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domingo, 8 de febrero de 2015

Lunes, martes, miércoles 02,03 y 04.02.15 Retorno a Roma. Parece guasa, pero he estado en Roma en diciembre, regresé en enero y ahora me dirijo a mi visita de febrero.

En estos días no veré el sol. Siempre con lluvia o nieve. Temperaturas bajo cero, a medio día cuando crucé Espoleto, el termómetro había subido a -2 grados, no quiero saber por las noches a donde bajará.

En estas condiciones, yo al menos, no se hacer turismo y me limito a sobrevivir. Paso el día pensando en el momento y el lugar donde poder meterme dentro del saco. Cuando ya estoy dentro de el, en dormir, y tan pronto despierto en la hora en que este abierto un lugar donde poder tomar algo caliente.

La sensación de ver Assisi por la mañana suspendida en el cielo fue mágica, me explico. Está en alto y domina el valle, valle que la niebla hizo desaparecer y durante unos instantes el sol iluminó la ciudad que fue una isla flotando en el cielo, como si sobre una nube estuviera, se mantenía ingrávida sobre la nada. 

Ya no viajo en la distancia, si no en el tiempo.

Se trata de que el tiempo pase, que mejore un poco, llegar a zonas más cálidas si es que existen.

Lo de los frenos de la bici no es importante, con tan solo una visita al taller queda solucionado, tensado de cables y sustitución de las zapatas traseras que ya no son ni un testimonio de lo que fueron, han desaparecido en apenas dos meses de rodar. Esa operación sencilla me ocupa mucho tiempo, el mecánico atiende a un cliente que se compra media tienda y se deja una cantidad de dinero tremenda, bici y equipación al completo, todo de alto precio y lógicamente el dueño de la tienda no lo va a desatender para tensar dos cables. El tiempo que permanezco en la tienda-taller me es grato, me mantiene apartado del duro exterior y no tengo prisas por salir al mundo. 

El martes llegue a una gasolinera cerrada a medio día, frente a ni la nieve cayendo y yo mojado y aterido de frío. Me metí en el saco tan pronto pude y pase allí dentro toda la tarde, la noche, la mañana y la tarde del día siguiente. Sin que el tiempo me diera un respiro, febril, solo tomando algún trago de agua y analgésicos. Contando la distancia y los días que me separan de Roma, por que puedo llegar con esfuerzo, pero ¿después que? ¿para que llegar antes de tiempo? Fantaseo con quedarme dentro del saco hasta el fin de los tiempos y vivir en directo mi proceso de saponificación.

Decía hace unos días Margherita a su amiga Marta que yo creo en la providencia, ¿como no creer en ella? El miércoles por la tarde, desesperado, soñaba con 3 cosas. Por supuesto, lo primero, una habitación que me mantuviera apartado de las inclemencias del tiempo, con comida que no tengo en este momento y puestos a pedir, con un aseo. Esta gasolinera, como muchas que he visto, funciona con pago automático y carecen de empleados, de cualquier modo apenas si he visto detenerse a nadie, tan solo veo la nieve a mi alrededor. El miércoles por la tarde, mientras sueño con esos tres deseos, se detiene una furgoneta. Es un empleado de Repsol o un ángel disfrazado de ello. Un africano joven. Mi primer pensamiento es que me dirá que me marche. No es así. Se acerca a mi y lo primero que hace es preguntarme como me encuentro. Le digo que ando con fiebre y que espero mejorar un poco para continuar. Me dice que los próximos dos días el tiempo seguirá igual y que he de bajar hacia Roma cuanto antes por que la diferencia de temperatura es notable.

Se retira a la furgoneta y al momento se me acerca con una botella de agua, un paquete de galletas, me abre una habitación donde guardan cosas de limpieza y que dispone de un aseo impecable, limpio. Me dice que duerma allí, que mañana regresará y si no he podido moverme por que sigo mal ya veremos que solución tomar.

Habitación, comida y aseo. Las tres cosas en que he estado soñando todo el día. No puedo evitar tararear "Angelitos Negros" de Antonio Machín

Del resto de cosas que he ido haciendo estos días, ciertamente las tengo mezcladas entre ellos, los lugares que he pasado que ni los recuerdo, esta todo confundido con diversos episodios en que la fiebre, el frío y la desesperación me llenaron los pensamientos de alucinaciones y solo quería que pasara el tiempo para poder llegar a Roma, a por mi pasaporte y por la calidez que fuera de Úmbria confío encontrar. Es una sensación extraña, no es que olvide las cosas, es que se me hacen iguales unas a otras, no sintiéndome con fuerzas ni ánimos para visitar ni hacer nada. Las manos, principalmente, siempre frías, no se si por la temperatura, por tenerlas casi siempre húmedas, los guantes que prometen ser impermeables, no lo son, el calzado igual, supongo que tienen unos límites, un nivel de tolerancia que han sobrepasado, como mi espíritu en este momento. Ponerme a manipular el hornillo, el contacto con el metal o el agua helada, se me antoja un tormento que evito. De igual modo noto, tal vez por la congestión de mis músculos ante esta climatología adversa, la bicicleta más pesada de mover, mojada como está la encuentro inhóspita y meter la mano entre sus bolsillos, siempre calados, la bolsa delantera no es estanca, es algo que evito. Leer, igual, si estoy sentado aprovecho para calentar las manos y no quiero tenerlas con nada entre ellas. Cuando apareció el empleado de la gasolinera, llevaba desde un breve paseo, con la intención de calentar los pies, horas, como unas 6 o así, con los pies dentro del saco sin lograr que entraran en calor. Tan pronto entre en la habitación que me ofreció, a los pocos minutos, empezaron a recuperar una temperatura que no se me antojara dolorosa.

No es que la temperatura sea tan baja, que no lo es. Se trata de la exposición continua a los elementos, se trata de que las prendas no se secan y por las mañanas me he de vestir, por preservar las secas, con prendas que están caladas del día anterior. De ir siempre, todo el día, con unos calcetines que no terminan de secarse dentro de unas botas mojadas, de ponerte unos guantes húmedos o calados, según el día, por que prefiero esa humedad que en algún momento puede llegar a ser templada, a la exposición al agua fría exterior. Todo eso que un día llega a ser soportable, cuando los vas sumando y la perspectiva que tienes ante ti es la de nuevos días en idénticas e incómodas circunstancias, sin esperanza, socavan el ánimo y de algún modo te hacen más vulnerable a los elementos, te hacen más permeable, más descuidado y vas sumando errores.

Voy a adelantar un día o dos mi llegada a Roma, Allí la temperatura es por lo menos 10º más alta y ya veré como soluciono las cosas, pero no me veo con fuerzas de ir vagando dos o tres días más en estas condiciones y viajando en el tiempo más que en la distancia, como decía unas líneas más arriba.

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