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viernes, 27 de marzo de 2015

Martes y miércoles 24 y 25.03.15 Kabala. Ruedo por la costa viendo playas y calas de ensueño, aún vacías.

Con la primavera florecen los campos y los cicloturistas. El sábado, en Thessaloniki, nos encontramos con Angela, uno de los tres ciclistas con los que me crucé camino a la frontera de Albania y que se dirigían a Athenas. Ahora rueda sola, pasará unos días de descanso para continuar a Estambul. Igual me la encuentro de nuevo por allí. Hoy martes ha sido con Jean Pierre, un maduro francés que viaja de Estambul a su tierra, por los Balcanes. Como siempre nos detenemos e intercambiamos información.

Poco antes de nuestro encuentro me tropecé de cara con el León de Amfípolis y pasé un buen rato merodeando en sus alrededores y disfrutando del encuentro.

El miércoles visito Kavala y decido dormir en un pequeño puerto, a su salida, junto a una parada de taxis, todo un acierto. Converso con ellos durante horas, me invitan a una infusión y me prometen que velarán mis sueños, ya que algunos de ellos realizan el turno de noche, y así debió ser por que paso una plácida noche como hacia tiempo que no tenía.

Poco antes de llegar a Kabala, en un pueblo a unos 15 ó 20 kilómetros, paré a comprar algo. Por la TV puedo ver un desfile militar y caigo en la cuenta de la gran cantidad de banderas que desde ayer vengo observando por las calles. Es una fiesta griega. He de mirar de cual se trata. Al salir de la tienda y llegar al paseo marítimo me encuentro de frente con un desfile.

En la tribuna, dos marinos, dos oficiales de tierra, una autoridad religiosa y dos paisanos de traje. Frente a ellos la banda de música más pobre que he visto nunca. El que la dirige lleva con paciencia y humor las notas con que unos niños y un par de adolescentes, con chaquetas de uniforme inmensas para sus tallas, atormentan al público congregado en el paseo.

Desfilan, mal, muy mal, niños con faldas, largas las de ellas y mucho más cortas las de ellos, trajes típicos.

Leí hace pocos días sobre el desmesurado gasto militar griego. Me pregunto que gasto militar no es desmesurado. Sobre todo si nos detenemos a pensar en la finalidad del mismo. O en todo lo que se podría lograr empleando ese capital.

Recuerdo una frase de Einstein que decía algo así como que desconocía que armas se emplearían en una supuesta tercera Guerra Mundial, pero que la cuarta se libraría con palos y piedras. Lo mismos nos podríamos saltar una guerra y armar directamente a la gente de palos y piedras. Sería más barato, menos bajas casi con seguridad y a estas alturas, los yanquis, aún estarían apedreando Hiroshima, con lo que Nagasaki se podría haber librado.


El pequeño puerto, donde paso la noche, es precioso y veo sus locales llenos de gente celebrando el día festivo. Paseo recorriendo la zona y haciendo tiempo para que anochezca, la temperatura nocturna poco tiene que ver con los 2 grados de la madrugada de hoy.
Lunes 23.03.15 En un lugar con nombre de medicamento. Un bosque frente al lago.

Odio despertarme a las cinco de la mañana y que ya esté lloviendo. Odio empacar todos los bártulos en una bicicleta mojada y bajo la lluvia. Y odio tener que comenzar a rodar ya de buena mañana con la lluvia en la cara. Un abrazo a Vago en la puerta del hostel me mejora momentáneamente el humor.

Aparte de esto el día no se me da mal del todo. Tras una primera y prolongada subida que deja atrás la ciudad me voy adentrando en un precioso valle dentro del cual se encuentran dos lagos. Al norte de los mismos transcurre la autopista y me veo obligado a rodar por el sur de los mismos haciendo algún kilómetro de más. ¡Que más da!, no tengo nada mejor que hacer. Hay mayor densidad de pueblos de los que pude ver en el norte o eso me parece a mi.

Igualmente suplen la falta de bares de carretera con furgonetas, frente a las que montan algún toldo más o menos elaborado y más o menos desmontables, donde venden cafés y comida rápida. El acertar con el tipo de café al pedirlo y que este no sea demasiado malo es ya por si mismo una aventura. La mayor parte de las veces tomo algo muy distinto a lo que me gustaría. Al menos calienta el cuerpo si tengo la fortuna que no me lo sirvan frío o casi.

Recuerdo con mucho cariño el momento en que compré mi “casaco” portugués, fué mi primera prenda adquirida tras el robo, si descarto los calcetines, y el modo en que la busqué por medio país, la elegí y regatee su precio.

Hoy me he desprendido de ella, la vestirá un vagabundo o indigente o que se yo de Thessaloniki a quien se la he dado. Tenía esta prenda algún inconveniente. A saber, voluminosa, pesada, fácil de mojar y necesitando de varias eternidades para su secado. Me ha hecho, no obstante, un inestimable servicio y desprenderme de ella me ha apenado más de lo que esperaba.

Estos días pasados en el hostel he podido terminar de completar mi lista de las prendas que necesito, gracias a algunas lecturas en la red y notas que sobre las mismas venia realizando. Salvo alguna excepción mis prendas no eran adecuadas y ello me ha causado no pocas molestias con el agua, precipitación, condensación o transpiración. En este momento tengo casi las prendas que debo usar en las capas idóneas y tan solo ando a la espera de encontrar a buen precio las que me faltan. Unos pantalones de Gore llegarán a casa de Marga en algún momento, todo sea dicho.

Lo cierto es que se va notando la diferencia con cada prenda que sustituyo, aparte del confort en su facilidad de secado y su escaso volumen y peso, de modo que comienzo a notar que me acerco a la equitación optima para rodar con clima adverso.

Me dirijo ahora, por Aspovalta, Kevala y Alexandropoli, hacia Estambul, siguiendo el trazado de la Vía Egnatia y siento una especial ilusión por llegar a ese destino. Me atrae la ciudad, me gusta poder llegar a ella de este modo en que lo estoy haciendo y en este momento preciso de mi viaje. Decir que muy probablemente pase allí unos días con Marga le añade la guinda para que tenga una positiva y sana ansiedad a que llegue el momento.


Viernes, sábado y domingo 20, 21 y 22.03.15 Thessaloniki. No me explico el modo en que Marga conjura los elementos, pero a buen seguro que lo hace. Con su presencia el tiempo se hace bueno y empeora tan pronto parte.

Describir este fin de semana me ocasiona dos problemas, por lo que no lo voy a hacer. Ni puedo ni debo.

