Miércoles
18.02.15 Bari – Mola de Bari. Al devolver hoy las llaves de mi
alojamiento me dan unas indicaciones para llegar a Bari evitando, en
lo posible, parte del intenso transito de vehículos que entra en la
ciudad, y tomo sin dificultad el camino viejo al aeropuerto.
Llego
con tiempo más que de sobra para la hora en que me he de reunir con
marga, lo que me permite visitar su puerto y recorrer la ciudad. Un
par de minutos antes de lo espera veo a Marga en el anden con su bici
desmontada y las alforjas en el suelo, abrazo y alegría.
Tras
comer unos bocadillos en un parque nos ponemos en camino con fuerte
viento. Y nos enfrentamos a una serie de incógnitas. Expectativas de
cada cual, por supuesto, pero en mi caso, que es el que conozco, y
como algo adicional, el que nunca he viajado realmente con nadie ni
tenido la necesidad de acoplar o sincronizar mis ritmos con los de
otros. Ritmos no solo de recorrer kilómetros, ritmos de paradas y
descansos, la duración de los mismos, ritmos de ingerir algún
alimento y de asegurar el camino preguntando, ritmos de espera ante
los lugares de posible hospitalidad. Están también los tipos de
viales a utilizar. Momentos idóneos para tener solucionada la
pernoctación y el modo de lograrla, las palabras mágicas que abren
o cierran puertas y el tipo de estancia que tras esas puertas nos
esperan y que para uno pueden ser más que suficientes mientras que
para otra pueden no serlo ni aportarle sus necesidades de intimidad o
confort. En fin, un lío al que no sin ciertas dosis de esfuerzo,
tolerancia y diálogo terminaremos por ir solucionando en lo posible
si bien en esta primera noche ella dormirá en una pensión y yo en
una especie de palacio episcopal cuyas puertas me abre un sacerdote
que tras ponerme ceniza sobre la cabeza, hoy es el día de hacer esas
cosas, me conduce hasta el grandioso y vacío edificio. Le llaman Mimi
y a el me ha enviado un joven que me ve en la puerta del cerrado
convento de clarisas que ofrece hospitalidad en la Francigena en esta
población y que hoy mantienen cerrado a cal y canto por retiro
espiritual.
Ceno
con Marga antes de separarnos y descanso en ese edificio inmenso y
deshabitado, con techos altísimos que unos muebles de gran envergadura apenas si llegan a ocupar.Cuadros con los rostros de los
últimos Papas me miran mientras leo un poco antes de conciliar el
sueño.
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