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lunes, 18 de mayo de 2015

Martes 12.05.15 Draganesti-Vlasca. Tras un alargado fin de semana, extraño, intenso, de fuertes emociones, ayer partió Marga para Roma y hoy me toca hacerlo a mi en busca del Danubio.

Mi intención es cruzar por Calafat y entrar por allí a Serbia, evitando regresar a Giurgiu y trazando de este modo una diagonal que pasa por Alexandria.

La última vez que recuerdo que se ajustó el sillín, carece de cierre rápido por lo que es preciso de dos llaves para su apriete y tan solo viajo con una, fue en Coruña. Creo o me lo parece que se ha desplazado acortando su distancia al suelo y achaco a ello las molestias que he sufrido en mi pierna, por pensar en algo. Por otro lado, soy consciente que la posición de mi pie en el pedal no es la adecuada, pero sucede que el transportín que uso es corto. Esto implica que si pongo el pie sobre el pedal del todo correcto mi talón golpea las alforjas o se engancha en ellas en su giro.

Me demoro en la salida a la espera de que abran una tienda de bicicletas y con su auxilio subo la tija a una posición que me parece más adecuada. No servirá de nada. Tras los primeros 35 kilómetros sin molestias el dolor hace acto de presencia y con esta tortura avanzo casi otros 30 kilómetros más. Me da la impresión que ahora es más intenso incluso que el que sufrí semanas atrás.

En el camino voy cruzando una buena cantidad de ríos que se dirigen a alimentar con su caudal el gran río. Bonitos pueblos, cuidados y limpios, el sol hace que el verde de los campos resplandezca y embellezca el paisaje. Soy consciente que estos mismos lugares, hace un par de meses a lo sumo, habrán mostrado un aspecto mucho menos atractivo y que parte de lo que me agrada de ellos es el poderlos recorrer en un día como el que hace hoy, sin tormentas o vientos que me empañen los lugares que recorro.

A las afueras de todos estos pueblos observo una buena cantidad de grandes casas, todas sin terminar e incluso me da la impresión que se encuentran en idéntico estado de ejecución. Veo alguna habitada y me asalta la duda de si esas gentes son sus propietarios o las tienen ocupadas. Puede que simplemente las guarden a cambio de poder vivir en ellas. A diferencia de las cubiertas de las antiguas en donde se ve el color del metal y este forma placas, en las nuevas, el tejado igualmente metálico, simula tejas y un esmalte les da vistosos colores.

Al comer mi yogur de hoy que ha resultado ser casi líquido, reparo los distintos tipos de texturas y sabores, su grado de sal, que he tenido ocasión de probar en Grecia, Albania, Macedonia, Turquía, Bulgaria y aquí. Todos muy buenos y ligeramente distintos entre sí.

Desde Bulgaria vengo rodando con manga y pantalón corto. Hoy me el sol me quema y al montar la tienda en una zona de arboles tupida y enmarañada junto a una zona de cultivos, todo lleno de zarzas y el suelo sembrado de ramas espinosas, mis brazos y piernas quedan arañados y heridos, con churretes de sangre y el escozor de las puntadas o cortes. Desde la tranquilidad de la tienda he visto pasar unos tractores camino a una antigua granja colectiva. Ni idea del tipo de explotación que en este momento será, si empresarial, cooperativa... pero sigo viendo grandes extensiones de cultivos y muy escasos campos pequeños de explotación familiar.

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