Por un lado es tal la acumulación de sensaciones, proyectos, sueños más o menos realizables o disparatados, tal el cúmulo de sentimientos y vivencias, que difícilmente me siento capaz de narrar de un modo coherente, siendo todo tan denso y tan reciente. Y es que tres días se pueden pasar de muchos modos y en ellos compartir más o menos horas, pero lo cierto es que sumando todo el tiempo que hemos podido pasar físicamente separados a lo largo de estos días dudo que sumen algo más de 20 minutos.

El segundo problema es que este es mi diario, no el de ella o el nuestro, de ambos, por lo que dejemos el tema así y que cada cual lo componga como guste...

Marga con Angela, nos conocimos cerca de la frontera de Albania


Solo decir la pena que me embarga cuando me he de separar de ella y la tristeza con que vivo esas últimas horas previas a la separación.


Un problema con mi hernia discal termina por rematar mi tarde y ya en el hostel soy consciente de lo distinto que lo encuentro. Poco se parece al lugar donde hice tiempo a su llegada y ahora se convierte en un escenario ajeno donde me recluyo con mis recuerdos, aún pudiendo oler su presencia. 
Martes, miércoles y jueves 17, 18 y 19.03.15 Thessaloniki. El mal tiempo de este invierno, al menos eso me lo parece a mi, el frío, las montañas de estos días pasados, todo eso por un lado. Por otro que en Albania y Macedonia pude ahorrar dinero, por el poco gasto y aquí no estoy teniendo demasiados. Ambos factores me deciden a ocupar un hostel estos días de espera. No me siento con ánimos de deambular bajo la lluvia o el frío que padece la ciudad estos días, de un lado para otro arrastrando la bicicleta y pasando las horas muertas en las calles sin poder contar con los kilómetros de recorrido, que si bien pueden ser incomodos o penosos en según que circunstancias, al menos me ayudan a entrar en calor y a matar el tiempo.

En la ciudad vieja, Ano Polis, Marga me localiza un hostel y allí me instalo estos días.

Recorro la ciudad, si, pero con un tiempo frío y desapacible. Bajo la lluvia en no pocas ocasiones. Y realmente lo que piden mis huesos son el calor de la caldera siempre encendida, el calor de la conversación con otras personas y el calor de la manta y colcha de mi cama. Por lo que permanezco entre las paredes de este sitio todo el tiempo que puedo, reconciliándome con mi cuerpo que siento castigado por este, repito, largo y duro invierno que parece no quiere terminar.

Me sorprende mucho que un área metropolitana de más de un millón de almas y una población de más de trescientas mil, se me haga tan pequeña cuando la recorro a pie.

La mañana del jueves el tiempo me dará un respiro de algunas horas, que aprovecho para recorrer los mercados de la ciudad y disfrutarlos.

En el hostel el ambiente es mejor que bueno, con los que lo atienden que son amables por demás y con el resto de huéspedes con algunos de los cuales no tardo en entablar relación. La noche del miércoles y al cierre del bar del hostel, continuaremos en el patio del mismo compartiendo unos vinos. Comparto habitación con Julian, de Verona, un muchacho de Alaska y Román, un ruso de Moscu. Una rubia muy californiana va de un lado a otro como un cascabel alegrando las estancias por las que pasa. Y con todo eso las horas se me pasan volando, acostumbrado a largas esperas sin nada en que distraerme esto se me hace el paraíso.

El disponer de conexión me ofrece la oportunidad de conversar con Marga durante horas, que me pasan sin darme cuenta. Mañana la tendré por aquí y tenemos miles de cosas de que hablar.


Y poco más, con el frío y la lluvia tengo pocas ganas de andar por la calle y paso las horas muertas bajo techo.

jueves, 19 de marzo de 2015

Domingo y lunes, 15 y 16.03.15 Vía Egnatia. Haciendo tiempo para no llegar a Thessaloniki demasiado pronto y siendo el camino, ya, por fin, cuesta abajo o en llano, hago más uso del freno que de los pedales.

Una lectura que recuerdo de mi adolescencia, fue un librito titulado “La prensa y la calle” y firmado por Juan Luis Cebrián. Relataba algunos de los momentos, decisiones y discusiones que fraguaron el nacimiento del diario El País. En uno de sus capítulos describe en detalle la cuestión de titular al mismo con caracteres en mayúsculas, minúsculas o ambos a la vez. Decidido el uso de las mayúsculas si poner o no la tilde.

Finalmente se adoptó la decisión que aún vemos en su cabecera, ante detractores que no veían con buenos ojos, por eso de la dificultad de lectura, el uso de mayúsculas, pero además por lo poco frecuente de ponerles tilde, a pesar de lo claras que puedan ser al respecto las normas ortográficas. Esto se hizo, con el convencimiento, y acierto, que un nombre, pasado el tiempo, deja de ser un conjunto articulado de signos para convertirse en una imagen, en algo que se “ve” en lugar de leer.

De este modo, “veo” las indicaciones de la carretera, donde no puedo leer Edessa o Thessaloniki pero si se distinguir que es eso y no otra cosa lo que pone ahí y de ese modo las voy siguiendo.

Tiene Edessa, entre otros atractivos, unas cataratas que desde la población que cuelga en las alturas, se precipita al valle. Antes de que el agua salte, recorre en rápidos y sonoros canales sus calles y parques, o a través de otros más angostos y calmados, sus jardines. Arboles con troncos de gran diámetro hablan de su edad y de la que la ciudad cuenta, que son más de tres mil de estos los años que suma.

El día es soleado y fresco a esta altura, se irá tornando algo más cálido a cada kilómetro de descenso y esa noche dormiré sin frío y con las puertas de la tienda abiertas para evitar la condensación de la humedad que aún retiene la misma y ante lo innecesario de su protección.

La tienda montada en un parque público de una pequeña población, con autorización para hacerlo, la siguiente noche sera en el jardín del propio ayuntamiento, igualmente con autorización, por supuesto, pero no monté la tienda. Me indicaron que podía usar el porche de la entrada para dormir bajo techo y así lo hice. Solo monté el doble techo por intimidad y todo sea dicho, algo de calor retiene. Al estar a las afueras de la población y esta ser muy pequeña el lugar no es frecuentado, tras una reunión que unas vecinas celebraron por algo de comercio de sus hortalizas.

Me voy comunicando como puedo y no me deja de sorprender que finalmente logre hacerme entender o los entienda cada día. Junto a las dependencias municipales hay una pequeña fábrica donde envasan no se que alimentos, una empleada, creo que la única, me da la satisfacción de hablarme en italiano y dejar que me exprese en español. Todo un respiro.

