Lunes,
martes y miércoles 23, 24 y 25.02.15 Brindisi. Salgo temprano y con
lluvia intermitente, Ahora se positivamente que mis botas son
impermeables, ya antes pude saber que son transpirables. Bravo. Llego
a la ciudad y continuo hasta el barrio donde se encuentra el
aeropuerto.
Hay
una hermosa construcción en el, prácticamente empotrada en el
aeropuerto. Una iglesia que ya en el 1.310 fue testigo y escenario
del proceso a los templarios del reino de Sicilia. Junto a esta, un
convento franciscano que ofrecen hospitalidad.
Marga
llamó días atrás, sin respuesta, cuando juntos pasamos por
Brindisi camino a Lecce. Estando en la puerta del convento entiendo
el por que de no tener éxito en su llamada. Está cerrado el
convento y sin frailes. Pero un joven que pasa por aquí montado en
su bici y se detiene a conversar conmigo, Giovani, me informa que hoy
lunes habrá misa en la iglesia y a continuación catequesis para
adultos y entonces como muy tarde estará abierto. Así sucede. El
párroco se hace llamar Mimo, diminutivo de otro nombre que olvido al
instante.
No
me pone objeciones a quedarme y que use una celda del cerrado
convento si bien me advierte del estado de abandono en que se
encuentra y me previene sobre su escasa comodidad. Es más, me
dejará pasar aquí hasta que embarque, con lo que tengo solucionados
los que serán mis dos últimos días en Italia, hasta el miércoles.
Preparo y tomo la cena en mi celda y tras leer un poco me vence el
sueño.
Antes
visite la iglesia que conserva buena parte de los frescos que la
decoran desde hace más de 700 años así como algunos objetos que
conserva de esa época. El cercano aeropuerto solo mantiene un
discreto tránsito local de vuelos que no llegan a ser molestos tras
estos gruesos muros en ningún momento.
Recorro
los escasos 500 metros que me separan de la terminal y con sorpresa
puedo ver los precios de su cafetería o restaurante que son
similares a los del resto de lugares por donde he pasado, incluso más
bajos algunos de ellos. Una pequeña tienda que vende algún
aperitivo o bebida a los usuarios del mismo mantiene así mismo unos
precios realmente bajos para lo que tengo visto en mis anteriores
visitas a aeropuertos.
A
la mañana siguiente y sin tener que recoger mis cosas me permito
partir pronto hacia el barrio que hay junto a la iglesia camino al
centro de Brindisi. La mañana es luminosa, transparente y sin nubes
para un día que se anunció lluvioso. El viento se ocupara de ir poniendo y cargadas de agua sobre el cielo a lo largo de la mañana.
Tras
desayunar, tomo un barco que une este barrio con el centro y, sin el
lastre de la bici, paso la mañana visitando perezosamente los
lugares marcados en una guía, que me dio la pasada semana una
bibliotecaria frente a la catedral. Compro alimentos para reponer lo
gastado y busco por las agencias el mejor precio posible del billete
que mañana tengo intención de adquirir. Hoy no dispongo del
necesario dinero para ello. Poca es la diferencia de precio, pero la
hay, de hasta cinco euros que me puedo ahorrar.
Apuro
lo que me queda de batería con algún correo y post, el enchufe de la
celda no me permite usar mi clavija, ya por la tarde y tras preguntar
a Mimo, me facilita un adaptador y por la tarde podré dejar la batería de nuevo cargada. Tras mis paseos por la ciudad regreso a la iglesia para comer y antes de que comience la lluvia y tener que
recoger lo poco de ropa que lavé y tendí. Anoche Mimo me dejó una
estufa, que uso para terminar de secar las prendas. No la use para
dormir pues la temperatura no fue tan baja como lo esperado en una celda de estas características y pasé la noche bien dentro de mi
saco.
No
se que me sucede con la comida. No es normal. Tan pronto he terminado
de comer podría volver a comer de nuevo. Me contengo pero no mucho,
y termino comiendo de nuevo. La tarde la paso de charla con Mimo y un
amigo de este. He terminado al fin de coser la capucha de una
chaqueta que no me sirve para nada, la capucha, es pequeña, no me
cubre apenas la cabeza llevo demasiadas capuchas imposibles de poner,
de modo que ahora es un cuello mas grueso y de ese modo impido que al
usarla bajo la impermeable y si llueve, se moje sin necesidad. La
estufa encendida en la celda para secar la ropa me produce
ensoñación y muy temprano terminaré dormido dejando la lectura.
Ya
miércoles por la mañana entrego las llaves al amigo de Mimo que me
presentó ayer y con las prendas casi secas parto del convento con la
esperanza de que no sea hoy uno de esos días en que se retrasa el
cobro de mi pensión.
La
retiro sin problemas y tras llegar al centro de Brindisi saco mi
billete en la agencia que ayer me ofreció mejor precio, navegaré
con Grimaldi, tengo el día por delante y ninguna gana de moverme por
la ciudad bajo la lluvia. Mi falta de ganas, y evitar en lo posible
cualquier contratiempo que me demore, me llevarán a dirigirme al
puerto de embarque, que dista a unos tres kilómetros de la
población, con mucha antelación. Allí y con la hoja de embarque en
mi poder veo las aguas, las que por el mar me separan de Grecia y las
que golpean en forma de lluvia la cristalera de la sala de espera
donde camioneros fuman y toman café a espera de sus horas en
embarque.
Pasaré
las horas leyendo, escribiendo, conversando con algunos de ellos y
pensando en estos tres meses de estancia en Italia, que hoy dejo
atrás con pena. Personas y lugares que he conocido voy repasando en
mis recuerdos. Historias de las que he sido confidente ocasional,
lágrimas que han derramado en mi hombro y muestras de generosidad y
solidaridad como no las había conocido antes.
Parto
dejando atrás mucho. Excitado ante la perspectiva de conocer otros
lugares, pero apenado por todo lo que dejo. Rostros y paisajes que
solo podré ver de nuevo cerrando mis ojos y confiando en mi memoria,
calor de manos y abrazos, que si no es en sueños, presiento no se repetirán.
Hoy
prefiero esto. La soledad relativa que me ofrece la sala de espera y
no sumar nuevos estímulos, pasar el día en los recuerdos como
pequeño colofón a un capítulo que se cierra y dejo atrás. Casi agradezco el día gris, húmedo y triste que me acompaña mostrando
un estado de ánimo similar al que siento. Mejor así que un sol
radiante que chocaría en violento contraste a mi estado de ánimo.
Me
puse al día con los correos. Despedidas de gente que conocí y que
me desean fortuna, me dan aliento o simplemente saludan. Otros que
esperaba hace tiempo y finalmente recibo con alegría.
En
mis lecturas, siempre me sorprendieron las descripciones de los
lugares fronterizos y sus breves historias de personajes siempre de
paso. Breves por lo efímero de sus estancias, pero que va
erosionando los lugares y confiriendo una desolada decadencia fruto
de esperas y emociones. Hoy habito uno de esos sitios y me pregunto
en que medida mis emociones alteran este entorno, si es que lo hacen,
de partidas y llegadas, de encuentros y despedidas.
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