Miércoles
22.10.14 Invirtiendo el Camino Francés. Castrojeriz. De nuevo hoy
tengo la oportunidad de hacer mi camino por el Camino, sin pisar la
carretera recorro la senda de los peregrinos con tan solo un tramo de
especial complicación que se resuelve con un poco de paciencia y
sudor. Los bosques hace tiempo que quedaron atrás, ahora el paisaje
es una ondulada presencia en muchas ocasiones sin árboles ni sombra,
fácil poder imaginar lo que supondrá cruzar estas tierras en pleno
verano.
Entre
las varias opciones para terminar la etapa de hoy me decido por
Castrojeriz al suponerlo al pueblo con interés para visitar en la
tarde y no me equivoco. Riqueza monumental para aburrir que conoceré
en parte ya que al caer la tarde visito un monasterio de clarisas
algo más apartado del pueblo y solo me dejo pendiente las ruinas de
otro monasterio que, esas sí, me quedan ya muy apartadas. Monjas de
clausura con un ritmo propio para hacer las cosas que puede
desesperar, como le sucede al sacerdote que oficia para ellas, soy
el único presente no perteneciente al convento aparte del cura, el
servicio de vísperas. De tan lento que cantan los salmos que se
pueden hacer eternos. Desde hace días disfruto de un estado de
gracia, de paz espiritual o lo que sea que desconocía en mi vida y
del que, aparte de tomar consciencia cosa que no siempre nos sucede,
gozo. Vivo en algo parecido a la felicidad o igual la felicidad es
esto. No recuerdo cuando disfruté de menor grado de ansiedad en
décadas.
En
el albergue los grupos de costumbre y los perfiles de peregrinos que
ya conozco. Lo mismo decir de los hospitaleros que aquí son
voluntarios. Manolo y Jose, este último vive en el pueblo pero ahora
descansa mientras Manolo le hace el trabajo con ese fin. Al saber que
rumbo llevo me pone en las manos información de lugares donde seré
bien recibido en Italia conocedor como es el de la Via Francígena,
los copio.
Compre
una torta de pan de aceite, una vez la pruebo no puedo dejar de
comerla, así sola, sin nada, por no saber con que puede comerse bien
eso, hasta terminarla. Regreso a la tienda donde la compré tan
pronto la probe para llevarme la otra media que dejé allí.
Un
japones ronca junto a mi oreja toda la noche, cuando se detiene
emprende una especie de cántico o así me lo parece y por ruidoso y
molesto que sea el buen hombre termino vencido por el sueño con esa
murga de fondo.
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