Tengo Thessaloniki a treinta kilómetros y dispongo de tres días para llegar allí. Marga me escribió el domingo diciéndome que si bien ella no llega hasta el viernes, en el hotel tengo habitación reservada desde el jueves. Es un sol.

El tiempo vuelve a ser nublado pero si en los próximos días luce sol cerca de una fuente me pondré a hacer colada. Si no es así, siempre podré ir el jueves a una lavandería y poner mis prendas en unas condiciones aceptables, por que huelen mal. Están francamente sucias.

La vecina que me dio de cenar el sábado, apareció el domingo por la mañana en la puerta de mi tienda, tan pronto abrí esta, con un vaso de leche caliente, un trozo de bizcocho y en una bolsa aparte me da otros dos sandwiches que me ha preparado para el camino. No se como reaccionar en estas ocasiones y me maldigo por no saber hablar su idioma y poder expresarle mi agradecimiento. Estos gestos de generosidad me afectan mucho. Lo acepto con la mejor sonrisa que sin esfuerzo se dibuja en mi rostro, agradecido no de los alimentos, que por suerte puedo comprar, si no por el calor, la amabilidad y no se yo cuantas cosas más pueden encerrar dos rebanadas de pan de molde.

Si entro en un bar, por la mañana al café o por ir al aseo, me está sucediendo aquí en Grecia que dos de cada tres veces me invita un cliente o no me cobra el dueño del bar. Y poco antes de dormir, el lunes, me aparece un coche con un desconocido, baja el conductor y me entrega una bolsa, dos cruasán, medio litro de leche y un queso de oveja (para Marga). Lo que me esta sucediendo aquí no me deja de asombrar. Pero es que... apenas 10 minutos más tarde, el propio alcalde se acerca para ver como estoy y me trae en otra bolsa un cruasán más, un zumo y cosas de la providencia, filtros para los cigarrillos, que solo me queda uno y se me olvido comprar.

Yo no comía queso y sigo creyendo que no me gusta, pero ya lo he comido en la pizza de Napoli, en una especie de empanada que me ofrecieron en Albania y en los sandwiches del domingo y el lunes. Las preferencias y los gustos son algo que se dejan de lado ante la generosidad de una mano que te ofrece alimento. Si encima estas hambriento, cosa frecuente en mi, lo engulles casi sin paladear y llenas la tripa sin pensar en lo que comes.
Sábado 14.03.15 Edessa. Lo de los bares en Grecia me va a resultar complicado. Por un lado no se si aquí se estila eso de los bares de carretera, me temo que no, ayer no los vi y hoy he rodado unos 40 km o algo más sin ver ninguno. Los he de buscar en las poblaciones y con todo no hay demasiados. Hablo de la zona del país que estoy conociendo, del resto no tengo ni idea.

Mi otro problema con ellos es lo que me sucede en el interior. Recién levantado me acerco a la gasolinera a agradecer la hospitalidad, estará el socio de quien me la ofreció y estando la misma algo separada del pueblo, y en dirección contraria a donde me dirijo más una hora muy temprana, le interrogo al mismo por un bar donde tomar café. Directamente me prepara uno y me lo ofrece, eso si, a uno de los gustos que se estilan aquí que son turco o frappé. Será de estos últimos, bien frío.

Sus efectos “medicinales” me ponen las pilas para comenzar a rodar, pero noto falta de algo caliente. Y quiero calentar así mismo mis heladas manos.

Cuando llego a un desvío tengo la carretera que me lleva a Thessloniki por Edessa a mi izquierda y la que yo creía algo más larga, que no lo es, pero con menos montañas a mi derecha. Ayer el dueño de la gasolinera me recomendó la de Edessa, pero... el desvió de la derecha me parece más interesante y próximo a una población, Filotas, y quiero algo caliente. Por otro lado no hay que olvidar que salgo de Altea en dirección a Estambul tomando un “atajo” por Gibraltar, Lisboa y Finisterre. Tiempo tengo de sobra.

En Filotas encuentro mi bar, Petit Café, pido un turco con leche, grande, y me sirven una jarra de un tercio de litro, fantástico. Sábado por la mañana y el lugar muy animado, la camarera de rubio platino, rostro muy pálido, con ondas y labios color fresa intenso, su estilo muy en linea burlesque.

Con una mesa cercana discuto el mejor camino y termina participando todo el bar en que ruta es la que me conviene, por la belleza de sus paisaje, por la dificultad de sus montañas o simplemente por que pasa por el pueblo de uno de ellos. Les dejo decidir y me indican, finalmente, que regrese al desvío y ruede en dirección a Edessa. Me dejo aconsejar. A todo esto apareció la dueña del bar, más madura que la empleada y decididamente gótica. Al ir a pagar me cuenta me suelta en español: “en mi bar, los hombres como tu, no pagan”, me deja de una pieza. Vivió cuatro años en Barcelona y cuando traduce para el resto del local, este, estalla en sonoras carcajadas y aplausos. Yo no se donde meterme, bueno si, me retiro al aseo. Logro salir de allí sin tomar alcohol. Con esfuerzo pero lo logro.

Casi al entrar en Edessa, una pequeña población me parece buen sitio para hacer noche, mejor que en algo más grande y prefiero recorrer Edessa mañana, con tiempo y haciendo tiempo, que en un rato y de pasada hoy.

Unos jóvenes hacen reparaciones y adecentan un local municipal, resulta ser la sede de un grupo folclórico de baile, a uno de ellos interrogo por un lugar para montar la tienda. Se miran, se consultan y me envían justo enfrente, a un jardín junto a la oficina de correos. Me insisten en que no hay problemas en acampar allí, y allí acampo. Ciertamente sin problemas.

Desde una casa próxima, una señora me indica que apague el hornillo, alarmado y temiendo molestar lo apago y me acerco tal y como ella me indica. Finalmente la entiendo, me está diciendo que ella me trae de cenar. Alucinante. Si ya por Italia no salia de mi asombro de sus gentes, esto de Grecia no deja de sorprenderme por días.

Leo con el sol que definitivamente termina por lucir en el cielo durante un rato, que toda la mañana he tenido presencia de nubes. Los jóvenes han rechazado mi ofrecimiento a prestarles algo de ayuda, realmente son muchos y no todos andan ocupados, clavando tablones, barriendo hojas secas en el patio o descargando unos royos de maya metálica. Ne nuevo aparece la botella de ouzo y una invitación. Esta vez es por la tarde y si la acepto.

A pesar de mi negativa, mi “vecina” me trae unos sandwiches calientes, un trozo de bizcocho y huevos duros. El resto de la tarde lo paso practicando mi ingles y el de tres niños del pueblo.
Viernes 13.03.15 Vevi. Duermo hasta tarde, cansado del esfuerzo físico de ayer y desayuno antes de salir del hostel. La frontera está cerca y la alcanzo en un momento, los tramites sencillo no se demoran ante la ausencia de colas.

