Lunes,
martes y miércoles 22, 23 y 24.12.14. Roma. La Vía Casia me trae
derecho a la ciudad, pero la ciudad es grande de narices. Cuando las
señales de tráfico aún me indican que faltan 16 kilómetros creo
que ya estoy en Roma y seguramente sea así, metido eso sí en un
monumental atasco voy avanzando lentamente y me aproximo a su centro,
carezco de plano y necesito una oficina de información.
Ya
por el centro la oficina aparece finalmente, plano en mano, 1,50 €,
no hay gratuitos ya que esos los facilitan, me dicen, en los hoteles.
Localizada la embajada de España y los dos lugares de hospitalidad
me lanzo al más cercano. Demasiado pronto, hasta las 15:00 horas no
atienden a peregrinos. A la hora señalada, timbre y sonrisas de
bienvenida, caluroso recibimiento. El hospital comparte edificio con
un convento, ahí termina el vínculo con la orden de monjas, es
llevado por la Confraternita de Perugia que ya conozco, llevan el de
Radicófani y dispongo del teléfono de uno de sus miembros que es
hospitalero en España. Tras un breve titubeo no me ponen obstáculos para que pernocte las tres noches que quiero, me ofrecen desayuno y
cena y lo más importante, no estaré solo la nochebuena que eso
siempre me ha deprimido.
Congenio
rápido con Ilaria y Lorenzo, más tarde conozco a Nicola. Me buscan
la dirección de la embajada por que la facilitada por la oficina de
turismo me aseguran no es correcta como pude comprobar a la mañana
siguiente. Me ayudan a localizar el "fornello de campello" de alcohol,
en fin, mejor hospitalidad no imagino. Antes de la cena lavan los
pies a los peregrinos recién llegados. Ni que decir que me he duchado
antes y lavado los pies de nuevo antes de bajar al comedor. Aparte de
lo emotivo que pueda ser el acto, es algo a lo que uno no anda
acostumbrado y realizo con cierto pudor.
Ya
cenado a dormir a pierna suelta.
El
martes comienza pronto, no se calcular aún las distancias de esta
gran ciudad y salgo pronto a la caza de la embajada. Primer intento
fallido, se trata de la residencia del embajador, que es donde se
realizan los actos diplomáticos, protocolarios y culturales, yo lo
que necesito es el lugar de los administrativos. Un soldado que
custodia la puerta me remite a otro edificio no muy distante donde
dice que ondea la bandera española y que es embajada igualmente. Y
lo es. Solo que ante la Santa Sede. Vuelta a preguntar, de nuevo a un
militar que monta guardia en la puerta, y al tercer intento llego a
la embajada propiamente dicha.
El
trámite es corto, tan solo un obstáculo, en ordenador pide para la
tramitación un número de teléfono. Cosas que en un principio son
creadas para facilitar las cosas al ciudadano se terminan
convirtiendo en obstáculos cuando el sistema es rígido. Si no
tienes hoy en día teléfono hay cantidad de gestiones, presenciales,
que no puedes realizar. Absurdo. Trampa, ponemos un teléfono que no
se de quien es y asunto solucionado. Absurdo, absurdo. Que llame
después de Reyes por si ya lo tengo, he de pensar estos catorce días
por donde me organizo un tour turístico, ¿costa?, ¿Assisi?, por la
costa iré más adelante pero me atrae la facilidad con la que se
encuentra techo para dormir, por otro lado si me dirijo a Asis
conocería la provincia de Umbría que
queda fuera de mis rutas posteriores. En fin, iré pensándolo de aquí
a Navidad en que partiré en alguna de esas direcciones. Me hablan de
la zona al suroeste, de castillos, con un lago, por donde está
Castel Gandolfo pero veo más colinas que las apetecibles y lo
descarto.
Ya
la tarde del lunes salí a la caza de mi cocina, donde logré un par
de direcciones. Tengo pistas y me recorro Roma de punta a punta y en
todos sus sentidos visitando tiendas a donde me conducen mis
pesquisas. En cada recorrido me voy deteniendo a ver cosas, por la
mañana camino a la embajada, el Panteón, a lo largo del día
montones de monumentos, el Coliseo, Termas de Caracalla, Circo
Máximo, y así, monumento y búsqueda todo el día. Termino agotado, con un intenso dolor en el tobillo derecho pero inflado a turismo y
con mi hornillo de alcohol en una bolsa. Contento. Tan pronto puedo
compro alcohol y lo estrenamos preparando una cafetera de cebada.
Siguiente objetivo el catre, que las pistas me van conduciendo a él.
