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jueves, 5 de marzo de 2015

Lunes, martes y miércoles 23, 24 y 25.02.15 Brindisi. Salgo temprano y con lluvia intermitente, Ahora se positivamente que mis botas son impermeables, ya antes pude saber que son transpirables. Bravo. Llego a la ciudad y continuo hasta el barrio donde se encuentra el aeropuerto.

Hay una hermosa construcción en el, prácticamente empotrada en el aeropuerto. Una iglesia que ya en el 1.310 fue testigo y escenario del proceso a los templarios del reino de Sicilia. Junto a esta, un convento franciscano que ofrecen hospitalidad.

Marga llamó días atrás, sin respuesta, cuando juntos pasamos por Brindisi camino a Lecce. Estando en la puerta del convento entiendo el por que de no tener éxito en su llamada. Está cerrado el convento y sin frailes. Pero un joven que pasa por aquí montado en su bici y se detiene a conversar conmigo, Giovani, me informa que hoy lunes habrá misa en la iglesia y a continuación catequesis para adultos y entonces como muy tarde estará abierto. Así sucede. El párroco se hace llamar Mimo, diminutivo de otro nombre que olvido al instante.

No me pone objeciones a quedarme y que use una celda del cerrado convento si bien me advierte del estado de abandono en que se encuentra y me previene sobre su escasa comodidad. Es más, me dejará pasar aquí hasta que embarque, con lo que tengo solucionados los que serán mis dos últimos días en Italia, hasta el miércoles. Preparo y tomo la cena en mi celda y tras leer un poco me vence el sueño.

Antes visite la iglesia que conserva buena parte de los frescos que la decoran desde hace más de 700 años así como algunos objetos que conserva de esa época. El cercano aeropuerto solo mantiene un discreto tránsito local de vuelos que no llegan a ser molestos tras estos gruesos muros en ningún momento.

Recorro los escasos 500 metros que me separan de la terminal y con sorpresa puedo ver los precios de su cafetería o restaurante que son similares a los del resto de lugares por donde he pasado, incluso más bajos algunos de ellos. Una pequeña tienda que vende algún aperitivo o bebida a los usuarios del mismo mantiene así mismo unos precios realmente bajos para lo que tengo visto en mis anteriores visitas a aeropuertos.

A la mañana siguiente y sin tener que recoger mis cosas me permito partir pronto hacia el barrio que hay junto a la iglesia camino al centro de Brindisi. La mañana es luminosa, transparente y sin nubes para un día que se anunció lluvioso. El viento se ocupara de ir poniendo y cargadas de agua sobre el cielo a lo largo de la mañana.

Tras desayunar, tomo un barco que une este barrio con el centro y, sin el lastre de la bici, paso la mañana visitando perezosamente los lugares marcados en una guía, que me dio la pasada semana una bibliotecaria frente a la catedral. Compro alimentos para reponer lo gastado y busco por las agencias el mejor precio posible del billete que mañana tengo intención de adquirir. Hoy no dispongo del necesario dinero para ello. Poca es la diferencia de precio, pero la hay, de hasta cinco euros que me puedo ahorrar.

Apuro lo que me queda de batería con algún correo y post, el enchufe de la celda no me permite usar mi clavija, ya por la tarde y tras preguntar a Mimo, me facilita un adaptador y por la tarde podré dejar la batería de nuevo cargada. Tras mis paseos por la ciudad regreso a la iglesia para comer y antes de que comience la lluvia y tener que recoger lo poco de ropa que lavé y tendí. Anoche Mimo me dejó una estufa, que uso para terminar de secar las prendas. No la use para dormir pues la temperatura no fue tan baja como lo esperado en una celda de estas características y pasé la noche bien dentro de mi saco.

No se que me sucede con la comida. No es normal. Tan pronto he terminado de comer podría volver a comer de nuevo. Me contengo pero no mucho, y termino comiendo de nuevo. La tarde la paso de charla con Mimo y un amigo de este. He terminado al fin de coser la capucha de una chaqueta que no me sirve para nada, la capucha, es pequeña, no me cubre apenas la cabeza llevo demasiadas capuchas imposibles de poner, de modo que ahora es un cuello mas grueso y de ese modo impido que al usarla bajo la impermeable y si llueve, se moje sin necesidad. La estufa encendida en la celda para secar la ropa me produce ensoñación y muy temprano terminaré dormido dejando la lectura.

Ya miércoles por la mañana entrego las llaves al amigo de Mimo que me presentó ayer y con las prendas casi secas parto del convento con la esperanza de que no sea hoy uno de esos días en que se retrasa el cobro de mi pensión.

La retiro sin problemas y tras llegar al centro de Brindisi saco mi billete en la agencia que ayer me ofreció mejor precio, navegaré con Grimaldi, tengo el día por delante y ninguna gana de moverme por la ciudad bajo la lluvia. Mi falta de ganas, y evitar en lo posible cualquier contratiempo que me demore, me llevarán a dirigirme al puerto de embarque, que dista a unos tres kilómetros de la población, con mucha antelación. Allí y con la hoja de embarque en mi poder veo las aguas, las que por el mar me separan de Grecia y las que golpean en forma de lluvia la cristalera de la sala de espera donde camioneros fuman y toman café a espera de sus horas en embarque.

Pasaré las horas leyendo, escribiendo, conversando con algunos de ellos y pensando en estos tres meses de estancia en Italia, que hoy dejo atrás con pena. Personas y lugares que he conocido voy repasando en mis recuerdos. Historias de las que he sido confidente ocasional, lágrimas que han derramado en mi hombro y muestras de generosidad y solidaridad como no las había conocido antes.

Parto dejando atrás mucho. Excitado ante la perspectiva de conocer otros lugares, pero apenado por todo lo que dejo. Rostros y paisajes que solo podré ver de nuevo cerrando mis ojos y confiando en mi memoria, calor de manos y abrazos, que si no es en sueños, presiento no se repetirán.

Hoy prefiero esto. La soledad relativa que me ofrece la sala de espera y no sumar nuevos estímulos, pasar el día en los recuerdos como pequeño colofón a un capítulo que se cierra y dejo atrás. Casi agradezco el día gris, húmedo y triste que me acompaña mostrando un estado de ánimo similar al que siento. Mejor así que un sol radiante que chocaría en violento contraste a mi estado de ánimo.

Me puse al día con los correos. Despedidas de gente que conocí y que me desean fortuna, me dan aliento o simplemente saludan. Otros que esperaba hace tiempo y finalmente recibo con alegría.

En mis lecturas, siempre me sorprendieron las descripciones de los lugares fronterizos y sus breves historias de personajes siempre de paso. Breves por lo efímero de sus estancias, pero que va erosionando los lugares y confiriendo una desolada decadencia fruto de esperas y emociones. Hoy habito uno de esos sitios y me pregunto en que medida mis emociones alteran este entorno, si es que lo hacen, de partidas y llegadas, de encuentros y despedidas.

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