Antes de dejar atrás Macedonia me quiero deshacer del casi un euro que llevo en no menos de cinco billetes y algunas monedas, mucha cosa para tan poco valor. Veo a una anciana, viste todos los colores del mundo juntos, hace que un catálogo de Pantoné parezca monocromo y vende semillas de girasol y calabaza, tostadas. Ante mi insistencia en no aceptar su mercancía me hace esperar, entra en una tienda y sale con un refresco de naranja enlatado que me da, con una sonrisa, desdentada.

Ya en Grecia llego primero a Florina y al ver un Lidl compro mermelada y mantequilla de cacahuetes, atrás quedaron los días de ir comiendo en bares y necesito algún alimento. Poco antes compré pan. El día que comencé sin excesivo frío se va tornando en nublado y desapacible y este no tarda en llegar. Hay nieve en los campos y cuneta, reciente, igual de ayer, y las montañas cercanas están cubiertas de ella.

Ruedo sin prisa, perezosamente, a sabiendas de la distancia que me separa de Thessaloniki y del tiempo que dispongo para llegar allí. Ruedo por que hace frío y es más sencillo mantener el cuerpo templado si no me detengo. Ya cambié la hora.

Al llegar a Vevi veo unos silos de mampostería de bonita factura. Uno de ellos abandonado y ambos junto a una gasolinera. Hablo con el propietario para preguntar si podría dormir en el que está sin uso. Resulta que son del gasolinero y me invita a usar una caseta en la que alguna noche se junta con amigos para jugar a las cartas. La caseta esta realmente cerca de la gasolinera, a sus espaldas.


Tengo techo, paredes, puerta, un escritorio que uso para mi cena y tiene un sofá, un banco acolchado, largo y cómodo que me dice que use para dormir. Tras la caseta hay un lavabo. Por las ventanas veo el paisaje montañoso y nevado del norte de Grecia y como el viento arrecia, desde la comodidad de mi abrigo, a resguardo de todo ello. Eso si, la temperatura interior es realmente baja. La noche sera muy fría.
Jueves 12.03.15 Bitola. Ni de lejos tenía hoy intención de recorrer todo este camino. No or la distancia, que no es exagerada en llano, pero si y mucho, para mi, con los puertos que he pasado. Simplemente he rodado intentando dejar atrás la nieve, las altas cotas de este día y no he encontrado abrigo de ningún tipo en todo el camino.

No es que en Bitola lo encontrara, ni lo he intentado siquiera en una ciudad que está nevada cuando llego a ella y nevando en ese momento, con sus gentes en la calle cubiertas sus cabezas con gorros de piel. Llego por otro lado, aterido de frío y sin ánimos de pasar una noche a la intemperie, todo sea dicho. Seguramente dejo atrás Macedonia mañana y tengo algo de moneda local que puedo emplear, el precio del hostel a que me envía, de su parte, la empleada de la oficina de información turística es muy bajo y ni lo dudo. Esta es una de esas noches que se me antoja que dormir en el exterior no es lo suyo.

Una vez instalado, me pongo a recorrer una ciudad que me agrada, sobre todo pensando en todo lo que he dejado atrás estos últimos días. La calle principal con sus consulados, sus cafés y bazares, si bien no tardo en regresar al calor del hostel. Se accede al mismo por uno de los patios de lo que supongo es universidad. El dueño corta leña y alimenta una caldera que nos proporciona una agradable temperatura interior. Veo gente que vive en el hostel, han ajustado un precio y con el incluyen las comidas del día. Una aspirante a modelo se cena las claras de cuatro huevos hervidos. Viéndola pienso que realmente yo no como tan mal como ella.

El hostel es un gran chalet que recibió en herencia su propietario y que gestionado de este modo le da para vivir, me cuenta mientras fumamos bajo un voladizo del patio y a resguardo de la nevada.

Con conexión a la red, leo correos, actualizo blog y ya por la noche me estreno con eso del skype pudiendo ver y oír a Marga durante un buen rato, que se me hace corto.


La temperatura es cálida, la cena fue copiosa y la cama cómoda. No tardo en caer vencido al sueño. Agotado.

jueves, 12 de marzo de 2015

Miércoles 11.03.15 Ohrid (Macedonia) Tras una noche en la que no paró la lluvia, desmonto la tienda, empapada, con las manos ateridas de frío. Esta lluvia con la que inicio el día será nieve en el paso fronterizo que une/separa Albania con/de Macedonia y que dista siete kilómetros de mi dormitorio y no se cuantos metros de altura de diferencia de cota.

Tan pronto comienzo a rodar por el país voy notando las diferencias. Más vegetación, menos basura y construcciones mucho más cuidadas. Ya al cruzar las primeras poblaciones se puede observar una atención y cuidado en sus espacios comunes así como gusto en su planificación urbana, cosas de las que Albania carece totalmente.

Primero cambiar moneda, poca, ya que pretendo, si el tiempo lo permite, cruzar el sur del país en tan solo un par de jornadas.

Me detengo a primera hora de la tarde, cuando encuentro una zona cubierta donde intentar poner a secar la tienda, cosa complicada con la cantidad de humedad en el ambiente, la falta de sol y su baja temperatura. De cualquier modo, dormiré bajo techo y sin montar la tienda, tan solo el doble techo apoyado en la bici, en un intento de retener en lo posible el calor y lograr cierto grado de intimidad. Así dormí mi primera noche en Albania y alguna que otra en Portugal y con solo disponer de una pared, el resultado puede ser realmente confortable.

Entro por curiosidad en un supermercado, la sorpresa es grata, ante la escasez de oferta que vengo padeciendo estas dos últimas semanas, voy recorriendo estantes y calculando los precios en euros, la moneda local me da 61 unidades por un euro, ya lo hice antes ante la puerta de unos bares y veo que aquí las diferencias están más equilibradas. Bares más caros, levemente, y supermercados no tan caros, levemente también, de modo que iré alternando ambos modos de nutrirme, según me de.

Esta zona del país esta habitada por muchos albaneses y mañana encontraré a griegos. Parte de los albaneses llegaron refugiados por la guerra de Kósovo, y se establecieron cerca de su país. Leí no se por donde de la influencia eslava por migraciones búlgaras a lo que hay que sumar los movimientos de población de cuando esto era parte de Yugoslavia. Una cosa que noto en falta es que no recurren al italiano y directamente establecen comunicación en ingles, en el que puedo construir frases pero apenas lo entiendo cuando me hablan. Las indicaciones de carreteras o en sus ciudades están con el nombre en macedonio que no conozco y escritas en cirílico que aún lo comprendo menos. Por fortuna, tras cambiar moneda, me hice con un plano, por el equivalente a un euro, en donde todo esta escrito en macedonio y cirílico. Miro la señal de carretera y tras un momento puedo localizar el lugar en el plano, si lo han puesto en el plano.

