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martes, 28 de octubre de 2014

Sábado 18 al martes 21.10.14 Invirtiendo el Camino Francés. Virgen del Camino. El Burgo Ranero, Sahagún, Carrión de los Condes.

Deje atrás la provincia de León y ando ahora por la de Palencia, camino a Burgos. Los albergues se suceden, los pueblos, ciudades, gentes que conozco y con las que comparto mesa y techo, confidencias y anhelos, el Camino se presta en ocasiones a soltar las lenguas y te cuentan sus cosas. Procuro no opinar pero no soy disciplinado, en ocasiones muestro mi punto de vista para arrepentirme tan pronto soy consciente de ello. Por un lado la mayor parte de personas solo quieren que les escuchen, no que les respondan y por otro ¿quien soy yo para mostrar mi parecer sobre lo que me dicen?

En Virgen del Camino conocí a un cartagenero que ligaba con una gringa de Nueva Inglaterra, a un par de húngaros con lo que podo pude hablar, a otra murciana que camina con un portugués a su lado, el grupo de coreanos de costumbre, gente diversa y un matrimonio ya jubilado y en crisis de pareja, realmente el es insufrible y la compadezco. Me estoy alimentando bien estos días, ruedo bien y reposo bien, me siento mejor. Por la mañana visito León bien temprano, casi sin gente ni tránsito de coches. Si antes critique las señalizaciones de las ciudades para salir de ellas, queda León excluida de esas críticas, un lujo de información en cantidad y calidad.

Llego a Burgo Ranero, poco más que una aldea con un hermoso y acogedor albergue que llevan dos voluntarias, Gina y Silvana, congenio mejor con Gina desde el principio. Una construcción de adobe enlucida con barro y paja. La tienda del pueblo con precios sorprendentemente bajos y abierta en domingo. Allí los grupos ya llegan creados, muchos desde hace días y paso la tarde de lectura, con un tiempo casi caluroso. De nuevo rodé hoy sin mayor esfuerzo y el resfriado si bien sigue ahí parece que lo tengo bajo control. Por la mañana me quedo un rato ayudando con las camas a las hospitaleras, Gina me abraza en la puerta cuando sale a despedirme.

Ruedo poco, quería desde hace tiempo pasar el día en Sahagún y visitar sus lugares y lo tengo muy cerca de modo que tan pronto llego me instalo en el albergue situado en un antiguo convento del Cluny que comparte espacio con un auditorio. Es una sola sala pero con una disposición de literas que lo hace cómodo y poco claustrofóbico, supermercado y comida en el albergue.

Ya por la tarde la gente se va reuniendo en la mesa y se improvisan cenas que se comparten. Terminamos juntándonos tres mujeres que viajan juntas, australiana, neozelandesa y peruana, Cristina y Juan que viajan juntos, Lucas, un portugués, que nos prepara un delicioso postre a base de frutas y yogur, una joven madre alemana que viaja con su hijo de unos dos años en un cochecito preparado para hacer senderos, estos últimos duermen junto a mi y el niño, acostumbrado como esta a dormir de albergues ni lo escucho en toda la noche. Charla en la puerta hasta tarde, por no molestar a los que se acuestan pronto ya que este albergue cierra a las 23. A las 19:30 asistí con algún otro peregrino, que no están en mi mismo albergue, a un servicio en un convento de benedictinas, tienen en la capilla, en un sepulcro, los restos de Felipe VI, de León solo, no de España, junto a unas cuantas de sus 6 esposas. El servicio son salmos cantados, con mi sordera que aún perdura no me entero de lo que dicen, al menos en Samos disponía de un papel con la letra de los salmos cuando asistí a laudes. Tras el servicio, la madre del convento nos bendice a los peregrinos.

Ya por la mañana Cristina nos invita a un café a unos cuantos y desde ahí nos despedimos, Juan regresa a San Sebastián por León, Cristina continua ahora acompañada de la chica alemana y su niño.

Al entrar en la provincia de Palencia tomo conciencia de la carretera desierta, de los campos desiertos, de los pueblos o aldeas que cruzo desiertos. Silencio. Ruedo horas sin cruzarme con un solo coche por una carretera nacional. Un ocasional tractor a la entrada de un pueblo, una mujer que llama a una puerta y nada más, silencio.

Carrión de los Condes es la primera población a la que llego con algo más de vida. Conventos, muchos, de religiosas creo y es en uno de ellos donde me acomodo tras intentarlo en un primero también de religiosas y que estará cerrado por unos días me informa una hermana. Tras inscribirme en el albergue, con camas en vez de literas, me dirijo al supermercado por hacer algo de compra y a la salida del mismo coincido con Simona, peregrina italiana. Va sin mochila, pero las prendas de ropa que usamos, los andares cansados, todo forma parte de un “aire” imposible de confundir, nos identificamos tan pronto nos cruzamos en cualquier población sin mediar una palabra y en ocasiones tan solo nos saludamos con unas sonrisas, como sucede ahora, es más tarde en la cocina del albergue, mientras preparamos nuestras comidas cuando hablaremos por vez primera, al ofrecerme media lechuga que le sobra.

El caso es que pasamos juntos toda la tarde, de visita por el pueblo y a un monasterio benedictino que hay a la entrada del mismo, después iremos juntos a un servicio religioso con peregrinos realmente emotivo y que la lleva hasta la emoción. Cena compartida con una familia que hace el camino por años, según puede. Ella estudio letras en la universidad, sea esto lo que sea allí en Italia, pero se que comprende literatura entre otras cosas y pasamos parte de la tarde hablando de autores de allí y de aquí. Me da sus datos para cuando pase por San Remo le valla a ver.

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