Lunes
04.05.15 A la entrada de Bucarest. Día de mucho calor. Entré esta
mañana a Ruse donde desayuné. Recorro la población pero mis ganas
de cruzar la frontera me vencen y salgo en dirección a esta al poco
rato. Un puente de los años 50, visiblemente deteriorado y que
observo que están reparando superficialmente, me cruza el Danubio,
que no es azul por aquí si no de un tono más bien verdosos, pero
bueno, el Mar Negro tampoco era negro. Lo he visto con un tono gris
azulado los días que he rodado cerca de el.
Tras
cruzar la frontera, en lugar de tomar la carretera hacia Bucarest, me
dirijo a la ciudad de Giurgiu, por tener un primer contacto con el
país y por cambiar moneda. El primer banco que me cruzo me sirve
para ese fin. Antes de salir de nuevo, como algo a una hora algo
temprana pero con apetito.
La
carretera que me lleva a Bucarest es cómoda. Alguna pendiente como
era de esperar, ya que me alejo del cauce y valle del Danubio, pero
mi cuerpo responde bien y ruedo con alegría y a buen ritmo. El día,
como decía, caluroso, ya por la mañana desperté muy temprano y con
calor en mi saco. Por suerte, pronto dispondré de un saco manta de
fibra que me hace saco de verano, de complemento del saco de invierno usándolo juntamente con el o de aislante, si lo pongo debajo de mi
saco de plumas. Tengo ganas de probar que tal se duerme ahí dentro,
lo emplearé con mi saco interior de seda y me las prometo muy
felices.
Por
el camino me detengo a comprar algo de comida, poca cosa, para el
momento. Comí muy temprano y tengo apetito. Bueno, siempre tengo
apetito, para que engañarnos. Los precios no son ni de lejos los que
he disfrutado en los países anteriores. No es que me resulten caros,
pero baratos no lo son. Otra sorpresa que me encontraré, es la
dificultad de encontrar tabaco para liar o sus necesarios
complementos. Aquí se fuma tabaco ya liado, de marca, algo más
barato que en España, pero poco. Por suerte me queda tabaco turco
para un par de días y un paquete de George Karelias and Son de liar que compré en
Bulgaria hace días y que guardo como un tesoro para este fin de
semana.
Me
aproximo a Bucarest, pero es que simplemente no encuentro un lugar
que me agrade para hacer noche. Los grupos de árboles que veo no me
ofrecen la suficiente intimidad al ser pequeños y poco densos,
demasiado cercanos a la carretera por otro lado. Y no veo
edificaciones abandonadas o en parte ruinosas que me atraigan
especialmente. Por otro lado, cada vez que entro en un nuevo país,
paso unos días hasta que me siento tranquilo en el a la hora de
dormir. Por fin, y tras pasar el cartel que me indica que me
encuentro ya en Bucarest, termino por encontrar un tejado discreto y
medianamente apartado que me ofrece abrigo para la noche.
En
un bar donde me detuve por el camino, por eso de ir al aseo y demás,
vi en la TV algo de una corriente de África que es la responsable de
estos días de calor y que durará algún día más, sea bienvenida.
Por el camino, si observo muchos ciclistas, cosa que no me sucedió
ni en Turquia ni en Bulgaria. Nos vamos saludando. Y una vez en
Bucarest, veo con agrado que aquí alguna gente usa la bici para
desplazarse o como deporte.
El
día no da para más. Entre la distancia que cubrí camino a Ruse, mi desvío a la población y lo que rodé por ella, mi otro desvío hacia
Giurgiu y el paseo por su puerto fluvial, más los kilómetros que
separan esta de Bucarest, finalmente me he merendado hoy una bonita
distancia. Sorprendido por la facilidad en que he superado las
cuestas y el buen tono con el que termino el día. Realmente me sentía con fuerzas para rodar más, mucho más.
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