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domingo, 25 de enero de 2015

Lunes 19.01.15 Montalto di Castro. Si ayer domingo fue de esos días que te llenan de energía hoy no lo será menos. He parado en Montalto con la idea de ir a comprar al supermercado, y camino de este veo a una cicloturista pidiendo unas indicaciones. En estas fechas los que rodamos en bici somos muy escasos, de hecho hace semanas que no me cruzo con ninguno, puede que sea incluso más de un mes. Llevo planos de zonas por las que he pasado y me acerco con la intención de pasarle alguno si lo necesita y por que hasta la fecha me detengo a hablar, siempre que puedo y ellos así lo hacen, con los que me cruzo, por cambiar información y esas cosas.

Es Margherita y es romana.

Terminamos haciendo la compra juntos, por turnos, para mirar las bicis. Y comiendo juntos en un anden de la estación. Ella termina los cuatro días que se ha tomado para hacer una escapada y regresa en tren a Roma. Al saber que este fin de semana iré para allí a por mi pasaporte me ofrece hospitalidad en su casa. Es de esta gente con la que congenias al primer instante, me siento bien con ella y al margen de que una hospitalidad, ducha, lavadora, etc, siempre es bien recibida y más en una ciudad donde he de hacer gestiones y se hacen mejor sin bici, tengo ganas de volver a verla y hablar de más cosas. Viajes incluidos. Ella por su parte, muestra interés por mi viaje, ya que planea una ruta europea. Tendremos tiempo de hablar con más detenimiento si nos vemos en Roma, llega su tren y ha de partir.

Margherita, un encanto.


De la estación me dejo caer al lido de Montalto, esta despoblado, apenas si veo gente. Y la oferta de techos bajos la que dormir es abrumadora. Los estudio sin prisas. Tengo una duda de si he de regresar a la Aurelia para continuar mañana o puedo tomar un camino local que he visto mientras recorro sus calles. Apenas hay a quien preguntar y cuando veo a una chica me acerco con mi demanda. Es Stefania. Maestra en el pueblo y que pasea por la playa antes de irse a casa.

Su nombre viene a que su madre vivía en la Isola del Giglio y cuando se puso de parto, al trasladarla a tierra, la pario en Porto San Stefan. Tomamos juntos un café. Hoy he podido invitar a dos hermosas mujeres, una a comer, si bien se empeño en poner ella la fruta del postre, y a la otra a café. Ambas invitaciones preparadas en mi cocina. Día hermoso. Stefania se empeña en darme unos kiwis que le han sobrado de su comida.


El poco tiempo de luz que me queda lo empleo en leer y me retiro a dormir pronto. Por las calles ni un alma, ni un coche que pase, nada de nada. No he logrado encontrar tampoco lugar donde mañana pueda comprar pan o lo que sea por si amanece con lluvia y decido retrasar mi salida.

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