Jueves
30.10.14 Invirtiendo el Camino Francés. Puente la Reina. La mala
noticia es que a partir del domingo se espera lluvia, por varios días
seguidos. Pero la cosa no se queda ahí, la cota de nieve esta a 1500
metros y Somport, por donde he de cruzar, esta a 1.640.
El
sube y baja de ayer hoy me ha pasado factura, las piernas congestionadas, pero como necesito una receta para retirar mis gotas
de los ojos, me lo tomo con calma, paro en Puente la Reina y pido
cita al médico, me la dan para las 13:50, con la espera de rigor ya
me quedo aquí a pasar el día. El albergue, este será de los
últimos que pise, está en un seminario, en edificio aparte, es
sencillo y cómodo, con horario poco rígido, para el silencio y para abandonarlo por la mañana. Me aprovecho del acceso a una cocina que
en tiempo no disfrutaré y me preparo una copiosa comida que
sorprendentemente, no se de que me sorprendo con lo mucho que como
ahora, la engullo con rapidez. Se me está terminando el descafeinado
y quiero comprar esas cosas antes de cruzar la frontera, lamento la
falta de espacio por cargar también con una botella de aceite que no
me entra por mucho que me esfuerce.
Termino
de escribir a Lev y le explico lo inteligente de mi modo de actuar,
rodando por Andalucía en verano para ir a hacer la cara norte del
Pirineo ahora que empiezan los fríos y nieves. Por fortuna no es biológico y con suerte poco le habré contagiado de mi absurdo modo de obrar.
Tras
salir del médico me acerco a la oficina de información turística
que permanece abierta a medio día, ya compre pan nada más pisar el
pueblo, allí me informan de los albergues que el camino tolosano en
su parte navarra siguen operativos, uno esta todo el año y el otro
cerrara en diciembre, si bien me advierten que los puedo encontrar
cerrados y he de ir a buscar la llave. Dos hermanas que aparecen por
el albergue del pueblo para preguntar no se que y desde allí tomar
un autobús que les lleve a Pamplona y desde allí a Jaca, donde
dejaron su coche estacionado, me confirman esos extremos, que están abiertos pero que hicieron noche solas y en uno de ellos fueron a por
la llave. Otros dos peregrinos que me tropiezo horas más tarde,
estos pasarán la noche en otro albergue del pueblo, más de lo
mismo.
Este
albergue lejos de llenarse en estas fechas tampoco permanece vacío,
alguna gente recala aquí pero todos llegan desde Roncesvalles. Tres
jóvenes que caminan junto a un señor ya maduro, se conocieron hace
un par de jornadas y unieron sus pasos. Un tipo inmenso, con una tripa
descomunal, de Elche, resopla y nos amenaza explicitamente de su
apnea de sueño, avisados estamos. El coreano de rigor, un ciclista
de Pamplona, otro de no se donde, una chica alemana, una pareja creo
que italianos y que solo hablan entre ellos, la fauna de cada día.
Uno
de los hospitaleros voluntarios, son de una asociación local, me
pregunta si he visitado ya la iglesia, esta es de Santiago y lo tenia
previsto por lo poco leí en un folleto del Camino a su paso por
Navarra. Me recomienda verla y no me defrauda, la nave central es
digna de verse, su techo soberbio. Allí coincido con un hombre de un
pueblo riojano que camina desde Pamplona hasta su localidad por la
que pasa el Camino, regresamos juntos, tras nosotros la pareja creo
que de italianos que andaban por la iglesia igualmente.
Más
muestras de las guerras carlistas, en esta ocasión son unas
aspilleras para los tiradores en la fachada del seminario desde donde
se combatió en más de una ocasión, encontrándose Puente la Reina entre Estella y Pamplona fue escenario de muchos enfrentamientos.
Alguna placa por el pueblo habla de batallas libradas en sus calles,
ley sálica o pragmática sanción y toneladas de muertos, un
sinsentido. A todo esto Fernando VII todo un genio. Alguna imagen de
las que me salen por los carteles o de las que vi en el Museo
Carlista de Estella la conocí en una edición ilustrada de los
Episodios Nacionales. Incomoda de leer por su formato me limite a
hojearla viendo sus ilustraciones, mapas y notas, los Episodios los leí tiempo antes en ediciones de finales del XIX con hojas
amarillentas de tacto fino y suave, encuadernados en piel algunos,
otros en una tela roja.
Otro
rato de charla en el albergue hasta la hora de dormir, con el
ciclista de Pamplona, el riojano que viste una de esas chaquetas de chándal a la que se le podían quitar las mangas por debajo de los
codos y que hacia años que no veía, olvidé que eso en un tiempo fue
moda, se nos une el joven que viaja con las dos chicas. Unos
comienzan una partida de cartas de un juego que no conozco, parece
sencillo. Mucho antes de la hora de apagar las luces que ando en la
cama leyendo hasta que me vence el sueño.
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