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viernes, 17 de octubre de 2014

Jueves 16.10.14 Invirtiendo el Camino Francés. El Acebo. Mañana inmisericorde la que veo desde la puerta del albergue de Ponferrada al salir. Me despido de algunos hospitaleros, que hoy dejan ellos el albergue al igual que yo y les doy las gracias por sus atenciones. Llueve a cantaros y el Camino me ha de llevar cuesta arriba al segundo puerto alto, Foncebadón, que junto a O Cebreiro forman las etapas mas duras. Dejando de un lado las de Roncesvalles o Somport para quien lo iniciaron por allí.

Tiene el empezar así el día aspectos en los que no dejo de reparar. Un techo, el techo que dejas atrás, por precario que este sea proporciona el refugio que has de abandonar cada día y eso hace que aprecies como nunca antes lo hiciste lo que supone un techo y lo que supone no tenerlo, por unas horas, diás o el tiempo en que cada cual este sin techo propio y ha de usar techos de prestado, arrendados o tomados. Se toma conciencia de cosas que cuando no se esta aquí carecen casi de valor.

La etapa por ser hacia arriba, un desnivel importante, más mi estado, más la lluvia, no me veo haciéndola de una vez y tengo pensado escalonarla, dejando solo un pequeño tramo para mañana y después bajar hasta Astorga y con esta idea la emprendo. A pie con la bici a mi lado a ratos o subido a ella cuando la lluvia amaina un poco o la pendiente así me lo permite. Mi compañero de cuarto decidió por su cuenta dejar abierta la ventana, ventana que daba sobre mi cama y mi garganta esta dolorida. Le dije de cerrarla y me contesto que si, lo hizo, pero para abrirla tan pronto me dormí. Fantástico. No puedes dejar de mirar las cosas, tan pronto te das la vuelta te la hacen, en la cocina el otro día me apagaron el fuego con el arroz a medio hacer, lo encendí de nuevo, tras haberse detenido la cocción, el resultado fue deplorable. Lo tomas como errores ajenos inevitables, mejor no pensar de otro modo además de inútil.

La subida se hace pesada, más por la lluvia que otra cosa y llego a El Acebo poco antes de que abran el albergue, he de esperar y las prendas están empapadas, otra fiesta para mi garganta irritada, si bien esa humedad la mantenía cálida con el movimiento, ahora con la espera se enfría, que si el día no es especialmente frío la altura a la que estoy hace que cálido no sea precisamente ya que El Acebo esta cerca de los 1.100 metros de altitud.

Tan pronto me abren el albergue corro a quitarme las prendas y meterme en una ducha caliente, las manos ateridas de frío, que llevan mojadas toda la mañana, bien por los guantes calados, bien por la humedad que retiene la gomaespuma del manillar. Tras la ducha una sopa caliente y busco en la biblioteca del albergue, que la tiene, algo para distraer la tarde, “La vida es sueño” y “El alcalde de Zalamea” serán mi entretenimiento, si bien me ofrecí de ayuda en el albergue y lo cumplo con tareas de la cena, junto a Ivana, una polaca que se hace cargo de la hoya mientras yo me ocupo del resto de tareas. La mesa queda bien puesta y el albergue se va llenando, al final se completan las 21 plazas de las que dispone. Una pareja, el de Játiva y ella genovesa me regalan una inmensa seta, una Macrolepiota, conocida como parasol o sombrilla, la almorzaré mañana a la primera oportunidad de tener una cocina a mi alcance, supongo que en Astorga ya que esta es de uso exclusivo de hospitaleros y no se pueden preparar alimentos para uso particular, solo los colectivos que el supervisa.

A medio día visitó el albergue el responsable de los mismos en la zona y me da su correo para que estemos en contacto, le he de escribir en cuanto pueda, por si puedo ser de alguna utilidad ahora o en un futuro y esto resulta compatible con el lugar en que me encuentre, que se vera.

Me gusta la dinámica de estos albergues, son pequeños, íntimos, familiares y la cena en común, el compartir alimentos y tareas hacen que se cree una atmósfera especial entre los peregrinos. El tener lectura ayuda, por supuesto, y una ventana desde la que observar el huracán de viento que sopla en el exterior y que solo calma cuando regresa la lluvia con más intensidad si cave que la que caía esta mañana. Es grato el saber que mañana no lloverá, hace ver esta de ahora con otros ojos sabiendo que no te moja ahora ni mañana lo hará. La cena la grava en vídeo una coreana que tras la cena la edita y pone música en un instante mostrando a continuación su apresurado pero artístico trabajo para diversión de todos. Unas manzanas de la comarca ponen fin a la cena.


El piso de arriba, donde los dormitorios, dispone de la calidez que da la madera en suelo y techos, los muros de piedra están fríos al tacto. Contento con haber roto el conjunto de factores que me retenían en Ponferrada y estar de nuevo en marcha me retiro satisfecho de la jornada a descansar. Para mañana le ofrecí mi ayuda al hospitalero siendo yo el único ciclista del albergue y retrasandome siempre en mi hora de ponerme en las carreteras por la falta de luz, para hacer tiempo en la puerta de un bar bajo su toldo mejor adelantarle alguna tarea de las muchas que tendrá que hacer. Me gusta este francés que lleva 7 años ya haciendo de voluntario para dos asociaciones, sumando de ese modo cada año dos períodos de voluntario. Un veterano del camino y de la hospitalidad que riega con vino de su propio bolsillo las cenas de los peregrinos y no deja de mostrar interés por todos y cada uno de ellos, una pregunta, un consejo, una sonrisa, con amable autoridad lleva su albergue con oficio y arte.

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