Jueves
05.02.15 Roma. Me ha sentado bien el dormir una noche sin estar
expuesto al clima. Una habitación que no es cálida, se me ha
antojado como si lo fuera por el simple hecho de no tener la nieve
frente a mi cara ni el viento dando en ella toda la noche.
A
pocos kilómetros de donde estoy encuentro el primer bar abierto, un
cafe caliente y las ganas de estar en Roma obran el milagro y me
dan fuerzas. Llueve con insistencia, pero el saber que podré
quitarme las ropas, todas, ducharme con agua caliente, dormir sobre
una cama en un lugar casi cálido, todo ello me va dando fuerzas. Y
voy devorando kilómetros que otros días he ido retrasando para no
estar allí antes de tiempo.
No
logro ver el encanto de las ciudades con lluvia. Supongo que no soy
objetivo, pero es que en este momento he estado 10 días bajo el
agua, 7 de ellos bajo diversas formas de nieve y solo deseo estar en
sitios secos.
Cuando
llego al hospital de peregrinos, me esperan. Sabían, por que así lo
comenté, que regresaría a por el pasaporte y a pesar de que me abre
una hospitalera que no conozco, tan pronto comienzo a explicar quien
soy, me suelta, “eres Xabier”. Me hace pasar y rápidamente me ofrece algo de comer. Benditas mujeres, son nutricias por naturaleza
y muestran su lado más amable dando alimento. Allí en la cocina
veré a Lorenzo, que conocí de diciembre, llega al momento Patricia
que vi brevemente por esas fechas y Cesar, un nuevo hospitalero que
termina de realizar un cursillo y con el que rápidamente congenio.
Ferroviario jubilado y voluntario en diversos proyectos, aquí en
Italia y por algún lugar de hispanoamérica donde viaja con
frecuencia y de donde conoce el español, que curiosamente no habla
con acento americano. Me habla igualmente en catalán, que conoce por su tierra y por una amistad que mantiene media vida con un barcelones a quien visita con cierta regularidad.
Me
dejan un ventilador de esos que despiden el aire caliente y comienzo
a calentar mi estancia y secar frente a el mis pertenencias. Duchado,
cambiado de ropa y compartiendo con Cesar una cena caliente y de
cuchara me empiezo a sentir mejor. Ana y Lorenzo salieron esta noche,
Patricia solo paso a saludar. Tras la cena me siento agotado, con
todo el peso del cansancio acumulado estos últimos días. Mañana
aún anuncia lluvia, pero el domingo parece que lucirá el sol.
Palabra que lo necesito como nunca antes en mi vida.
Mi
pasaporte se supone que llega mañana y se supone igualmente que me
lo darán el lunes. De aquí del hospital, he de salir el sábado pero creo que con
insistencia y buena suerte puedo lograr que teniendo la embajada
desde mañana el documento en su poder, me lo puedan dar y de ese
modo ahorrarme la complicación de las dos próximas noches.
Una
vez tenga el pasaporte, aún me quedarán las jornadas en que he de
atravesar, algo más al sur de Roma, eso si, los Apeninos y por fin
alcanzar la costa Adriática y alejarme cada día más al sur y al
calor. Viendo las previsiones meteorológicas en la prensa, estos meses, que hay por Italia, siempre
encuentro días más soleados, más cálidos, en esa zona de la costa
hacia la que me quiero dirigir.
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