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viernes, 27 de marzo de 2015

Lunes 23.03.15 En un lugar con nombre de medicamento. Un bosque frente al lago.

Odio despertarme a las cinco de la mañana y que ya esté lloviendo. Odio empacar todos los bártulos en una bicicleta mojada y bajo la lluvia. Y odio tener que comenzar a rodar ya de buena mañana con la lluvia en la cara. Un abrazo a Vago en la puerta del hostel me mejora momentáneamente el humor.

Aparte de esto el día no se me da mal del todo. Tras una primera y prolongada subida que deja atrás la ciudad me voy adentrando en un precioso valle dentro del cual se encuentran dos lagos. Al norte de los mismos transcurre la autopista y me veo obligado a rodar por el sur de los mismos haciendo algún kilómetro de más. ¡Que más da!, no tengo nada mejor que hacer. Hay mayor densidad de pueblos de los que pude ver en el norte o eso me parece a mi.

Igualmente suplen la falta de bares de carretera con furgonetas, frente a las que montan algún toldo más o menos elaborado y más o menos desmontables, donde venden cafés y comida rápida. El acertar con el tipo de café al pedirlo y que este no sea demasiado malo es ya por si mismo una aventura. La mayor parte de las veces tomo algo muy distinto a lo que me gustaría. Al menos calienta el cuerpo si tengo la fortuna que no me lo sirvan frío o casi.

Recuerdo con mucho cariño el momento en que compré mi “casaco” portugués, fué mi primera prenda adquirida tras el robo, si descarto los calcetines, y el modo en que la busqué por medio país, la elegí y regatee su precio.

Hoy me he desprendido de ella, la vestirá un vagabundo o indigente o que se yo de Thessaloniki a quien se la he dado. Tenía esta prenda algún inconveniente. A saber, voluminosa, pesada, fácil de mojar y necesitando de varias eternidades para su secado. Me ha hecho, no obstante, un inestimable servicio y desprenderme de ella me ha apenado más de lo que esperaba.

Estos días pasados en el hostel he podido terminar de completar mi lista de las prendas que necesito, gracias a algunas lecturas en la red y notas que sobre las mismas venia realizando. Salvo alguna excepción mis prendas no eran adecuadas y ello me ha causado no pocas molestias con el agua, precipitación, condensación o transpiración. En este momento tengo casi las prendas que debo usar en las capas idóneas y tan solo ando a la espera de encontrar a buen precio las que me faltan. Unos pantalones de Gore llegarán a casa de Marga en algún momento, todo sea dicho.

Lo cierto es que se va notando la diferencia con cada prenda que sustituyo, aparte del confort en su facilidad de secado y su escaso volumen y peso, de modo que comienzo a notar que me acerco a la equitación optima para rodar con clima adverso.

Me dirijo ahora, por Aspovalta, Kevala y Alexandropoli, hacia Estambul, siguiendo el trazado de la Vía Egnatia y siento una especial ilusión por llegar a ese destino. Me atrae la ciudad, me gusta poder llegar a ella de este modo en que lo estoy haciendo y en este momento preciso de mi viaje. Decir que muy probablemente pase allí unos días con Marga le añade la guinda para que tenga una positiva y sana ansiedad a que llegue el momento.


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