Martes
28.10.14 Invirtiendo el Camino Francés. Logroño. Antes de entrar a
la ciudad el Camino, por que hoy de nuevo he rodado por el, me lleva
por un parque que a pocos kilómetros de la población rodea un
embalse. Muy frecuentado por gentes del lugar me detengo en el y paso
unas horas, disfrutando del día, del entorno y de las gentes con las
que entablo alguna conversación. Estas comienzan al verme ir en
“dirección contraria” y pretenderme corregir. Con eso paso media
mañana entretenido y entro en Logroño casi a la hora de la comida.
Pronto
localizo el albergue parroquial que no lo es tal, resulta ser una
casa adosada a la iglesia donde reciben peregrinos, les dan aposento,
ducha y comida. Soy el único hasta las 19:30 en que se presenta el
segundo y último, ahora hablaremos de el.
La
hospitalera esta sorda, no se si es religiosa o laica pero me da la
impresión de lo primero, cosa que no indago por no hacerlo a gritos y
enturbiar la paz del lugar que comparte edificio y puerta con otras
dependencias parroquiales y solo edificio pero no puerta con Cáritas.
La tarde la paso recorriendo la población, visito una exposición de
un autor local que no recuerdo su nombre pero si su obra que me deja
una grata impresión. Un hospitalero, este si que oye, comparte
tareas con ella, me dice que ayer tenían a 15 peregrinos y le encanta
cocinar para ellos. Al estar a esas horas yo solo me interroga por
mis preferencias gastronómicas. Le confieso que desde que ando
recorriendo tierras siempre estoy con hambre y engullo lo que me
pongan y que preferencia ninguna, lo que tenga por ahí o nada, que yo
viajo con comida y me da no se qué que se ponga a prepararme nada
para mi solo. Al final queda en calentarme unas patatas riojanas, que
nunca he probado antes, que le quedaron de ayer y hará, eso sí, una
ensalada.
La
casa parroquial esta adosada a la Iglesia de Santiago y me entero en
una visita que allí fue párroco tras finalizar su seminario el ahora
Santo Jose María Escriba, fundador del Opus Dei. Ya mencione creo
los hábitos religiosos de mi padre, que escucho misa diaria desde que
tengo uso de razón y hasta que el perdió la suya a causa de su
enfermedad. En una ocasión siendo yo muy niño, 7 u 8 años,
recuerdo un domingo en que le acompañé a una reunión de La Obra a
la que el había sido invitado, por mi parte me aburrí como un ciprés y él me consta que no volvió.
Es
a la hora convenida para la cena y a mi regreso cuando conozco a mi
compañero de hospitalidad. Un argentino de nombre Gabriel, profesor
de tango, baile, en Hong Kong, dice. Por lo disparatado que me
resulta su empleo pudiera ser que hasta es cierto. Del resto de su
historia no puedo decir lo mismo. Me confiesa que se alimenta de agua
del mar principalmente y que hace este camino a Santiago por su
proximidad al mar en vez del Camino Maya que era su intención
inicial. Le pregunto si ya ha cenado en la playa de Logroño o se
mantiene con lo que comió el otro día en la costa de Pamplona. En
fin.
Cuando
me suelta que el pertenece al universo y que desde que dejó en sus
manos el destino de su pasos y que así todo le funciona mejor, caigo
en su trampa y le respondo que al carecer de perspectivas difícilmente estas pueden ser frustradas. Caí. Desde ese momento un
desparrame existencialista y metafísico me acompaña durante horas.
Leo para que deje de hablarme, nada. Escribo y actualizo el blog,
tampoco funciona, el habla y habla. Respondo correos con su murmullo
de fondo, cansino. Finalmente decido adelantar mi hora de dormir
confiando en que el desdichado no hable en sueños.
Como
ya me sucedió en Burgos, me sorprendo gratamente al observar como
esta capital disfruta de una hermosa convivencia entre trafico a
motor y bicicletas. El uso que hacen de esta última sus ciudadanos
es todo un ejemplo, disfrutando de zonas preferentes de circulación
en alguna avenida, carriles, aparcamientos específicos, etc. Muy
cerca del lugar donde me alojo esta el edificio donde nacieron los
hermanos que sintetizaron el Wolframio o algo así. Rápidamente me pongo a pensar en el papel que este metal jugó en la política
franquista de la posguerra, durante la confrontación mundial, cosa
que me esta rondando la cabeza estos días por no se que relato que leí sobre espías y Canfranc por donde pasaré próximamente.
Antes
de despedirse la hospitalera sorda me pregunta que a que hora quiero
salir mañana, por abrirme la cochera donde la bici pernocta, le digo
que no muy temprano, no la quiero hacer madrugar ya que el desayuno
lo dejan casi listo, a falta de hacer nosotros mismos el café, antes
de irse por las noches. Quedamos a las 7:30. Al retirarme a dormir
antes de lo que es habitual en mi y falto de sueño no dejo de pensar
en el volumen de chismes que arrastra mi compañero de habitación
que camina con dos mochilas, una inmensa a la espalda más otra algo
más reducida en el pecho, me confeso durante la cena que ahora se
desplaza con solo 20 kilos, tras desprenderse de gran parte de su
equipaje que no imagino donde lo podría arrastrar. No solo vas
conociendo gente diversa, muy diversa, también modos totalmente
distintos de afrontar el Camino, en lo físico o espiritual. Este
hace el Camino por poder alimentarse con agua de mar. Me acuerdo de
Josevi, el psiquiatra que dejé ayer en Nájera y lo bien que se lo habría pasado hoy durante la cena con nosotros dos.
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