Domingo
01.02.15 Assisi. Que bonita es la nieve ¿no?. No se que decir. Dia
de nieves desde que comencé a rodar. Solo cuarenta minutos por la mañana me
he mantenido alejado de ella. Desde las 8 hasta las 11 rodando bajo
la nevada y el resto del dia con intervalos de esta pero todo el
tiempo teniendo nieve a mi alrededor. La sensación de ponerme la ropa mojada a las 5 de la mañana no es sencilla de describir, por que ciertamente no se seco lo que ayer empapé, calcetines y botas incluidos. Dudo entre ponerme en movimiento o no, pero si me detengo me congelo y al menos rodando voy logrando que el calor corporal seque poco a poco mis prendas.
En
Foligno, al ir a tomar la taza de mi capuchino de las manos de Gina,
le rozo sin querer, sin tacto como estoy, su mano y como me la notará
que sin decirme nada se pone a calentar agua con la cafetera en una
jarra, me la lleva a donde estoy en la barra y me dice que caliente
en ella mis manos. Mauricio, el dueño del local, se empeñara en no
querer cobrarme el café, donde permanezco un rato mientras el
granizo se torna en nieve, hablando de como es viajar en estas
condiciones.
Ruedo
a ratos y me detengo otros. Si encuentro donde hacer noche no me
pienso mover, pero es que no veo nada interesante, igual lo hay y
estoy ofuscado y embrutecido por las condiciones del día. Igual no
soy capaz de encontrar ni ver nada. Así, de ese modo, voy sumando
kilómetros en una jornada especialmente dura, de las más que
recuerdo desde que comencé a viajar. Y así sin darme cuenta llego a
Assisi.
Visitando
el monasterio franciscano, la iglesia de arriba, que después veré
la de abajo y que me gustará, no se por que, mucho más, visitando la tumba de San Francesco, hablo un
rato con un fraile venezolano recién llegado, apenas unos meses en
Assisi y el vigilante que hay por allí. El fraile es pura
ingenuidad, de la zona de Valencia, es el vigilante quien me pregunta
donde voy durmiendo cada noche, pregunta que se repite en muchas
conversaciones con quienes se interesan por mi periplo, y cuando le
digo que voy buscando techos, me mira y me ve chorreando agua,
pantalones y botas empapadas. Me dice que me acerque a una iglesia
que esta como a un kilómetro y que hable con un fraile, Enzo.
Tardaré un rato en ir, tras visitar todo el complejo del monasterio.
Otro lugar Unesco.
Siguiendo
las señas llego a un local parroquial, chicos y jóvenes con el
futbolin, de charla y saliendo a fumar al patio en ocasiones. Me
dicen que Enzo no está, pero que si necesito hablar con el, ellos le
pueden llamar. Les cuento mi película y uno de ellos le llama, Enzo
no puede venir hasta mucho más tarde, pero que me acomode y que por
supuesto paso la noche en el local parroquial.
A
partir de ahí dos jóvenes me interrogan sobre eso de viajar con
bici. No quiero pintarles las cosas muy fáciles, por que no lo son,
pero incluso cuando les hablo de las dificultades de algunas
jornadas, eso se les antoja aún más aventura y creo que soy culpable de dos nuevos ciloturistas más. Pronto comienzan a planear
que el próximo verano pueden hacer una ruta por Italia, al escuchar
“verano” me tranquilizo. Más si es en solar patrio, que les hará
las cosas más sencillas por muchas razones.
Finalmente
aparece Enzo, no me entiende una palabra, por suerte yo si le
entiendo. Regresa con no se quien que si entiende español y me dice,
va con prisa, que cuando descargue mis cosas me traen de cenar.
Insisto en que viajo con comida, pero le importa un comino. Me traen
unas lentejas con un tipo de embutido que no conozco, sabe a comino, y
pan. Ya he cenado esperando, pero no pienso desaprovechar una comida
y ceno de nuevo. Poco antes de dormir aparecen dos jóvenes con un colchón, ahí si que no, tengo montado mi catre y no lo necesito, les
ayudo a subirlo al piso de arriba y me dispongo a dormir. Caliente y seco. Con un
aseo que dispone de ducha. No se puede pedir más en una noche como
esta y tras un día que me ha dejado el cuerpo molido. En estas
condiciones el cuerpo esta entumecido y el esfuerzo físico se me
antoja mucho mayor que en condiciones normales. Assisi una preciosidad de población, por cierto.
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