Sábado
18 al martes 21.10.14 Invirtiendo el Camino Francés. Virgen del
Camino. El Burgo Ranero, Sahagún, Carrión de los Condes.
Deje
atrás la provincia de León y ando ahora por la de Palencia, camino
a Burgos. Los albergues se suceden, los pueblos, ciudades, gentes que
conozco y con las que comparto mesa y techo, confidencias y anhelos,
el Camino se presta en ocasiones a soltar las lenguas y te cuentan
sus cosas. Procuro no opinar pero no soy disciplinado, en ocasiones
muestro mi punto de vista para arrepentirme tan pronto soy consciente
de ello. Por un lado la mayor parte de personas solo quieren que les
escuchen, no que les respondan y por otro ¿quien soy yo para mostrar
mi parecer sobre lo que me dicen?
En
Virgen del Camino conocí a un cartagenero que ligaba con una gringa
de Nueva Inglaterra, a un par de húngaros con lo que podo pude
hablar, a otra murciana que camina con un portugués a su lado, el
grupo de coreanos de costumbre, gente diversa y un matrimonio ya jubilado y en crisis de pareja, realmente el es insufrible y la
compadezco. Me estoy alimentando bien estos días, ruedo bien y
reposo bien, me siento mejor. Por la mañana visito León bien
temprano, casi sin gente ni tránsito de coches. Si antes critique
las señalizaciones de las ciudades para salir de ellas, queda León
excluida de esas críticas, un lujo de información en cantidad y
calidad.
Llego
a Burgo Ranero, poco más que una aldea con un hermoso y acogedor albergue que llevan dos voluntarias, Gina y Silvana, congenio mejor
con Gina desde el principio. Una construcción de adobe enlucida con
barro y paja. La tienda del pueblo con precios sorprendentemente
bajos y abierta en domingo. Allí los grupos ya llegan creados, muchos
desde hace días y paso la tarde de lectura, con un tiempo casi
caluroso. De nuevo rodé hoy sin mayor esfuerzo y el resfriado si
bien sigue ahí parece que lo tengo bajo control. Por la mañana me
quedo un rato ayudando con las camas a las hospitaleras, Gina me
abraza en la puerta cuando sale a despedirme.
Ruedo
poco, quería desde hace tiempo pasar el día en Sahagún y visitar
sus lugares y lo tengo muy cerca de modo que tan pronto llego me
instalo en el albergue situado en un antiguo convento del Cluny que
comparte espacio con un auditorio. Es una sola sala pero con una
disposición de literas que lo hace cómodo y poco claustrofóbico,
supermercado y comida en el albergue.
Ya
por la tarde la gente se va reuniendo en la mesa y se improvisan
cenas que se comparten. Terminamos juntándonos tres mujeres que
viajan juntas, australiana, neozelandesa y peruana, Cristina y Juan
que viajan juntos, Lucas, un portugués, que nos prepara un delicioso
postre a base de frutas y yogur, una joven madre alemana que viaja
con su hijo de unos dos años en un cochecito preparado para hacer
senderos, estos últimos duermen junto a mi y el niño, acostumbrado
como esta a dormir de albergues ni lo escucho en toda la noche.
Charla en la puerta hasta tarde, por no molestar a los que se
acuestan pronto ya que este albergue cierra a las 23. A las 19:30
asistí con algún otro peregrino, que no están en mi mismo
albergue, a un servicio en un convento de benedictinas, tienen en la
capilla, en un sepulcro, los restos de Felipe VI, de León solo, no
de España, junto a unas cuantas de sus 6 esposas. El servicio son
salmos cantados, con mi sordera que aún perdura no me entero de lo
que dicen, al menos en Samos disponía de un papel con la letra de los
salmos cuando asistí a laudes. Tras el servicio, la madre del
convento nos bendice a los peregrinos.
Ya
por la mañana Cristina nos invita a un café a unos cuantos y desde
ahí nos despedimos, Juan regresa a San Sebastián por León,
Cristina continua ahora acompañada de la chica alemana y su niño.
Al
entrar en la provincia de Palencia tomo conciencia de la carretera
desierta, de los campos desiertos, de los pueblos o aldeas que cruzo
desiertos. Silencio. Ruedo horas sin cruzarme con un solo coche por
una carretera nacional. Un ocasional tractor a la entrada de un
pueblo, una mujer que llama a una puerta y nada más, silencio.
Carrión
de los Condes es la primera población a la que llego con algo más
de vida. Conventos, muchos, de religiosas creo y es en uno de ellos
donde me acomodo tras intentarlo en un primero también de religiosas
y que estará cerrado por unos días me informa una hermana. Tras inscribirme en el albergue, con camas en vez de literas, me dirijo al
supermercado por hacer algo de compra y a la salida del mismo
coincido con Simona, peregrina italiana. Va sin mochila, pero las
prendas de ropa que usamos, los andares cansados, todo forma parte de
un “aire” imposible de confundir, nos identificamos tan pronto
nos cruzamos en cualquier población sin mediar una palabra y en
ocasiones tan solo nos saludamos con unas sonrisas, como sucede
ahora, es más tarde en la cocina del albergue, mientras preparamos
nuestras comidas cuando hablaremos por vez primera, al ofrecerme
media lechuga que le sobra.
El
caso es que pasamos juntos toda la tarde, de visita por el pueblo y a
un monasterio benedictino que hay a la
entrada del mismo, después iremos juntos a un servicio religioso con peregrinos realmente emotivo y que la lleva hasta la emoción. Cena
compartida con una familia que hace el camino por años, según
puede. Ella estudio letras en la universidad, sea esto lo que sea
allí en Italia, pero se que comprende literatura entre otras cosas y
pasamos parte de la tarde hablando de autores de allí y de aquí. Me
da sus datos para cuando pase por San Remo le valla a ver.
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