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jueves, 5 de marzo de 2015

Domingo, lunes y martes 01, 02 y 03.03.15 Vlorë – Fier – Lushnje – Kavaje. De Himarë a Vlorë cruzo un pedazo de montaña descomunal. Nevada y entre brumas, lloviendo, por supuesto, casi al borde del mar y buena parte del recorrido pie en tierra, empujando la bici cuesta arriba por una pendiente interminable y maldiciendo todo lo imaginable. Descender la misma no fue más fácil, por una carretera que en ocasiones había perdido su asfalto y era un barrizal, temiendo quedarme sin frenos y comerme cualquiera de los hermosos pinos de ese parque natural. Una vez abajo, dejo atrás un paisaje para entrar en otro muy distinto, como distinto es desde aquí Albania, sus ciudades y gentes.

Hasta Vlorë la influencia era griega. Los campos, excepto olivos, se usan para el ganado y ahora ya no será así. Los albaneses que ahora me cruzo tienen mayor influencia italiana, por la emigración y eso me facilitará la comunicación con ellos. El otro día, al entrar a un bar, vi a todos los clientes viendo una telenovela mexicana, sin doblar, con los subtítulos en albanés y gracias a la afición que les tienen he tenido la fortuna de hablar español, y ser entendido y respondido, con dos empleados de bares y un policía con el que casi me da un ataque cuando me suelta con fuerte acento mexicano: “no entiendo el español que usted me habla”.

De estos tres días, tan solo el martes no llovióFue el domingo por la tarde, hablando con Claudio, cuando la sensación de irrealidad que padecí la última semana, desapareció, se esfumó de golpe. Así, sin saber la razón ni el como. Con el y dos empleados de la estación de servicio bajo la que me refugie y donde pasé la tarde del domingo bajo techo mientras fuera diluviaba. Claudio atiende el bar de la gasolinera, habló con su jefe y este me permitió hacer noche en la terraza, cubierta y con paredes de plástico, del bar, Lo abrió a las 6:30 y se empeñó en invitarme al café. Yo a mi vez invité a los gasolineros, que velaron mi sueño.

El mercado, en la calle, de Vlorë fue un espectáculo. No digo ni bueno o malo, pero lo fue. El país es pobre, hablo de salarios de 100 a 200 € al mes y haciendo frente a precios en las tiendas que no guardan relación con sus ingresos. Un litro de leche comprado en la misma fábrica, en su tienda, esta marcado a 130 leke, poco menos de un euro, la pasta como en Italia, no más barata y un litro de gasolina a tan solo 20 céntimos por debajo. Algunos vendedores ambulantes venden leche en botellas de litro y medio de refresco, directamente de los ganaderos, no esperes ningún tipo de garantía sanitaria. He visto igualmente vender botellas de refresco al borde de las carreteras llenas de gasolina.

Aquí se creció a golpe de inmigración y ahora la crisis de otros países ha paralizado a este. Todo parece a medio construir, las casas que se hacían con el dinero enviado quedaron detenidas cuando este dejó de llegar. Por otro lado, lo que se rompe, roto se queda. El aspecto es lamentable. No se ve más basura por lo complicado que tienen el acceso a las cosas envasadas. Puedes recorrer una ciudad pequeña sin ver nada parecido a una papelera.

Otra cosa que me llamó la atención es la falta de vallas publicitarias, puedes ver una con anuncio o dos por ciudad, ninguna en las poblaciones más pequeñas y en carretera es fácil hacer 50 kilómetros sin tropezarte con ninguna.

Desde Fier viajo por autopista. No hay otra opción, ni alternativa. No es de peaje y bien mirado de autopista solo tiene el nombre. Esta permitido ir por ella en bici. Y en asno. Y a pie. O que un pastor, por el arcén, que tan solo es la línea pintada a la derecha, conduzca sus cabras. Cuando las gallinas se despistan y se acercan en exceso a los coches, un claxon las hace salir en estampida, despavoridas.

Junto a las carreteras, y desde que entre al país, veo pequeños bunker de hormigón abandonados, y me pregunto de quien querrían defenderse. Luego recuerdo que Mussolini los invadió cuando pretendía montar un imperio.

Si pudiera olvidar lo macabro del personaje, podría compararlo con el villano de las primeras entregas de James Bond y decidiendo hacerse con el mundo por orden alfabético, primero Abisinia, después Albania, y así, todo bien ordenadito. Sobreactuaria, al gusto de la época, tan solo con hacer una escena en la que se desplazara, con sus oficiales, a paso ligero, como una que vi y no logro borrar de mi retina. Tendría éxito asegurado.

Volviendo al tema de la autopista, su ventaja principal es que tiene asfalto, ya que por la nacional esto no siempre es así. Si por cualquier causa este se rompió o deterioró, te toca pasar por suelos de grava, barrizales o directamente cruzar un torrente que se llevo el firme a saber cuando y que ahí sigue sin reparar.

Otro día por la autopista. Logran que esta tenga cruces, nada de rotondas. ¿De que modo?Poco antes de llegar al cruce reduces los dos carriles en cada sentido a tan solo uno, pones señales para aminorar la velocidad prohibiendo ir a más de 40, en algunas curvas lo reducen a 60, y el cruce se convierte en un fiesta. Todo un mercado ambulante donde se compra o vende lo que sea. Coches, billetes de autobús a cualquier parte de Italia, teléfonos móviles arqueológicos, animales vivos, tenderetes donde se cocinan y venden alimentos, etc.

Son lugares de reunión de la gente, que pasa horas sentados en “terrazas” frente a una taza de espantoso café al que ponen de dos a tres sobres de azúcar. Muchos están en pie, siempre con un manojo de billetes en la mano, un gran manojo, no se si para indicar que tienen dinero para comprar. En una zona ajardinada de la mediana, dos vacas comen hierva y un hombre vende conejos a los que circulan con sus coches, que los compran sin bajar de los mismos. Y hombres, solo hombres, por esta zona del país resulta extraño ver a mujeres por la calle, solo en sus tiendas o bares atendiendo a los clientes. Ya se ven bicicletas circular, aquí la planicie las hace más idóneas.

Una tienda se puede montar con cualquier cosa. Un local destartalado o una simple mesa improvisada en cualquier lado y te pones a vender, o intentarlo, tu mercancía. Un anciano le quita cordones a cualquier calzado que encuentra, a continuación los empareja y así como están, sucias o deterioradas, se convierten en mercancía y las pone en venta, ese es su negocio. Otra señora pone en el suelo una báscula de baño, le pagas unos leke por pesarte.

A diferencia de cuando he recorrido otros lugares, aquí, mi desconocimiento cultural de la zona, no me permite prever las consecuencias de usar para dormir espacios públicos o privados sin previa autorización y prefiero enfrentarme a las complicaciones idiomáticas para pedir permiso antes que a las de ofrecer excusas. Por fortuna, hasta la fecha, no he encontrado mayor dificultad en que me permitan usar algún espacio cubierto para hacer noche y con eso descanso con menor inquietud a sabiendas de no tener visitas inoportunas o complicaciones.

Voy sobrado de tiempo. El aeropuerto al que me he de dirigir se encuentra a mitad de camino entre Durrës y Tiranë, lo que hace que tan solo sea media jornada de viaje y la hora en que he de esperar a Marga es bien tarde, a las 23:00, lo que me da todo el viernes para realizarla, paseando si quiero. Ante esta perspectiva me tomo el resto del camino con mucha más calma, recreándome en mis visitas y yendo a conocer sitios cercanos.



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