El
martes aparece Moto, quiere quedarse aquí hasta navidad pero no se
lo permiten, por el límite de los dos días. Realmente compruebo la
excepción que han realizado conmigo. Pasará la noche en un hostel
para llegar el miércoles y pasar de ese modo juntos la Nochebuena,
quedamos no obstante en vernos el miércoles a las 12 en la Plaza de
San Pedro. Y allí nos vemos. Deja pendiente los Museos Vaticanos
para visitarlos con su novia que me confirma llega realmente el día
14. Me veo con demoras en la embajada y terminando por conocerla. Ya
veremos...
Ceno
con Ilaria y pasamos una velada que se alarga en la cocina. Quedamos
para el desayuno tarde, ninguno tiene prisas ni por irnos a dormir
ni por madrugar mañana.
Tal
y como quedé con Moto allí nos encontramos, mi estupidez hace que
olvide que llevo la navaja en el bolsillo y eso me impide acceder a
la Basílica de San Pedro, lo dejo para mi próxima visita que no
sera dentro de mucho. Ya por la tarde aparece Siro. Todo un
personaje, argentino con doble nacionalidad española por sus
antepasados, medio italiano por otro lado, que de hecho su nombre es
Napolitano me parece. Con lo del nombre tengo por aquí problemas, me
refiero al mio. Aquí no saben que es ni como se pronuncia, ya casi
que me presento con la versión calabresa del mismo, Saverio, que
viene a ser lo mismo y todos lo entienden.
Estamos
invitados a cenar por las hermanas del convento vecino, con las que
compartimos recinto. Cena entrañable donde las allá. Son seis
hermanas tan solo y se han esmerado para una cena tan especial. Una
canta villancicos de su tierra, la otra de la suya, Siro conoce
canciones populares romanas y Moto se arranca con un villancico
ingles. Guitarra tocada por una de las hermanas foto final, no sale
Ilaria que es quien hizo la misma y faltan dos hermanas que andan de líos por la cocina. Hemos terminado pronto y salimos
a visitar Roma.
En la mesa panes y peces y tras nosotros la Última Cena |
Todas
las iglesias abiertas, unas con completas, alguna con canto de salmos
o la misa propiamente cantada, nos quedamos un rato en Santa Cecilia
que es la iglesia del convento si bien tiene acceso por otro lado,
allí son salmos que canta un coro de monjas formado por hermanas de
una diversidad de congregaciones como puedo observar por sus
distintos hábitos.
Ilaria
nos propone enseñarnos un par de lugares, primero nos lleva a un jardín de naranjos desde donde se domina gran parte de la ciudad, eso
no me veo capaz de ponerlo con palabras, el Tiver a nuestros pies y
las cúpulas de la sinagoga, del Panteón, de San Pedro, de un sinnúmero de iglesias que puebla Roma, encima, un cielo, con las
nubes blancas sobre el negro fondo, como pintado por El Greco. La
noche es templada y no se siente la humedad de estos días pasados,
una gozada estar en el exterior y la poca gente que nos vamos encontrando respetan la paz y calma que marca nuestros pasos.
De
allí nos dirige a la plaza del Caballero de Malta. No es que carezca
de interés, pero no entiendo el por que precisamente ese lugar es el
elegido para llevarnos, hasta que en la puerta del edificio principal
de la plaza, Ilaria nos pide que miremos por la cerradura de la
puerta. Y lo hacemos. No cuento que se ve a través de ese agujero,
que cada cual lo descubra cuando tenga ocasión de hacerlo y así no
estropeo la magia del momento, que lo tiene y mucho. Consejo, mejor
por la noche. Aparece un fotógrafo, turco, nos explica que anda
haciendo un trabajo, ese día y a esas horas, en fin, una agencia de
turismo esta haciendo un catálogo y le ha pedido que documente con
fotos una serie de lugares previamente marcados, la plaza esta entre
ellos y no comprende el porque, hasta que mira por la cerradura y se
maldice por no llevar trípode para una exposición larga. Habla
español por que se crió en Argentina y paseamos juntos por la ciudad.
Noche mágica.
Ilaria y Siro |
Ya
en el hospital nos dirigimos a la cocina y tomamos un desayuno a las
4 de la mañana antes de irnos a dormir. Mañana partiré finalmente
por la costa, hacia Ostia y desde allí a visitar Nápoles. Pronto
pasaré de nuevo por Roma y visitaré con calma cosas que no he
podido. Parto con cocina, con catre que uso la noche del 25 para
dormir allí mismo, y con un libro. No imagine que podía pasar unas
navidades así como estas ni que Papa Noel sería tan generoso conmigo. Otra cosa que no me deja de sorprender es que planeara hace algunos eses estar aquí, precisamente este día y tras retrasos por el tiempo, días pasados de reposo o como en Ponferrada de paro forzoso por médicos, días de inundación por Francia, días en fin, perdidos de cualquier modo o circunstancia, precisamente este en Roma el día de Navidad.
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