En el supermercado compré leche kosovar y un cuaderno servio. En una panadería, un cruasan, descomunal, y que no sabe a cruasan.


Me sucedió hace unos días también y no lo mencioné. Misma pregunta. Fue hoy en la frontera y me lo preguntó un guardia albanés, ¿por que viajas en bici?, ¿por que por Albania?. Desconcertado, se le ve en una cara, que no deja de hacer señales de negación, no comprende ni este modo de viajar ni que a nadie le de por visitar un país en donde una buena parte de los que lo habitan a buen seguro le encantaría dejar atrás. No tengo respuestas para el.
Lunes y martes 09 y 10.03.15 Vía Egnatia. Tan pronto salgo del aeropuerto, y tras dormir como una hora y veinte minutos en la noche, me dirijo a la autopista que une Durrës con Tiranë y puedo observar el denso transito de vehículos que de buena mañana se dirigen a la capital. Cruzarla es caótico, nada que ver con la ciudad que pude ver durante el fin de semana.

Los intentos de la policía por ordenar algo esa marea son inútiles ante la nula observación de sus indicaciones por parte de vehículos y peatones. Cada cual actúa a su entender sorteándose peligrosamente. Puedo asistir a un autentico motín cuando los peatones, cansados del tiempo que el policía les hace esperar para cruzar, pasando de el completamente invaden la calzada y se monta un lío monumental. El policía se da la vuelta e impotente se retira, les deja hacer.

Dejo atrás Tiranë y hasta la frontera todo será una prolongada cuesta, para ir tomando altura, que va serpenteando entre montañas nevadas. El paisaje quiere ser bello sin lograrlo. Le falta algo, un no se que. Pero por encima de todo, no ayuda, ni una arquitectura de fealdad sólida, sin fisuras ni concesiones, ni ayudará la basura amontonada por doquier. Ni siquiera como paraíso vintage le veo futuro a esto, mucho tiene que cambiar para alcanzar su sueño de destino turístico, a pesar de su costa o sus precios. Por la costa he visto edificios de apartamentos con su piscina separada por la valla de montañas de basura pestilente. Un río que recorro ahora a lo largo de unos 60 kilómetros, tiene sus riveras convertidas en vertedero con toneladas de bolsas de basura que cuelgan de cualquier saliente. Esto deprime.

El martes ya llueve y he de recoger la tienda, que he usado ambas noches, totalmente empapada y sin posibilidad de secar durante el día.

Por estas alturas, la temperatura nada tiene que ver con la que disfruté en la costa o los días soleados del fin de semana. Hace frío, las manos necesitan de los guantes y tan pronto comienza la tarde me he de abrigar como lo hacía al comenzar el invierno. Voy logrando la suficiente calidez como para conciliar el sueño, si bien de madrugada noto el frío exterior y me despierta.


Estos dos días, ruedo algún kilómetro más de lo normal ante los posibles retrasos que el mal tiempo y las montañas que tengo por delante, bien en Macedonia, bien en Grecia, me puedan ocasionar en mi pretensión de llegar a Tesalónica antes del día 20, donde espero encontrarme de nuevo con Marga. Ilusionado.
Viernes, sábado y domingo 06, 07 y 08.03.15 Tiranë

Desayunar, esperar, comer, esperar, desesperar, esperar, fumar, esperar, ver, abrazar, mirar, abrazar, besar, hablar y hablar, dormir y no dormir.

Desayunar y rodar.



Mi chica


TIRANË, llegar, preguntar, buscar, volver a desayunar, preguntar, buscar, encontrar el hostel, saludar, descargar, salir.



MERCADO, comprar dos pomelos, comprar dos peras, comprar cuatro huevos de corral, comprar aceitunas, comprar una patata. Buscar precinto, comprar precinto.



Comer fruta, duchar, lavar ropa, tender ropa, acostarse, soñar despierto, soñar dormido, SOÑAR, dormir y no dormir, besar, abrazar, acariciar, reír, AMAR.


Respirar
inspirar
expirar
transpirar
suspirar.

Dos cervezas, un paseo. Cenar.


Besar, abrazar, VOLVER A SOÑAR, dormir, soñar.

Despertar, desayunar, salir.





Tomar un café al sol, almorzar al sol, hablar al sol, esperar al sol, tomar el sol.

En la terraza de un café suena...
una rumba (con mucho “nonaino naino”) en español
una canción italiana de los ´80 también en español
música balcánica
un tema de The Beatles
no recuerdo que más.



Ir al aeropuerto, detenerse para un beso, para otro,

para otro más,

comprar la cena, cenar,
planear, quedar,

montar la cama, dormir,

despertar, facturar, desayunar,


abrazar, besar, volver a abrazar, despedirse con la mano, partir.


Nota: Tiranë es un destino romántico, si ha ti no te funciona, ¡cambia de pareja!

viernes, 6 de marzo de 2015

Jueves 05.03.15 Alrededores del aeropuerto. Poco a poco le voy pillando el punto a esto de comer en Albania. Sale mucho más a cuenta hacerlo en un bar que comprar en las tiendas alimentos envasados y los que venden a granel los compran a saber en donde, supongo que tendrán sus lugares y precios. La única precaución es dejar el precio de la comida en el bar pactado antes de comer, para evitar que como extranjero te cobren el doble o el triple del precio normal.

En Durrës me tomé una hamburguesa con patatas y botella de agua por 60 Leke y me llevé tres bollos descomunales y más o menos comestibles por 40.

Siguiendo las indicaciones del diácono ortodoxo que conocí ayer, me dirijo a un convento que se encuentra en lo alto de una población mísera a las afueras de Durrës y camino a Tiranë. Es un convento reconstruido. En un edificio adyacente recorro una exposición de fotos que muestran el estado en que se encontraba el patrimonio religioso del país a la caída del comunismo. Ver un suelo de ricos mosaicos en donde crece la hierba y es pisoteado por rebaños de cabras tiene más que ver con una falta de sensibilidad cultural que con temas políticos, a mi parecer. O el hacer pintadas patrióticas sobre frescos milenarios. Una salvajada.

El complejo monástico tiene una escuela de teología y allí pasaré un buen rato de charla con estudiantes venidos de diversas partes del mundo así como con un par de profesores estadounidenses, el de Alaska y ella de Texas.

