Miércoles
17.09.14 Camino portugués II. Con el cambio de hora aquí amanece
más tarde, a las 8 se tiene que haber dejado el albergue, es de
noche aún y esta lloviendo. Antes he recogido mi ropa tendida que
esta calada, a oscuras la gente se va preparando y saliendo, que la
luz no la encienden hasta las 7:30 si bien hay movimiento de gente
desde las 5:30 que a oscuras o con sus linternas se preparan y van
saliendo a caminar bajo la lluvia.
Llueve
de un modo u otro desde hace 12 días, llueve camino a Porriño, desde
donde el albergue está cerrado hasta las 15:00 y María espera,
portuguesa que esta allí que para eso madrugó la mujer, paro para
estar horas de espera decide continuar los 7 kilómetros que nos
separan hasta Mos donde quedamos en vernos. No puede ser. AL rodar
por la carretera en vez de ir por la ruta de los caminantes, sin
darme cuenta no veo el desvío yy me vengo a fijar cuando ya he
entrado en Redondela, siguiente etapa a la que por supuesto entro
lloviendo.
Puedo
usar el albergue para estar a resguardo, si bien no me aseguran plaza
hasta las 20:00 y ayer se completo por lo que no esta nada claro que
la pueda tener. Me dice la hospitalaria que en el polideportivo igual
encuentro refugio y allí por tan solo 3 €. De un modo u otro un
mes en donde tenía la economía controlada, con el tema del camping
primero y ahora los albergues e la esta destrozando, simplemente no e
sale la cuenta de comer y dormir pero no es una noche o dos, son
muchas ya, con demasiadas cosas mojadas, sin posibilidad de secado y
miedo a mojar mas cosas. La ropa que llevo esta húmeda y se va
secando sobre mi cuerpo, la sensación es de una incomodidad y
suciedad total, más si pienso que con suerte me puedo duchar me
tendré que poner después ropa húmeda de nuevo. A todo esto está
anunciado lluvia al menos hasta el sábado lo que resulta
descorazonador.
En
estas condiciones, al llegar a un sitio no quedan ganas de hacer
turismo alguno, si no es meterse bajo techo y procurar no mojarte
más, ya no dispongo de calcetines que no estén calados de agua. Los
peregrinos compran nuevos y tiran viejos, otros los tirarán en tres
días cuando retornen a sus hogares y allí se quitarán el el peor
de los casos el frió y la humedad de sus doloridos cuerpos, cuidaran
sus posibles catarros y relatarán su aventura bajo las lluvias del
norte. Yo necesito un respiro de sol, por secar la ropa, un respiro
de las lluvias, por dormir de nuevo fuera del sangrante costo de los
albergues y de este modo llegar al menos comiendo hasta la próxima
paga.
En
la sala del albergue hay suplementos dominicales retrasados y con
ellos voy matando el tiempo mientras saludo a caras que ya he visto
en Caminho o en Tuy y conozco nuevos, Amparo que hace el camino con
su marido que agoniza en la litera mientras ella, fresca como una
lechuga, pasea por las salas del albergue.
Los
hombres caminan con botas y ellas con sandalias, son más listas,
ellos mojan su calzado que después no logran secar, ellas se cambian
de calcetines y pies secos al instante, caminan más ligeras aparte
de eso.
Muchos
peregrinos son jubilados que ahora disponen de más tiempo para hacer
cosas que antes no pudieron, hablo con algunos de ellos en el
albergue, muchos repiten camino cada año y con un par de ancianos de
Redondela que aún no se que hacen por aquí. Una de las cosas que
tiene conversar con ellos, es que al preguntare mi edad,
invariablemente todos, exclama “que joven” lo que supone un
barato tratamiento anti edad.
Ya
hablo con Fabian en el polideportivo y e confirma que me dará techo,
pero tienen actividades allí programadas hasta las 22:30, que en esa
hora llegue. El problema de todo esto es que a diferencia de los
peregrinos de a pie que pueden ducharse y ponerse prendas secas si
las tienen y disponer de más horas para procurar secar las húmedas,
los ciclistas aún logrando plaza, no podemos ponernos prendas secas,
ducharnos o secar ropas hasta mucho más tarde con las consiguiente
incomodidad que eso acarrea y la imposibilidad de de disponer de ese
modo de prendas secas.
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