Sábado
16.05.15. No se donde leí que los búlgaros están entre los pueblos
más depresivos del planeta y encabezan el rankin de los europeos.
Bregovo, la población por la que salgo del país a buen seguro que
es toda ella un monumento viviente ( o moribundo) de dicha patología.
Es sábado, hay mercado, si se le puede llamar así a los tres mustios
puestos que veo, no quiero imaginarme la población en las largas
y oscuras tardes de invierno.
El
día, con todo, es de plomo, pesado y gris. Empleo un rato en deshacerme de la moneda local, la menuda de metal que da problemas de
cambiar por otra en los bancos. Un café con leche, un brazo de
gitano industrial, sabor limón, botella de agua y dos cajetillas de
tabaco marca Melnik para emplear unos 5 € y derecho a la frontera
que se encuentra al final de una de las calles. Dejo atrás la plaza
con alguna escultura y presidida por una con placa donde luce hoz y
martillo. No logro descifrar que dice.
El
trámite de aduana es rápido. La funcionaria serbia mira el
contenido de dos bolsillos de las alforjas y mete su nariz dentro del
tarro de descafeinado. Como a dos kilómetros me cruzo con Kjetil, un trotamundos noruego de viaje desde Alemania a Estambul. Foto.
Me gustan esos retrovisores. |
Ahora
es normal cruzarme con alguno cada día, esta es la Ruta 6, de
Eurovelo, de las más frecuentadas del continente, y las fechas ya
avanzadas.
Imposible
cambiar moneda en el primer pueblo. La siguiente población, Negotin,
tiene tres bancos, están abiertos y he ganado una hora con el cambio
horario. El problema será que no aceptan moneda búlgara y es en
ella en la que cobre mi pensión cuando pasé por Burgas. Llevo
encima 50 €, de Marga, de cuando le cambie algo de euros por mi
moneda rumana, y con eso me estoy salvando. Salvando si no gasto más
de ese dinero en los próximos días. En Serbia cambian euros,
dolares y cuando les interesa, hoy no, francos suizos y libras
esterlinas. Mal asunto no cambiar moneda de tus propios vecinos. Por
mi parte toca apretarme el cinturón.
La
Ruta 6 no está ejecutada a su paso por Rumania, realmente las
primeras señales aparecen pasado Vidin y pronto veo las indicaciones
que he de seguir. Ofrece alguna comodidad, al ciclista, planos en
carteles, señales en cada cruce, áreas de descanso adecuadas para un
picnic, alojamientos que voy viendo aún cerrados. Cuando el camino
va separado de la carretera tienes la tranquilidad de no encontrar
excesivo transito de vehículos. Eso, si un sábado, no les da por
montar una concentración de propietarios de Alfa Romeo, que con la
coartada del idiota, que no es otra que camuflarse entre más
idiotas, se creen con derecho de circular como cretinos poniendo en
peligro a los que por allí pasamos. Un derrape en el que logra
detener el coche a un escaso medio metro de mi persona.
El
recorrido va buscando el camino más próximo al río posible, lo que
supone que he de añadir kilómetros a montones. El tramo desde
Negotin a Donji Milanovac que es de algo menos de 60 kilómetros,
usando la Vía se convierte en unos 146. A cambio de esto recibo
hermosas vistas, caminos menos frecuentados y escasas cuestas. No es
mal negocio.
En
Mihajovac me informan que la Vía esta cortada durante no menos de 7
kilómetros a causa de corrimientos de tierra. Me tomo mi tiempo para
decidir que alternativa uso y mientras vamos conversando en que
camino que une el pueblo nuevo del viejo. Me va contando Joko, que
así se le llaman como diminutivo de Jokovich me dice, que el pueblo
viejo tiene problemas con las crecidas cuando abren la presa que hay
más arriba, en una central eléctrica. Cuando me ofrece dormir en su
casa tardo en aceptar, me gusta poco entrar en casas ajenas, otra
cosa es montar la tienda o usar algún tejado en el exterior. Insiste
hasta hacerme aceptar.
La
tarde la pasaremos en casa de unos amigos suyos, Franz y su esposa.
Ella es del pueblo, el fisioterapeuta vienes, ambos disfrutan de unos
días de vacaciones y usan una casa que tienen alquilada en el
pueblo. Me molesta el modo en que Franz trata a su esposa, como si
fuera un cachorro de perro, le da ordenes señalando con el dedo
mientras la mira con insistencia. Espantoso. Joko nació en Valaquia,
la parte de Rumania que conozco, de padres serbios, creció en Alemania y su amistad les permite que Franz tenga con quien hablar en alemán en el pueblo y compartir afición, beben. Mucho.
Termina
la noche y Joko esta borracho, como Franz, pero es con Joko con quien
he de ir y me gusta muy poco. Se pone muy pesado en su casa
insistiendo con muestras de hospitalidad mal entendidas y he de
ponerme muy serio con el. Dudo si marcharme a pesar de que por las
horas que son tengo complicado cualquier alternativa. Me retiro
finalmente a dormir y el, en el patio, sigue bebiendo, escucha música
y habla en voz elevada, con nadie. Me preocupa que pueda ser
violento. Noche surrealista que doy por terminada con la primera luz
del día en que abro la puerta y salgo aliviado, dejando a Joko en un
sueño etílico. Tomo nota de la experiencia con la confianza de
haber aprendido la lección.
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