Necesito hablar del tiempo, se que puedo resultar cansino con ello. La ración de lluvia de hoy es copiosa, muy generosa.

No se si dispongo de unas horas o de estas horas más un día para encontrarme con Marga. Un correo que leí y su mala traducción me hace tener dudas cuando menciona la madrugada de un día. Imposible la comunicación telefónica por mucho que lo intento y mira que le dedico tiempo al tema. Cabinas a las que, de cuajo, le arrancaron el auricular, un altavoz o el teléfono entero y las que veo completas no dan señal.

Ante esta perspectiva me voy al aeropuerto confiando en desde allí poder llamar y si es mañana cuando llega, que así será, siempre podré dormir en las cercanías del mismo o en la misma terminal. Finalmente uso de dormitorio una casa sin terminar que esta pegada a la valla del mismo.

Me gusta una especie de yogur líquido y salado que venden por 50 Leke el medio litro y que encuentro en bares o restaurantes de fast foot, veo muchos que lo toman acompañando la comida y al imitarlos lo agradezco con placer. Por las tiendas no los he llegado a ver y tengo curiosidad por saber su precio.

EL camino al aeropuerto lo he de hacer de nuevo por una autopista de las de aquí. Veo motos de desguace que usan añadiendo un carro, delante o atrás, y convirtiéndolas en triciclo para llevar mercancías. Son de fabricación casera y carecen de matrícula, cosa que no parece ser gran problema, me he cruzado con coches sin ellas en algún pueblo. Las conducen sin casco. Bueno todas las motos las llevan sin casco, de hecho, por Albania tan solo he visto dos cascos, el mio y el de un tipo con el puesto y paseando por la playa.


A última hora de la tarde, minutos antes del ocaso, me pilla una tromba de agua apocalíptica acompañada de vendaval, cosa seria. Calado hasta los empastes me cambio a oscuras en mi abrigo ocasional y entro agradecido al saco en búsqueda de calor.
Miércoles 04.03.15 Durrës. Día muy entretenido.

Al pasar por un convento de monjes ortodoxos se me antoja entrar a visitarlo. A la entrada del templo, en su interior, dos mujeres sirven a los frailes y feligreses una especie de yogur líquido en vasos de chupito, le añaden una cucharadita de cereales y lo rematan con un dado minúsculo de pan. Quiero pensar que es un tentepie y no se trata de un desayuno.

No tardo en entablar conversación con algunos monjes, uno de ellos me empieza a contar su historia, como se convirtió a la iglesia ortodoxa, siendo el católico, por no gustarle las reformas del Concilio Vaticano II y prefiriendo las liturgias anteriores a este. Me explica igualmente que le gusta el pueblo español por que es católico y monárquico y la monarquía es obra de Dios, le pareció que Franco tuvo su mejor acierto al poner al rey al frente del estado como su sucesor. La reforma del concilio según el, es la causante de la ola de ateísmo y homosexualidad que azota a Europa.

Ya por las playas, veo edificios de apartamentos prácticamente vacíos, así como sus calles. En uno de ellos conozco a Aldin. Fue jugador profesional de fútbol en la liga albanesa, por los años 94 al 2.000 y militó en tres equipos. Su hijo, Stephan, me da la foto en que aparece antes de jugar la final de la copa en el año 96. Su mujer, no me dijo su nombre, es un encanto de simpatía. Entiende y habla algo de español de México, por eso de las telenovelas. Al retirarse de su carrera deportiva, tempranamente me confiesa por su “falta de cabeza” que le hizo tener problemas con entrenadores y directivos, compró un edificio de apartamentos turísticos. Ahora el edificio, y el bar que tiene montado en sus bajos, le da para vivir con lo que saca en la temporada vacacional. Turistas del país así como de Macedonia, Kósovo y últimamente polacos, húngaros, franceses e italianos son su clientela.

Me va contando los difíciles años que pasó el país desde la caída del comunismo, como tuvieron un conato de guerra civil, la situación resultante y el modo en que vivieron las diversas guerras balcánicas. Especialmente compleja fue la de Kósovo, que produjo un buen número de refugiados y muchos problemas posteriores. Aquí en Durrës la presencia kosovar ya es notable, cosa que no vi más al sur. Su restaurante, ahora cerrado, dispone de dos construcciones anejas en el jardín, una es barra, la otra dispone de horno para pizzas y barbacoa. Me permite hacer noche en una de ellas, cuando termine la barbacoa, que espera amigos a cenar esa noche. A malas penas evito caer en el alcohol, pero lo logro. Y paso una noche muy agradable de charla con todos ellos.

Aladi es el que esta en pie al centro.


Esta me la envió Lev a petición mía.





jueves, 5 de marzo de 2015

Domingo, lunes y martes 01, 02 y 03.03.15 Vlorë – Fier – Lushnje – Kavaje. De Himarë a Vlorë cruzo un pedazo de montaña descomunal. Nevada y entre brumas, lloviendo, por supuesto, casi al borde del mar y buena parte del recorrido pie en tierra, empujando la bici cuesta arriba por una pendiente interminable y maldiciendo todo lo imaginable. Descender la misma no fue más fácil, por una carretera que en ocasiones había perdido su asfalto y era un barrizal, temiendo quedarme sin frenos y comerme cualquiera de los hermosos pinos de ese parque natural. Una vez abajo, dejo atrás un paisaje para entrar en otro muy distinto, como distinto es desde aquí Albania, sus ciudades y gentes.

Hasta Vlorë la influencia era griega. Los campos, excepto olivos, se usan para el ganado y ahora ya no será así. Los albaneses que ahora me cruzo tienen mayor influencia italiana, por la emigración y eso me facilitará la comunicación con ellos. El otro día, al entrar a un bar, vi a todos los clientes viendo una telenovela mexicana, sin doblar, con los subtítulos en albanés y gracias a la afición que les tienen he tenido la fortuna de hablar español, y ser entendido y respondido, con dos empleados de bares y un policía con el que casi me da un ataque cuando me suelta con fuerte acento mexicano: “no entiendo el español que usted me habla”.

De estos tres días, tan solo el martes no llovióFue el domingo por la tarde, hablando con Claudio, cuando la sensación de irrealidad que padecí la última semana, desapareció, se esfumó de golpe. Así, sin saber la razón ni el como. Con el y dos empleados de la estación de servicio bajo la que me refugie y donde pasé la tarde del domingo bajo techo mientras fuera diluviaba. Claudio atiende el bar de la gasolinera, habló con su jefe y este me permitió hacer noche en la terraza, cubierta y con paredes de plástico, del bar, Lo abrió a las 6:30 y se empeñó en invitarme al café. Yo a mi vez invité a los gasolineros, que velaron mi sueño.

