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viernes, 19 de diciembre de 2014

Martes 16.12.14. Vía Francígena V, Siena. La Toscana es una sucesión de colinas sin fin, sin un terreno llano, que voy subiendo y bajando toda la mañana ya sin reparar si esta lloviendo o no, que comencé el día con lluvia, desayune con ella, salí a rodar con ella y me acompaña a ratos con breves descansos. Paro de cualquier modo en una de las logias de la plaza a fumarme un cigarrillo antes de salir.

Ya hambriento, me he demorado a comer por hacerlo en Siena, veo la que supongo es la última colina sin tener una perspectiva aún de la ciudad. Y por fin lo logro, justo cuando sale el sol y con el alumbrando el día tengo la primera vista de la ciudad. Que no es siena, ni siena tostada, es siena mojada. Siempre supuse que el color lo tenia por la pintura de sus fachadas pero cuando la voy recorriendo observo que no es solo por eso. La piedra tiene ese color, lo tienen sus hermosas fachadas de ladrillo, y por supuesto cuando pintan una lo hacen en ese color tan característico.

Como la oficina de turismo esta junto al Duomo, me recorro buena parte de su casco antiguo antes de llegar a ella, veo de pasada la Plaza Il Campo que por la tarde visitaré con más detenimiento, es donde se celebra su famosa carrera de caballos donde los jinetes cabalgan sin montura ni estribos y puedo ver que el suelo donde se corre no es plano, si no que va formando pendientes. Otro espectáculo de edificios se suceden, cada rincón es una postal. Tengo poco tiempo para tanto que ver y me apresuro a buscar mi alojamiento de hospitalidad, que aquí lo brindan una congregación de religiosas. Es una casa de acogida en donde destinan un dormitorio a los peregrinos que van a Roma, 6 plazas y todas, por supuesto, libres. La casa no es que este precisamente llena de gente, me invitan a cenar y comparto comedor con una joven madre y su hijo de dos años, que se niega a comer, solo mordisquea distraidamente trozos de pizza. Su madre me dice que prácticamente se alimenta de leche. Ya como yo por el, disfrutando de una suculenta cena y su fruta de postre. Un lujo total, por que la comida esta caliente y por la fruta, mandarinas.

La tarde la pasé sin dejar de ir de un lado para otro, termino agotado pero me merece la pena sin duda. Eso de no disponer de más de unas horas para ver cada ciudad en el mejor de los casos que otras las veo casi de pasada tiene sus inconvenientes. Por ejemplo hay exposiciones o conciertos que son mañana o dentro de un par de días. Me ha pasado en más sitios, de hecho la exposición de Giotto que vi en Lucca teóricamente ya había pasado a tenor de las fechas puestas en su cartel. Aquí pillo por casualidad un concierto de cuarteto de cuerda, Brahms, Bethoven y Haydn, salí en un descanso para poder cumplir mi compromiso con la cena. La iglesia del convento Franciscano me encantó y pude ver un cuadro de Santo de 1.998, cosa a la que no estoy acostumbrado. Lo interesante no es lo anecdódico de una fecha tan reciente para un cuadro religioso, lo que me llamó intensamente la atención fue el modo de interpretar un tema tan clásico por la pintura figurativa contemporánea y realmente el cuadro me gusto mucho.

Resumir en unas líneas mi tarde pasada por Siena se me hace imposible. Tal y como me viene regalando la Toscana, arte por todos lados, unos espacios cuidadísimos hasta el detalle, cualquier elemento arquitectónico me requiere para su disfrute de un tiempo que no tengo. Cafés que son obras de arte, enotecas, tiendas de delicatessen que ahora andan promocionando sus trufas blancas, eso junto a callejas sombrías y húmedas que son un puro deleite para perderse por ellas sin rumbo. Visité una perfumería, a ver venden perfumes, pero es que también los fabrican que ahí es donde reside el encanto de la tienda, en eso, en el edificio donde se ubica y en la decoración, por supuesto, una delicia de lugar.

Antes de la cena converso un poco con sor Gineta. No se en italiano que significará por que gineta en castellano es nombre de alimaña, que en mi casa había una disecada cuando yo era niño, fruto de un atropello por el coche de mi padre y que no se por que razón mandó disecar al animalillo. Un día desapareció de casa, algunos de la familia le tenían manía. Es lo más parecido a una hospitalera y se ocupa de la atención a los peregrinos. Me enseña su libro de registro y con orgullo me pasa las páginas de los meses de verano donde cada día recibia visitas. Hemos quedado mañana a las 8 para desayunar que se empeña en que guarde mi comida que ahora que ando en su casa se ocupan ellas de darme de comer, entre un capuchino instantáneo mal disuelto en leche fría y un café caliente y en condiciones tengo pocas objeciones que poner a su invitación. Por otro lado me ha gustado lo poco que hemos podido hablar y de ese modo tengo excusa para mañana poder charlar otro rato con ella.

Me llamó la atención al poco de entrar en Siena no ver bicis por sus calles. A diferencia de Lucca donde miraras se veían por decenas aparcadas y otras tantas circulando. Un policía me saca lo aclara diciéndome al verme caminar con ella en la mano que en el centro histórico están prohibidas, que la deje en un aparcamiento. No la dejo en otro sitio que en la casa de acogida que es a donde me dirigía. Lo cierto que es que las calles de Siena son un caos. Carece de aceras y por el espacio que hay circulan en alegre armonía peatones, coches, microbuses que más grandes no caben, motos y motocarros, milagrosamente no se pasan por encima unos de otros. Se deja notar el ambiente juvenil por su universidad donde escucho a muchos jóvenes hablando español.

Casi lo olvido, hordas de japoneses haciéndose fotos con poses imposibles y ridículas en cada rincón. La guía del viaje les habla en ingles y al pasar por su lado les explica lo que es la Vía Francígena mostrándoles un peregrino, eso fue junto al duomo cuando aún arrastraba la bici.

Y ya por último que se me cierran los ojos de sueño, tenemos previsión de los próximos tres días nublados pero sin lluvia. Para el sábado sol y lluvia.

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