sin serlo. Los elementos que la conforman son los de
siempre, con los que siempre vivimos, pero están ordenados de otro
modo. Siento más inquietud y al mismo tiempo todo me importa un
poco menos. Es una espiral que me desalienta y confunde y de la que
deseo salir, regresar a la realidad de antes, la de siempre, la que conocía. El realismo fantástico no esta mal como estilo, no siempre
me ha gustado y no siempre me gusta, pero para vivirlo no me siento
preparado.
Ocho
días llueve ya. Hasta catorce pasé seguidos bajo el agua, con otra
temperatura, eso si. Y detesto la lluvia. Será todo lo necesaria que
se quiera, como los dentistas, pero no por ello los voy a amar.