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miércoles, 6 de mayo de 2015

Martes 04.05.15 Bucarest. Día de descanso y turismo. Llegó pronto a un hostel de los muy económicos que se pueden encontrar en la ciudad, está medio vacío. Ducha caliente. Colada y ropa tendida al sol. Día muy caluroso que paso ganduleando por el hostel y la zona centro de la ciudad, haciéndome con el terreno, visitando tiendas y comprendiendo sus precios.

Puedo comprar comida para cocinar en el hostel y si bien hoy la tomaré fría pienso en que mañana me pondré a cocinar toneladas de comida caliente y comer como un animal. El dormitorio es cómodo, el sitio limpio y muy muy tranquilo. La gente del establecimiento amable. Me encuentro con Alberto, un madrileño que lleva viajando una buena cantidad de tiempo, lo de siempre, consejos, recomendaciones, indicaciones de lugares o curiosidades, etc, me invita a un café mientras espera su hora de partir. El tomará un tren para el norte. En el dormitorio coincido con un rumano que termina de llegar de México, donde vive desde hace 16 años, fotógrafo. Llega molido del viaje y se retira pronto a dormir, mañana coincidiremos con tiempo, creo.

La ciudad vieja me parece interesante. Aparte de sus edificios, me llama la atención su ambiente, sus locales y el ritmo relajado que se respira. Andaré poco por allí, tengo días por delante y hoy ando algo cansado tras la paliza de los últimos dos días. La sensación de ir limpio tras la ducha, de ponerme ropa igualmente limpia, con el sol y el calor se seca muy pronto, es indescriptible. Si a eso le sumo el comer sentado a una mesa y cómodamente sentado, en la terraza, respiro felicidad. Con todo, dentro de pocos días tendré a Marga rondando por aquí y eso aumenta la sensación de alegría y bienestar. Planeo alguna noche por esas terrazas que hoy recorro, compartiendo una cerveza, ¡Bien!

Al disponer de conexión a la red, me pongo al día de correos, envio alguno que vengo retrasando tiempo, leo noticias de la prensa y por la tarde algún documental y tutorial de un asunto que llevo semanas dándole vueltas en la cabeza, concretamente desde que pasé unos días en Roma y vi las plantas aromáticas de Marga. Me voy documentando sobre huertos en balcón. Tengo entendido que la gente dejó de ser nómada por la agricultura. Pues eso. Soñar es gratis.

En el patio del hostel, me pongo hasta arriba de yogur y frutas frescas. Le añado muesli por hacer el yogur más consistente, por que me llene más y por que el cuerpo me pide azucares. Frente a mi, una señora de Hong Kong, come de una fiambrera sentada en los escalones. Me crucé con ella un par de veces por el hostel a lo largo del día y no deja de mirarme. Le he pedido tabaco a Marga, decididamente no parece ser sencillo encontrar por aquí tabaco de liar, he visto pocas marcas, en pocos sitios y a precios nada baratos. Marcas desconocidas que no me siento con ánimos de experimentar, por su precio más que otra cosa. Si fueran más baratas seguro que lo hacia y con suerte encontrar algo de mi agrado. Si encontré tras mucho buscar, papel y filtros. Si en la capital cuesta dar con todo ello no quiero pensar por los pueblos que cruce en mi camino, mejor ir prevenido.


En el pub del hostel, asi le llaman, veo un cartel de las otras ciudades donde la cadena dispone de establecimientos. Tienen en Varna, vale, en Málaga, muy bien y en ALICANTE. El caso es que me alegro de ver el cartel donde lo anuncian, cosas que pasan. Puedo ver un edificio tras el que yo viví un tiempo.

Resulta del todo relajante volverme a encontrar con sonidos que comparten nuestra raíz latina y unos signos que soy capaz de descifrar. no resulta complicado entender lo que leo y seguramente comprendo mejor lo que dicen si me hablan en rumano en vez de en inglés. 

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