Lunes
23.03.15 En un lugar con nombre de medicamento. Un bosque frente al
lago.
Odio
despertarme a las cinco de la mañana y que ya esté lloviendo. Odio
empacar todos los bártulos en una bicicleta mojada y bajo la lluvia.
Y odio tener que comenzar a rodar ya de buena mañana con la lluvia
en la cara. Un abrazo a Vago en la puerta del hostel me mejora momentáneamente el humor.
Aparte
de esto el día no se me da mal del todo. Tras una primera y
prolongada subida que deja atrás la ciudad me voy adentrando en un
precioso valle dentro del cual se encuentran dos lagos. Al norte de
los mismos transcurre la autopista y me veo obligado a rodar por el
sur de los mismos haciendo algún kilómetro de más. ¡Que más da!,
no tengo nada mejor que hacer. Hay mayor densidad de pueblos de los
que pude ver en el norte o eso me parece a mi.
Igualmente
suplen la falta de bares de carretera con furgonetas, frente a las
que montan algún toldo más o menos elaborado y más o menos
desmontables, donde venden cafés y comida rápida. El acertar con el
tipo de café al pedirlo y que este no sea demasiado malo es ya por
si mismo una aventura. La mayor parte de las veces tomo algo muy
distinto a lo que me gustaría. Al menos calienta el cuerpo si tengo
la fortuna que no me lo sirvan frío o casi.
Recuerdo
con mucho cariño el momento en que compré mi “casaco” portugués, fué mi primera prenda adquirida tras el robo, si descarto
los calcetines, y el modo en que la busqué por medio país, la elegí
y regatee su precio.
Hoy
me he desprendido de ella, la vestirá un vagabundo o indigente o que
se yo de Thessaloniki a quien se la he dado. Tenía esta prenda algún
inconveniente. A saber, voluminosa, pesada, fácil de mojar y
necesitando de varias eternidades para su secado. Me ha hecho, no
obstante, un inestimable servicio y desprenderme de ella me ha
apenado más de lo que esperaba.
Estos
días pasados en el hostel he podido terminar de completar mi lista
de las prendas que necesito, gracias a algunas lecturas en la red y
notas que sobre las mismas venia realizando. Salvo alguna excepción
mis prendas no eran adecuadas y ello me ha causado no pocas molestias
con el agua, precipitación, condensación o transpiración. En este
momento tengo casi las prendas que debo usar en las capas idóneas y
tan solo ando a la espera de encontrar a buen precio las que me
faltan. Unos pantalones de Gore llegarán a casa de Marga en algún
momento, todo sea dicho.
Lo
cierto es que se va notando la diferencia con cada prenda que
sustituyo, aparte del confort en su facilidad de secado y su escaso
volumen y peso, de modo que comienzo a notar que me acerco a la equitación optima para rodar con clima adverso.
Me
dirijo ahora, por Aspovalta, Kevala y Alexandropoli, hacia Estambul,
siguiendo el trazado de la Vía Egnatia y siento una especial ilusión
por llegar a ese destino. Me atrae la ciudad, me gusta poder llegar a
ella de este modo en que lo estoy haciendo y en este momento preciso
de mi viaje. Decir que muy probablemente pase allí unos días con
Marga le añade la guinda para que tenga una positiva y sana ansiedad
a que llegue el momento.
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