Lunes
27.10.14 Invirtiendo el Camino Francés. Nájera. De nuevo ruedo
poco, pero es que esto anda cargado de lugares dignos de ser
visitados. No me he detenido apenas en Santo Domingo de la Calzada,
ni desviado a San Millán donde se escribió el primer texto en
español y que cuenta con dos conventos pero me resulta imposible ir
más rápido con tanta cosa interesante por conocer. Me niego a pasar
de largo esta población sin ver su claustro o una exposición que
tienen sobre la restauración de patrimonio artístico en España.
Por
la mañana la cadena hizo un sonido que me hizo recordar el nulo
mantenimiento que le doy y tan pronto entro en la población pregunto
y me dirijo hacia una tienda donde venden bicis en un polígono a la
salida de la misma. Allí me venden y me explica como he de usar un
lubricante para la cadena y me convenzo de la necesidad de usarlo con
la debida diligencia y disciplina. Ya cumplido este trámite devoro mi comida en la puerta del albergue a espera de que lo abran. Aquí estos tienen precios más bajos que en Galícia y usando la cocina
compenso lo que he de pagar en algunos, ya que esos días como más y
mejor, aparte de la ducha que ya no pueden ser fías como en verano o
el tema de lavar ropa que tampoco seca tan rápido en estas fechas.
Cuando salga por Somport dejaré atrás los albergues por una larga
temporada ante lo prohibitivo de los precios de estos tras cruzar la
frontera y tendré que crear nuevas rutinas que aún no logro
imaginar como serán pero que se intuyen frías, solitarias y oscuras.
Hans
es uno de los hospitaleros y para mi que se tiene ganado el paraíso por hacer su trabajo entre dos arpías patrias ya entradas en años y
que llevan su negocio como maestras de la posguerra. En total son
tres bregando con un albergue que hacen funcionar con orden y
pulcritud.
Josevi
es un psiquiatra de Vitoria que comienza el camino ahora, no lo
culminará ni lo pretende, es solo un primer contacto disfrutando de
unos días que tiene y aficionado como es a la bici y amante del arte
el si se detendrá en San Millán así como en Santo Domingo de la
calzada sin importarle hasta donde logre llegar. El cena en un
restaurante cercano y más tarde compartimos café escuchando a un
viejo del lugar con amigos comunes en su lugar de origen y que nos
amenaza con cantarnos unas jotas. En la mesa de al lado los dos
primeros coreanos que veo en bici, uno con una fixie y unas piernas
descomunales que me dan la explicación de como puede viajar con eso.
Un californiano, otro más, este del Valle de Napa, cata vinos con
devoción compartiendo mesa con un par de alemanes y un austriaco de
aceptable castellano.
Converso
un rato con una muchacha italiana recavando información útil
para mi viaje, con sus pies doloridos y quemada por el sol que estos
días hemos gozado. Terminada mi lectura quiero volver a La Biblia
donde la dejé, matando cabras en cada frase por la menor razón,
pero el bullicio se que no me dejará concentrarme ya que este es
mucho y la parte por la que voy carente de argumento o atractivo
requiere al menos paz o aburrimiento para retomar.
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