Martes
02.06.15 A 30 km de Budapest. Hoy dormiré en la tienda, no dispongo
de otro techo y confío por otro lado que esto me mantenga algo más
alejado de la plaga de mosquitos. Anoche me costó dormir a causa de
ellos. No me pican con la loción, pero ese sonido amenazante....
Me
he detenido pronto, ya cerca de Budapest, si ruedo un poco más me
meteré en el área metropolitana, cosa que no deseo de ningún modo,
no hasta mañana, donde tengo idea de hacer noche en la ciudad. Ya me
pasó en Bucarest que buscando lugar para hacer noche me metí casi
sin querer entre los edificios y luego es un lío, una complicación
encontrar lugar para hacer noche. Estoy en una isla del Danubio,
grande, con poblaciones dentro de ella y sin salir de la misma me
plantaré en la capital. Entre por un puente, pero la noche la pasaré
frente a un embarcadero donde una barcaza une la isla con el pueblo
de enfrente cada hora.
Hablando
con el barquero, bueno, con ellos, pues la tripulación son tres en
total, me han permitido montar la tienda frente a su casa, sobre
mullida hierba y a la sombra de un gran árbol, ahora me quita calor y
esta noche posiblemente algo de humedad sobre la tienda. Eso si no
llueve, pues antes de terminar la tarde cae un chaparrón corto e
intenso, tras este, el sol de nuevo que por fortuna lo seca todo.
Pude
hablar con Marga, se encuentra mucho mejor, pero se cumplen los
pronósticos más sombríos y no podrá rodar estos próximos días a
consecuencia de unos puntos de la pequeña intervención a la que se sometió. Le falta confirmar en su trabajo, al que irá mañana, si
los días que tenia pedidos siguen en pie y si es así el sábado la
tendré por aquí. A falta de bici haremos más turismo convencional
y paseos por el río, la idea es pasar unos días en camping.
Con
una cerveza de 80 céntimos de euro en la terraza del chiringuito del
embarcadero, donde gente del pueblo cercano vienen a comer pescado,
llega la barcaza y de ella desciende, entre algún coche, un
cicloturista francés. Viene rodando desde España donde embarco a
Cerdeña, Italia, Croacia y ahora desciende el Danubio hacia el Mar
Negro. AL ver mi tienda montada habla con el barquero para montar la
suya. Le niegan el permiso ¿? supongo que son de esas personas que
consideran que dos son multitud. Sigue su marcha aceptando con humor
el resultado de su petición.
Frente
al río disfruto del silencio que interrumpe el golpear de las olas
sobre el muelle cuando alguna embarcación pasa por el río y produce
ondas. El lugar es de ensueño, todo el país me lo esta pareciendo y
me siento muy relajado viajando por el. Noto en falta algún bar, en
ocasiones. El café de la mañana me lo tome de la máquina de una
tienda de tabaco, a falta de mejor lugar en la población que no era
pequeña. La tienda de tabacos parece un comercio clandestino, con
advertencias de no poder acceder a el menores de 18 años, con los
cristales tapados para que no se pueda ver el interior, normas de
antitabaco de aquí, las mismas que impiden fumar en las paradas de autobús al aire libre.
La
casa del barquero parece un parque zoológico. Un caballo, dos asnos,
una cerda inmensa con sus lechones, gallo y gallinas con polluelos,
un par de gansos con los suyos, perros. Son silenciosos, no montan
escándalo. Solo el caballo me llama para que le rasque un poco, lo
hice al poco de llegar, le gusto y me reclama otro poco más de
atención. Le dedico un buen rato con placer, agradecido de tener
algo que hacer y de la compañía agradecida del animal.
Cansado
por lo poco que pude dormir anoche y realmente a salvo de los
mosquitos dentro de mi tienda, decido ponerme a dormir bien temprano,
tan pronto la luz mengua con el ocaso. El último barco que cruza es
a las ocho de la tarde y desde esa hora se vacía el chiringuito. El
lugar aparte de hermoso es relajante, muy tranquilo. Entre dos
viajes, el barquero, atiende su caña de pescar.
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