El mercado, en la calle, de Vlorë fue un espectáculo. No digo ni bueno o malo, pero lo fue. El país es pobre, hablo de salarios de 100 a 200 € al mes y haciendo frente a precios en las tiendas que no guardan relación con sus ingresos. Un litro de leche comprado en la misma fábrica, en su tienda, esta marcado a 130 leke, poco menos de un euro, la pasta como en Italia, no más barata y un litro de gasolina a tan solo 20 céntimos por debajo. Algunos vendedores ambulantes venden leche en botellas de litro y medio de refresco, directamente de los ganaderos, no esperes ningún tipo de garantía sanitaria. He visto igualmente vender botellas de refresco al borde de las carreteras llenas de gasolina.

Aquí se creció a golpe de inmigración y ahora la crisis de otros países ha paralizado a este. Todo parece a medio construir, las casas que se hacían con el dinero enviado quedaron detenidas cuando este dejó de llegar. Por otro lado, lo que se rompe, roto se queda. El aspecto es lamentable. No se ve más basura por lo complicado que tienen el acceso a las cosas envasadas. Puedes recorrer una ciudad pequeña sin ver nada parecido a una papelera.

Otra cosa que me llamó la atención es la falta de vallas publicitarias, puedes ver una con anuncio o dos por ciudad, ninguna en las poblaciones más pequeñas y en carretera es fácil hacer 50 kilómetros sin tropezarte con ninguna.

Desde Fier viajo por autopista. No hay otra opción, ni alternativa. No es de peaje y bien mirado de autopista solo tiene el nombre. Esta permitido ir por ella en bici. Y en asno. Y a pie. O que un pastor, por el arcén, que tan solo es la línea pintada a la derecha, conduzca sus cabras. Cuando las gallinas se despistan y se acercan en exceso a los coches, un claxon las hace salir en estampida, despavoridas.

Junto a las carreteras, y desde que entre al país, veo pequeños bunker de hormigón abandonados, y me pregunto de quien querrían defenderse. Luego recuerdo que Mussolini los invadió cuando pretendía montar un imperio.

Si pudiera olvidar lo macabro del personaje, podría compararlo con el villano de las primeras entregas de James Bond y decidiendo hacerse con el mundo por orden alfabético, primero Abisinia, después Albania, y así, todo bien ordenadito. Sobreactuaria, al gusto de la época, tan solo con hacer una escena en la que se desplazara, con sus oficiales, a paso ligero, como una que vi y no logro borrar de mi retina. Tendría éxito asegurado.

Volviendo al tema de la autopista, su ventaja principal es que tiene asfalto, ya que por la nacional esto no siempre es así. Si por cualquier causa este se rompió o deterioró, te toca pasar por suelos de grava, barrizales o directamente cruzar un torrente que se llevo el firme a saber cuando y que ahí sigue sin reparar.

Otro día por la autopista. Logran que esta tenga cruces, nada de rotondas. ¿De que modo?Poco antes de llegar al cruce reduces los dos carriles en cada sentido a tan solo uno, pones señales para aminorar la velocidad prohibiendo ir a más de 40, en algunas curvas lo reducen a 60, y el cruce se convierte en un fiesta. Todo un mercado ambulante donde se compra o vende lo que sea. Coches, billetes de autobús a cualquier parte de Italia, teléfonos móviles arqueológicos, animales vivos, tenderetes donde se cocinan y venden alimentos, etc.

Son lugares de reunión de la gente, que pasa horas sentados en “terrazas” frente a una taza de espantoso café al que ponen de dos a tres sobres de azúcar. Muchos están en pie, siempre con un manojo de billetes en la mano, un gran manojo, no se si para indicar que tienen dinero para comprar. En una zona ajardinada de la mediana, dos vacas comen hierva y un hombre vende conejos a los que circulan con sus coches, que los compran sin bajar de los mismos. Y hombres, solo hombres, por esta zona del país resulta extraño ver a mujeres por la calle, solo en sus tiendas o bares atendiendo a los clientes. Ya se ven bicicletas circular, aquí la planicie las hace más idóneas.

Una tienda se puede montar con cualquier cosa. Un local destartalado o una simple mesa improvisada en cualquier lado y te pones a vender, o intentarlo, tu mercancía. Un anciano le quita cordones a cualquier calzado que encuentra, a continuación los empareja y así como están, sucias o deterioradas, se convierten en mercancía y las pone en venta, ese es su negocio. Otra señora pone en el suelo una báscula de baño, le pagas unos leke por pesarte.

A diferencia de cuando he recorrido otros lugares, aquí, mi desconocimiento cultural de la zona, no me permite prever las consecuencias de usar para dormir espacios públicos o privados sin previa autorización y prefiero enfrentarme a las complicaciones idiomáticas para pedir permiso antes que a las de ofrecer excusas. Por fortuna, hasta la fecha, no he encontrado mayor dificultad en que me permitan usar algún espacio cubierto para hacer noche y con eso descanso con menor inquietud a sabiendas de no tener visitas inoportunas o complicaciones.

Voy sobrado de tiempo. El aeropuerto al que me he de dirigir se encuentra a mitad de camino entre Durrës y Tiranë, lo que hace que tan solo sea media jornada de viaje y la hora en que he de esperar a Marga es bien tarde, a las 23:00, lo que me da todo el viernes para realizarla, paseando si quiero. Ante esta perspectiva me tomo el resto del camino con mucha más calma, recreándome en mis visitas y yendo a conocer sitios cercanos.



Sábado 28.02.15 Himarë. Ayer adquirí una tarjeta de teléfono, se supone que con ella puedo usar una cabía ya que estas no aceptan monedas. Recorrí todas, TODAS, las cabinas de Sarandë sin lograr hacerla funcionar. Cuando le pregunto a un policía le entiendo que las cabinas nunca funcionan.

Hoy en Himarë voy a otra oficina de la misma empresa que me la vendió. Estas se encuentran siempre junto a las oficinas postales y son de la empresa nacional de telecomunicaciones. Por que de nuevo intente usarla sin éxito. Una empleada me acompaña, muy amable, a una próxima cabina y tampoco le funciona. Me dice lo mismo, que aquí las cabinas funcionan fatal. Sumado a que en los 90 km o así que llevo por el país no se ve nada parecido a un wifi público, ni en bares ni locutorios ni nada que se le parezca, desespero , pues comunicar con Marga comienza a ser urgente tras lo que leí en mi correo por Iogumenitza.

