Sábado
23.08.14 He decidido que en unos días, tras la adecuada preparación
de mi voluntad para tal empeño, voy a dejar de fumar. Para
celebrarlo me fumo un cigarrillo aún acostado, un placer del que me
he visto privado mucho tiempo. Hoy además he empleado un 10% nde mi
fortuna en la adquisición de “Papa Goriot” 1 €, no había nada
más barato, pero eso será mucho después, justo antes de comer.
Ruedo
los escasos kilómetros que me separan de Isla Cristina por haber
anoche retrocedido hasta un discreto pinar donde duermo de escándalo.
Hoy en vez de la ½ tostada de costumbre, me siento con apetito y devoro una entera con lo que el café con leche se sube a 1,70 € y
doy una vuelta por la población recreándome en el puerto pesquero
cuya olor me recuerda mi niñez en los veraneos de Torrevieja de
nuevo. Por cierto, mencionando olores, los dos mas nauseabundos que
me he visto en la tesitura de soportar este tiempo han sido las de un
vertedero que cruce tras que lo quemaran parcialmente no se si
intencionadamente o no, que provocados lo son todos por mucho empeño
que los periodistas recalquen erróneamente y en una segunda ocasión
junto a unos invernaderos los restos de melones pudriéndose al sol,
dulzona y penetrante, repugnante.
Me
dirijo al inicio de la vía verde que me llevará por un polvoriento
camino hasta Ayamonte y allí, sin necesidad alguna por el momento,
me empeño en localizar la oficina de correos y el muelle del que
parte el ferry que son realmente dos. Estos y hasta el 15 de
septiembre ofrecen servicio “internacional” cada media hora, que
después sera cada hora. Les hago una foto a una pareja antes de que
lo tomen, que tienen ilusión de inmortalizar su viaje tan
extranjero.
Ya
si, visito la población con más calma, con mis deberes hechos,
compro algo de comer si bien aún tengo reservas conmigo, pero mañana
es festivo y mejor así. Ahora es cuando compro el libro mientras
regalo el “Antonio y Cleopatra”, que con tres libros en bici ya
comienza a parecer un bibliobús.
EL
viento fresco hace que el día sea soportable y tras comer salgo en
dirección a Isla Canela que recorro hasta llegar a Punta del Moral,
frente al faro de Isla Cristina cerrando así un circulo ocupado por
mar.
La
tarde la alterno entre lectura, observación de especies humanas y
admiración de mareas y como estas transforman el paisaje marino, que
será muy tonto pero de donde vengo no hay mareas.
Por
la zona ya hay mucho visitante portugues, ya charlé en el
supermercado con una señora que de allí cruza en ferry para comprar
la comida de su gato, me explica que aquí le sale más barata y
además entre las marcas que compra hay una española que a su gato
le encanta y que allí no encuentra, el trayecto en ferry sale por
1,5 €, a mi me saldrá algo más por la bici.
Tan
pronto baja la marea se comienza a ver a los que recogen coquinas de
la arena, no se si algo más que también he visto a otros por las
marismas con el agua por la cintura o hasta el cuello paro a tal
distancia de mi que no logro adivinar que es lo que pillan del
fondo. Por Punta del Moral veo a pescadores frente a sus casas
reparando redes, solos o en grupos mientras los restaurantes anuncian
su oferta hoy sábado si con clientela abundante.
En
mi paseo por la playa he visto una zona sin edificar, con sus dos
zonas de parking, en ellas alguna autocaravana acampada y con toldo
extendido (resulto ser la de Fran y Rocio), no se si
desafiando a la autoridad o gozando de la laxitud de esta y al fondo
de los mismos un grupo de eucaliptos y pienso en usarlos para dormir.
Un
dejota en un bar de playa juega poniendo temas mientras algún
cuarentón tirando a la cincuentena ensaya imposibles pasos de bailes
carentes ellos de algún resto de pudor, para diversión de
paseantes, allí mismo decido parar a cenar pasando un buen rato
entretenido con el espectáculo.
Tras
ese primer parking con autocaravanas hay otro y a ese me dirijo a
preguntar siendo Rocio a quien interrogo sobre la zona, si es
tranquila y todo eso. Me indica tras responderme incluso sitios
que puedo ocupar mientras voy saludando a Lucia y Laura, sus pequeños
encantos. La autocaravana vecina esta ocupada por Chari que aparece
en el gran Diego en brazos, su bebé, y al instante salen Fran y
Javi, maridos de ellas.
Me
siento a gusto al instante entre ellos, que ha querido la Fortuna que
encontrara en mi camino y tras montar mi dormitorio junto a sus
vehículos acepto su invitación y compartimos velada, demorando de
este modo mi hora de ir a dormir y gozando de su entrañable
compañía.
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