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martes, 4 de noviembre de 2014

Domingo 02.11.14 Invirtiendo el Camino Tolosano. Arrés. Desayuno a las 6, no tengo prisa en despertarme pero sucede normalmente a estas horas y el cenar temprano hace que siempre comience el día con mucho apetito. El desayuno sigue siendo la comida que más disfruto del día y me apresuro a prepararlo tan pronto me despierto cada día, luego me toca esperar, pero ya sin prisas por compartir la cocina con nadie y en ocasiones me tomo un segundo vaso de leche antes de salir, hoy no es el caso. Me espera un día con kilómetros por delante, subir un puerto y la amenaza de lluvia latente. Me retraso finalmente en la salida, conversando con Javier, haciendo fotos con las pamplonicas y por último la hospitalera llega temprano y nos entretenemos un poco más con besos y abrazos entre todos. La escena parece tópica pero es así y así sucede en muchos albergues en el momento de partir.

El día ya desde el comienzo avisa que será complicado. Niebla como viene sucediendo últimamente y decido ir por la carretera, si llueve los caminos se vuelven incómodos por el barro y subir cuestas embarradas es un suplicio. Tan pronto me alejo del pueblo me dicen que la carretera que he de tomar esta cortada. Obras. Un desvío que me regala 18 kilómetros adicionales a una jornada que no es sencilla. Pronto piso suelo maño, entré en Zaragoza sin apenas a ver visto el sol en Navarra.

He de detenerme constantemente, no veo, las gafas siempre mojadas me impiden ver la carretera y el paisaje por el que estoy pasando. A las 10 me siento cansado y apenas si he avanzado nada. Subir cuestas en las que no ves nada, sin referencias de la distancia que requiere el esfuerzo hace que estas sean más complicadas de acometer si cabe. Por fin enlazo en el cruce, tras una prolongada subida, al que me ha llevado el rodeo de las obras. Son las dos del medio día cuando llego a lo alto del puerto, cansado y hambriento, tomé medio bocadillo dos horas antes pero me siento como si no llevara nada en el cuerpo, me obligo a sabiendas de lo mucho que me queda por recorrer a aplazar el descanso de la comida al menos hasta verme más cerca de mi destino para hoy.

Llueve.

Para un poco y como a pie, en la cuneta, un café con leche y pan con mermelada.

Llueve.

Otro claro en el cielo, me dicen que el punto al que me dirijo lo alcanzaré sobre las 6 de la tarde y me animo a seguir con esa esperanza.

El día anterior el albergue fue usado por dos peregrinos y uno antes por tan solo Javier. Temo que pasaré la noche a solas y solo tengo en la cabeza la cuesta final y la ducha caliente que me daré tan pronto lo pise.

En el cruce antes de comenzar la última cuesta veo a un grupo de ciclistas, son cinco. Nos detenemos a hablar y tan pronto se acerca Mariano me extiende el brazo con una taza de té. Vienen de Ibiza por Cataluña y ahora se unieron al tolosano en Jaca. Llegamos juntos al albergue.

Para mi sorpresa y la de todos somos un total de 13, algo impensable en este Camino Tolosano y en estas fechas. La Fortuna ha un grupo de trotamundos. Dos chicas andan desde Arles y están a la mitad de su camino, ya llevan 800 kilómetros de los 1.600 que cuenta su viaje. Son cifras altas para caminar. Tres más comenzaron en Carcassonne lo que suma igualmente una cantidad notable de kilómetros. Los que vienen desde Ibiza continuarán tras su paso por Santiago hasta Faro en el Algarve. Se habla de viajes, de boofing que casi todos han, hemos, hecho, de senderos y continentes. Santiago a viajado un año por Asia, antes pasó una temporada entre Australia y Nueva Zelanda. Mariano conoce sendas por América del Sur. Ha recorrido gran parte de Brasil, una de las chicas parte en enero hacia Chile a pasar una temporada por allí. Dos cuñados que vienen desde Castellón me cuentan cosas del Canal Midi que recorrieron no hace mucho en el tramo en que pienso hacerlo. Lo dicho, trotamundos.

La cena es animada, cada cual prepara cosas y se van poniendo en la mesa, unas para su consumo, otras muchas para compartir. Calientan y especian vino. Otra francesa hace crepes, una muy callada. Aparece una guitarra y pasa de mano en mano, versionan canciones conocidas y se cantan cosas que nunca antes escuché. El albergue es cálido y atrás queda una dura jornada de agua y kilómetros de asfalto con puertos interminables. Fuera diluvia y en el Pirineo será nieve.

Me acerco al bar. La que lo atiende es la responsable de las llaves del albergue ahora que esta ¿cerrado?. Le hablo de mi cansancio de hoy, del rodeo que me hizo sumar esos kilómetros de más, del plan de lluvias de los próximos días y como pueden encajar con suerte con mis desplazamientos si retraso un día mi partida. No pone objeciones y decido quedarme una jornada más en Arrés.

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