Translate

miércoles, 25 de febrero de 2015

Domingo 22.02.15 Lecce. Noche de mucho calor. Al menos yo. El B&B tiene la calefacción apagada pero es cálido, al punto en que tras la ducha puedo andar por allí llevando la camiseta. La colcha de la cama me hace sudar en exceso y despierto durante la noche empapado de sudor.

Desayunamos antes de salir y Marga marcha a la estación a comprar su billete. Más tarde tomaremos un café en donde nos despediremos. Ella lo prefiere así y no quiere que le acompañe a la estación.

El día ya amaneció con lluvia, en ocasiones esta arrecia y se hace de cierta intensidad, con rachas de viento que llega frío. El espejismo de primavera desaparece con la misma rapidez con la que Marga se va y me veo por las calles de Lecce de nuevo solo y frente a mi realidad. Curiosamente vivo el día como si fuera irreal. Ciertos acontecimientos acusarán aun más mi sensación.

Visito la catedral, donde me sellan la credencial y de paso pregunto si saben donde puedo encontrar hospitalidad, me dice el secretario que regreses pasadas las cuatro que el párroco me encontrará algo, y así es, hace una llamada, me escribe una carta de presentación y me envía a un lugar cercano donde un keniata llamado Neto me ofrece alojamiento, ducha y una inmensa sonrisa. A cambio me toca hablar de fútbol. Es del Barça y hablamos también de Barcelona donde ha pasado un par de años viviendo.

Pero antes de eso el día me ofrecerá alguna sorpresa. Al salir de la catedral por la mañana, piso, con la bici, un billete de 20 euros en un callejón vacío. No hay nadie y son míos. Con ellos en mi cartera voy vagando por una desierta ciudad visitando los puntos de interés bajo la intensa lluvia de esas horas y termino frente a una cafetería. Tengo necesidad de usar el aseo y calentarme, si es posible de hablar con alguien, necesito trato humano. La camarera que hay allí no esta para conversaciones o eso me parece, de hecho no llegaremos a hablar apenas lo justo para que atienda mi pedido y poco más. Es una chica joven, pequeña y delgada con el rostro que parece enfadado. No es la primera vez que me invitan al café, pero esta vez me sorprende, tal vez por la falta de dialogo previo y por su ceño, pero el tema no termina ahí. Apenas he encendido un cigarrillo en la puerta cuando ella aparece tras de mi con un envase de plástico lleno de macarrones, un tenedor también de plástico y una servilleta. Como única explicación me dice: hice muchos y no me los voy a comer todos.

Terminamos comiendo juntos, separados por el cristal de la cafetería, ella dentro y yo en el exterior, mirándonos sin decir nada, de fondo la voz de Nina Simone, un álbum que tuve en una ocasión, hace miles de años o eso me parece, que me gusta especialmente y que me llenará de recuerdos de otros tiempos que quedan muy atrás y que sin dolor voy repasando.

La tarde, hasta las 4:30, la paso con un turista japones que usa un ingles que hace el mio bueno. Tras acomodarme en el que será mi alojamiento esta noche, paso lo que resta de la tarde viendo resúmenes deportivos por gentileza de Al Jazeera, especial dedicación al mundial de cricket, con un camarero albanés en paro, un mecánico de bicicletas iraní que sueña con montar un taller por estas tierras y otras gentes con las que no llego a entablar conversación. Cuando empiezo a sentir apetito aparece Neto cargado de bocadillos vegetales con atún y nos alegra la noche. No logro entender las normas del cricket, ni falta que me hace. A estas horas, Marga, ya estará en su casa de Roma, donde le espera un sobrino que le va a visitar. Y lluvia. Que también en Roma llueve ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario