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miércoles, 25 de febrero de 2015

Miércoles 18.02.15 Bari – Mola de Bari. Al devolver hoy las llaves de mi alojamiento me dan unas indicaciones para llegar a Bari evitando, en lo posible, parte del intenso transito de vehículos que entra en la ciudad, y tomo sin dificultad el camino viejo al aeropuerto.

Llego con tiempo más que de sobra para la hora en que me he de reunir con marga, lo que me permite visitar su puerto y recorrer la ciudad. Un par de minutos antes de lo espera veo a Marga en el anden con su bici desmontada y las alforjas en el suelo, abrazo y alegría.

Tras comer unos bocadillos en un parque nos ponemos en camino con fuerte viento. Y nos enfrentamos a una serie de incógnitas. Expectativas de cada cual, por supuesto, pero en mi caso, que es el que conozco, y como algo adicional, el que nunca he viajado realmente con nadie ni tenido la necesidad de acoplar o sincronizar mis ritmos con los de otros. Ritmos no solo de recorrer kilómetros, ritmos de paradas y descansos, la duración de los mismos, ritmos de ingerir algún alimento y de asegurar el camino preguntando, ritmos de espera ante los lugares de posible hospitalidad. Están también los tipos de viales a utilizar. Momentos idóneos para tener solucionada la pernoctación y el modo de lograrla, las palabras mágicas que abren o cierran puertas y el tipo de estancia que tras esas puertas nos esperan y que para uno pueden ser más que suficientes mientras que para otra pueden no serlo ni aportarle sus necesidades de intimidad o confort. En fin, un lío al que no sin ciertas dosis de esfuerzo, tolerancia y diálogo terminaremos por ir solucionando en lo posible si bien en esta primera noche ella dormirá en una pensión y yo en una especie de palacio episcopal cuyas puertas me abre un sacerdote que tras ponerme ceniza sobre la cabeza, hoy es el día de hacer esas cosas, me conduce hasta el grandioso y vacío edificio. Le llaman Mimi y a el me ha enviado un joven que me ve en la puerta del cerrado convento de clarisas que ofrece hospitalidad en la Francigena en esta población y que hoy mantienen cerrado a cal y canto por retiro espiritual.

Ceno con Marga antes de separarnos y descanso en ese edificio inmenso y deshabitado, con techos altísimos que unos muebles de gran envergadura apenas si llegan a ocupar.Cuadros con los rostros de los últimos Papas me miran mientras leo un poco antes de conciliar el sueño.


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