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domingo, 8 de febrero de 2015

Jueves 05.02.15 Roma. Me ha sentado bien el dormir una noche sin estar expuesto al clima. Una habitación que no es cálida, se me ha antojado como si lo fuera por el simple hecho de no tener la nieve frente a mi cara ni el viento dando en ella toda la noche.

A pocos kilómetros de donde estoy encuentro el primer bar abierto, un cafe caliente y las ganas de estar en Roma obran el milagro y me dan fuerzas. Llueve con insistencia, pero el saber que podré quitarme las ropas, todas, ducharme con agua caliente, dormir sobre una cama en un lugar casi cálido, todo ello me va dando fuerzas. Y voy devorando kilómetros que otros días he ido retrasando para no estar allí antes de tiempo.

No logro ver el encanto de las ciudades con lluvia. Supongo que no soy objetivo, pero es que en este momento he estado 10 días bajo el agua, 7 de ellos bajo diversas formas de nieve y solo deseo estar en sitios secos.

Cuando llego al hospital de peregrinos, me esperan. Sabían, por que así lo comenté, que regresaría a por el pasaporte y a pesar de que me abre una hospitalera que no conozco, tan pronto comienzo a explicar quien soy, me suelta, “eres Xabier”. Me hace pasar y rápidamente me ofrece algo de comer. Benditas mujeres, son nutricias por naturaleza y muestran su lado más amable dando alimento. Allí en la cocina veré a Lorenzo, que conocí de diciembre, llega al momento Patricia que vi brevemente por esas fechas y Cesar, un nuevo hospitalero que termina de realizar un cursillo y con el que rápidamente congenio. Ferroviario jubilado y voluntario en diversos proyectos, aquí en Italia y por algún lugar de hispanoamérica donde viaja con frecuencia y de donde conoce el español, que curiosamente no habla con acento americano. Me habla igualmente en catalán, que conoce por su tierra y por una amistad que mantiene media vida con un barcelones a quien visita con cierta regularidad.

Me dejan un ventilador de esos que despiden el aire caliente y comienzo a calentar mi estancia y secar frente a el mis pertenencias. Duchado, cambiado de ropa y compartiendo con Cesar una cena caliente y de cuchara me empiezo a sentir mejor. Ana y Lorenzo salieron esta noche, Patricia solo paso a saludar. Tras la cena me siento agotado, con todo el peso del cansancio acumulado estos últimos días. Mañana aún anuncia lluvia, pero el domingo parece que lucirá el sol. Palabra que lo necesito como nunca antes en mi vida.

Mi pasaporte se supone que llega mañana y se supone igualmente que me lo darán el lunes. De aquí del hospital,  he de salir el sábado pero creo que con insistencia y buena suerte puedo lograr que teniendo la embajada desde mañana el documento en su poder, me lo puedan dar y de ese modo ahorrarme la complicación de las dos próximas noches.

Una vez tenga el pasaporte, aún me quedarán las jornadas en que he de atravesar, algo más al sur de Roma, eso si, los Apeninos y por fin alcanzar la costa Adriática y alejarme cada día más al sur y al calor. Viendo las previsiones meteorológicas en la prensa, estos meses, que hay por Italia, siempre encuentro días más soleados, más cálidos, en esa zona de la costa hacia la que me quiero dirigir.

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