Martes
12.05.15 Draganesti-Vlasca. Tras un alargado fin de semana, extraño,
intenso, de fuertes emociones, ayer partió Marga para Roma y hoy me
toca hacerlo a mi en busca del Danubio.
Mi
intención es cruzar por Calafat y entrar por allí a Serbia,
evitando regresar a Giurgiu y trazando de este modo una diagonal que
pasa por Alexandria.
La
última vez que recuerdo que se ajustó el sillín, carece de cierre
rápido por lo que es preciso de dos llaves para su apriete y tan
solo viajo con una, fue en Coruña. Creo o me lo parece que se ha
desplazado acortando su distancia al suelo y achaco a ello las
molestias que he sufrido en mi pierna, por pensar en algo. Por otro
lado, soy consciente que la posición de mi pie en el pedal no es la
adecuada, pero sucede que el transportín que uso es corto. Esto
implica que si pongo el pie sobre el pedal del todo correcto mi talón
golpea las alforjas o se engancha en ellas en su giro.
Me
demoro en la salida a la espera de que abran una tienda de bicicletas
y con su auxilio subo la tija a una posición que me parece más
adecuada. No servirá de nada. Tras los primeros 35 kilómetros sin
molestias el dolor hace acto de presencia y con esta tortura avanzo
casi otros 30 kilómetros más. Me da la impresión que ahora es más
intenso incluso que el que sufrí semanas atrás.
En
el camino voy cruzando una buena cantidad de ríos que se dirigen a
alimentar con su caudal el gran río. Bonitos pueblos, cuidados y
limpios, el sol hace que el verde de los campos resplandezca y
embellezca el paisaje. Soy consciente que estos mismos lugares, hace
un par de meses a lo sumo, habrán mostrado un aspecto mucho menos
atractivo y que parte de lo que me agrada de ellos es el poderlos
recorrer en un día como el que hace hoy, sin tormentas o vientos que
me empañen los lugares que recorro.
A
las afueras de todos estos pueblos observo una buena cantidad de
grandes casas, todas sin terminar e incluso me da la impresión que
se encuentran en idéntico estado de ejecución. Veo alguna habitada y
me asalta la duda de si esas gentes son sus propietarios o las tienen
ocupadas. Puede que simplemente las guarden a cambio de poder vivir
en ellas. A diferencia de las cubiertas de las antiguas en donde se
ve el color del metal y este forma placas, en las nuevas, el tejado
igualmente metálico, simula tejas y un esmalte les da vistosos
colores.
Al
comer mi yogur de hoy que ha resultado ser casi líquido, reparo los
distintos tipos de texturas y sabores, su grado de sal, que he tenido
ocasión de probar en Grecia, Albania, Macedonia, Turquía, Bulgaria y
aquí. Todos muy buenos y ligeramente distintos entre sí.
Desde
Bulgaria vengo rodando con manga y pantalón corto. Hoy me el sol me
quema y al montar la tienda en una zona de arboles tupida y
enmarañada junto a una zona de cultivos, todo lleno de zarzas y el
suelo sembrado de ramas espinosas, mis brazos y piernas quedan
arañados y heridos, con churretes de sangre y el escozor de las
puntadas o cortes. Desde la tranquilidad de la tienda he visto pasar
unos tractores camino a una antigua granja colectiva. Ni idea del
tipo de explotación que en este momento será, si empresarial,
cooperativa... pero sigo viendo grandes extensiones de cultivos y muy
escasos campos pequeños de explotación familiar.
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