Un camionero que habla un poco todos los idiomas de Europa me alarga su móvil dentro de la tienda con una sonrisa. Gracias a eso puedo hacer una breve llamada y ya se que el próximo día 6 podré ver en Tirana, aeropuerto, a Marga. La empleada de la tienda se compadece de mi y me presta su ordenador, con lo que igualmente podré responder un correo y repetir, la conversación telefónica fue espantosa, día y hora de “nuestra cita”.

El miércoles amanecí en Italia, pasé la noche cruzando el Adriático, dormí en Grecia el jueves y hoy he despertado en Albania, todo esto se va pareciendo peligrosamente a aquella película titulada “Si hoy es martes, esto es Bélgica”.

Ahora información de las carreteras. Hoy he circulado por una nacional, lo mejor tras las autopistas, que por la zona costera y más o menos turística no he llegado aún a donde la hay. Esta nacional esta más concurrida que la secundaria por la que rodé ayer, pero concurrida sobre todo de: cabras, solas o en rebaños, vacas, ovejas, gallinas a montones, una cerda descomunal que pasea por ella con sus nueve lechones, a todo esto, los animales van solos, sin pastor, que los he visto y muchos por los montes. Coches, lo que se dice coches, o su versión local que son mercedes, pasa uno cada media hora, pocas motos, ni un atisbo de bicicleta, por toda esta zona al menos, Pequeños autobuses si me voy cruzando, son furgonetas con asientos.

Las tiendas vienen a ser una estantería montada en un bajo, si tiene dos estanterías ya se anuncia como supermercado y los bares que he visitado tienen para tomar, un café, un refresco y poco más. Un desayuno en condiciones aquí se me antoja harto complicado y en cuanto a comprar comida en las tiendas otro tanto de lo mismo, con muy poco donde poder elegir y precios nada bajos. Por fortuna creo que no serán muchos los días en que tarde en dejar atrás el país y por desgracia puede, no tengo la menor idea, que en Macedonia la cosa sea igual o peor.

Calado hasta la médula dejo atrás Himarë para refugiarme bajo techo en la terraza del bar de una gasolinera. Mañana tengo que cruzar, tras Palase, una montaña que se me interpone camino a Vlorë y de la que me han advertido es dura de subir. Con el estado de mi pierna, que me sigue doliendo, me veo haciendo el puerto caminando con la bici a mi lado en la mano.

En la terraza logré secar algo mis pantalones, no me atrevo a cambiarme estos por unos secos ya que desconozco mañana que tiempo tendré, o pasado, y quiero llevar siempre unos de reserva por eventualidades o emergencias serias. Puestos se me secan más rápido si bien no es agradable el proceso de secado. Cuando llega el cambio de turno en la gasolinera, el encargado, un señor mayor, me da la impresión que no ve con buenos ojos mi presencia, por lo que regreso a Himarë a buscar nuevo acomodo para la noche.

De nuevo es otra terraza, techada, cerrada por la estación, de un restaurante que si trabaja. Viron, su dueño me permite hacer noche en ella. Me ofrece grappa o vino, rechazo amablemente teniendo en mi recuerdo el alcohol de días pasados y sus efectos sobre mi. Conversamos un rato mientras dos mesas que tiene ocupadas se demoran tras la cena. Contento por que logré usar el teléfono, por las noticias que por el recibo, lo mismo por los correos, por que estoy a salvo de la lluvia y estos benditos pantalones se terminaron secando, por lo reconfortante que resulta conversar, por que a pesar de lo accidentado del terreno y mi dolorida pierna avanzo a un ritmo aceptable, contento por que si bien las opciones que mi economía me permiten se enfrentan a las dificultades de unas tiendas y bares “complejos” me alimento aceptablemente bien cada día. Si hago resumen del día, realmente no fue tan malo y mañana igual le da por lucir el sol.

Precios: como no están marcados, te cobran lo que quieren, Tengo que tomar la costumbre de preguntar antes, pero un extraño desayuno hoy me ha salido por 100 leke o una infusión por 50 estando el cambio del euro a 138 leke. Barato en general consumir en bares y caro comprar en tiendas cosas envasadas. El tabaco, una marca griega que compré en el barco, tienda libre de impuestos, 25 gr por 2,60€, aquí esta en venta con impuestos por 280 leke, una ganga.

Me contó un albanés que conocí en Italia que se vende en los mercados, aún no he tenido ocasión de visitar uno, a granel, el tabaco, del que la gente cultiva y elabora en sus casas como un vegetal mas y que sus precios pueden resultar espectacularmente bajos. Me dijo que el compraba el kilo por unos 10€.

Otra cosa, a diferencia de Grecia que extiende su territorio hacia el este, y supongo que por eso lo de adelantar una hora, Albania es una franja más o menos estrecha que va de norte a sur y mantiene la hora de Italia por lo que hoy, tras comprobarlo, he vuelto a retrasar mi reloj.

Cuando leí la obra de Murakami, en su comienzo de “1Q84”, un suceso intrascendente hace que su protagonista comience a vivir una realidad paralela, poco más o menos. Me siento, y ahora lo comparo a ello, como si desde hace una semana me estuviera pasando lo mismo. Todas las sensaciones y el como percibo mi entorno lo veo irreal. Se asemeja mucho a lo que he vivido hasta ahora, pero no es del todo igual. No se decir cuando sucedió ese cambio y que lo causó, si se, que el domingo, lo viví como si fuera un sueño, y desde entonces todo lo que vivo sigue siendo onírico, desde el modo de transcurrir el tiempo, o como percibo la temperatura o el hambre cuando lo tengo. He perdido la sincronía con lo que me sucede. No me se explicar mejor, por que yo mismo no lo termino de entender. Todo es parecido, pero todo es distinto, en algo.

Volviendo a la literatura y ahora de la mano de José Luis Sampedro, son las sensaciones iniciales del personaje de su “Amante lesbiano”, no las que siente el, más bien me refiero a las que me transmite como lector, donde le veo desenvolverse por lugares o situaciones “casi” reales, pero sin serlo. Los elementos que la conforman son los de siempre, con los que siempre vivimos, pero están ordenados de otro modo. Siento más inquietud y al mismo tiempo todo me importa un poco menos. Es una espiral que me desalienta y confunde y de la que deseo salir, regresar a la realidad de antes, la de siempre, la que conocía. El realismo fantástico no esta mal como estilo, no siempre me ha gustado y no siempre me gusta, pero para vivirlo no me siento preparado.

Ocho días llueve ya. Hasta catorce pasé seguidos bajo el agua, con otra temperatura, eso si. Y detesto la lluvia. Será todo lo necesaria que se quiera, como los dentistas, pero no por ello los voy a amar.