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martes, 28 de octubre de 2014

Miércoles 22.10.14 Invirtiendo el Camino Francés. Castrojeriz. De nuevo hoy tengo la oportunidad de hacer mi camino por el Camino, sin pisar la carretera recorro la senda de los peregrinos con tan solo un tramo de especial complicación que se resuelve con un poco de paciencia y sudor. Los bosques hace tiempo que quedaron atrás, ahora el paisaje es una ondulada presencia en muchas ocasiones sin árboles ni sombra, fácil poder imaginar lo que supondrá cruzar estas tierras en pleno verano.

Entre las varias opciones para terminar la etapa de hoy me decido por Castrojeriz al suponerlo al pueblo con interés para visitar en la tarde y no me equivoco. Riqueza monumental para aburrir que conoceré en parte ya que al caer la tarde visito un monasterio de clarisas algo más apartado del pueblo y solo me dejo pendiente las ruinas de otro monasterio que, esas sí, me quedan ya muy apartadas. Monjas de clausura con un ritmo propio para hacer las cosas que puede desesperar, como le sucede al sacerdote que oficia para ellas, soy el único presente no perteneciente al convento aparte del cura, el servicio de vísperas. De tan lento que cantan los salmos que se pueden hacer eternos. Desde hace días disfruto de un estado de gracia, de paz espiritual o lo que sea que desconocía en mi vida y del que, aparte de tomar consciencia cosa que no siempre nos sucede, gozo. Vivo en algo parecido a la felicidad o igual la felicidad es esto. No recuerdo cuando disfruté de menor grado de ansiedad en décadas.

En el albergue los grupos de costumbre y los perfiles de peregrinos que ya conozco. Lo mismo decir de los hospitaleros que aquí son voluntarios. Manolo y Jose, este último vive en el pueblo pero ahora descansa mientras Manolo le hace el trabajo con ese fin. Al saber que rumbo llevo me pone en las manos información de lugares donde seré bien recibido en Italia conocedor como es el de la Via Francígena, los copio.

Compre una torta de pan de aceite, una vez la pruebo no puedo dejar de comerla, así sola, sin nada, por no saber con que puede comerse bien eso, hasta terminarla. Regreso a la tienda donde la compré tan pronto la probe para llevarme la otra media que dejé allí.

Un japones ronca junto a mi oreja toda la noche, cuando se detiene emprende una especie de cántico o así me lo parece y por ruidoso y molesto que sea el buen hombre termino vencido por el sueño con esa murga de fondo.

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