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viernes, 5 de junio de 2015

Martes 02.06.15 A 30 km de Budapest. Hoy dormiré en la tienda, no dispongo de otro techo y confío por otro lado que esto me mantenga algo más alejado de la plaga de mosquitos. Anoche me costó dormir a causa de ellos. No me pican con la loción, pero ese sonido amenazante....

Me he detenido pronto, ya cerca de Budapest, si ruedo un poco más me meteré en el área metropolitana, cosa que no deseo de ningún modo, no hasta mañana, donde tengo idea de hacer noche en la ciudad. Ya me pasó en Bucarest que buscando lugar para hacer noche me metí casi sin querer entre los edificios y luego es un lío, una complicación encontrar lugar para hacer noche. Estoy en una isla del Danubio, grande, con poblaciones dentro de ella y sin salir de la misma me plantaré en la capital. Entre por un puente, pero la noche la pasaré frente a un embarcadero donde una barcaza une la isla con el pueblo de enfrente cada hora.

Hablando con el barquero, bueno, con ellos, pues la tripulación son tres en total, me han permitido montar la tienda frente a su casa, sobre mullida hierba y a la sombra de un gran árbol, ahora me quita calor y esta noche posiblemente algo de humedad sobre la tienda. Eso si no llueve, pues antes de terminar la tarde cae un chaparrón corto e intenso, tras este, el sol de nuevo que por fortuna lo seca todo.

Pude hablar con Marga, se encuentra mucho mejor, pero se cumplen los pronósticos más sombríos y no podrá rodar estos próximos días a consecuencia de unos puntos de la pequeña intervención a la que se sometió. Le falta confirmar en su trabajo, al que irá mañana, si los días que tenia pedidos siguen en pie y si es así el sábado la tendré por aquí. A falta de bici haremos más turismo convencional y paseos por el río, la idea es pasar unos días en camping.

Con una cerveza de 80 céntimos de euro en la terraza del chiringuito del embarcadero, donde gente del pueblo cercano vienen a comer pescado, llega la barcaza y de ella desciende, entre algún coche, un cicloturista francés. Viene rodando desde España donde embarco a Cerdeña, Italia, Croacia y ahora desciende el Danubio hacia el Mar Negro. AL ver mi tienda montada habla con el barquero para montar la suya. Le niegan el permiso ¿? supongo que son de esas personas que consideran que dos son multitud. Sigue su marcha aceptando con humor el resultado de su petición.

Frente al río disfruto del silencio que interrumpe el golpear de las olas sobre el muelle cuando alguna embarcación pasa por el río y produce ondas. El lugar es de ensueño, todo el país me lo esta pareciendo y me siento muy relajado viajando por el. Noto en falta algún bar, en ocasiones. El café de la mañana me lo tome de la máquina de una tienda de tabaco, a falta de mejor lugar en la población que no era pequeña. La tienda de tabacos parece un comercio clandestino, con advertencias de no poder acceder a el menores de 18 años, con los cristales tapados para que no se pueda ver el interior, normas de antitabaco de aquí, las mismas que impiden fumar en las paradas de autobús al aire libre.

La casa del barquero parece un parque zoológico. Un caballo, dos asnos, una cerda inmensa con sus lechones, gallo y gallinas con polluelos, un par de gansos con los suyos, perros. Son silenciosos, no montan escándalo. Solo el caballo me llama para que le rasque un poco, lo hice al poco de llegar, le gusto y me reclama otro poco más de atención. Le dedico un buen rato con placer, agradecido de tener algo que hacer y de la compañía agradecida del animal.

Cansado por lo poco que pude dormir anoche y realmente a salvo de los mosquitos dentro de mi tienda, decido ponerme a dormir bien temprano, tan pronto la luz mengua con el ocaso. El último barco que cruza es a las ocho de la tarde y desde esa hora se vacía el chiringuito. El lugar aparte de hermoso es relajante, muy tranquilo. Entre dos viajes, el barquero, atiende su caña de pescar.

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