No
recuerdo cuando tuve un desayuno en familia por última vez y hoy lo
tengo con dos a falta de una. Van saliendo de sus vehículos poco a
poco y anoche acepté su amable invitación a desayunar con ellos.
Conozco a Alicia la hija mayor de Charo y Javi que anoche dormía cuando llegué y mientras hacen los preparativos y amueblan su
comedor tengo a Diego en brazos. Difícil de expresar la paz que
transmite tener a este simpático niño de 6 meses tomado, así como
poder verter en simples frases toda la riqueza de sensaciones con que
me obsequian.
A
todo esto Fran reparó anoche la cremallera de una prenda que de este
modo vuelve a ser útil, como si sus presencias y amabilidad no
supusieran ya bastante regalo.
EL
lugar no esta ni ha estado transitado en toda la noche, alejado de
carreteras y carente de alumbrado ha sido un remanso de tranquilidad
desde que llegué, sin humedad a pesar de la próxima playa y con el
aporte de seguridad que ofrece el estar agrupados. A eso le sumo que
no he despertado con la premura de ir a buscar mi desayuno con lo que
comienzo el día con cierta indolencia, plácida y perezosa como
tiene que ser una mañana de domingo. ¡Gracias Familias! Por todo y
por más. Por ese café con sabor a hogar de Rocio y ese aceite de
primer premio que Javi vierte en mi rebanada de pan tostado. Más
tarde hace fotos.
Voy
haciendo la lista de cosas que he de hacer mañana, las saco de mi
cabeza y las meto en un papel. Tras comprar pan emprendo camino hacia
Ayamonte con la intención de visitar un par de lugares que ayer vi
de lejos así como terminar de ver la población a la que apenas le
dedique tiempo y en ese camino, como si con el comienzo del día no
hubiera agotado mi cupo de satisfacciones, me cruzo un camaleón.
Clavo el freno evitando de ese modo su atropello y me dedico un buen
rato a observar al tranquilo saurio.
Pocos
animales salvajes vivos he visto en mi camino, que inteligentemente
nos evitan, que sí atropellados, puerco espines, diversos tipos de
aves y roedores, algún conejo o felino domestico y una zorra, a la
que me acerque por ver si la conocía de antes y al no ser así me
lamente de su estado. Esto por suerte no lo he escrito, me he quedado
con las ganas, por ser políticamente incorrecto y querer guardar las
formas, que la zorra que bien conozco tambien gusta de usar pieles y
la confusión es fácil. Hablar de este modo a una señora es un
insulto para esta y casi puede rozar la violencia de género
dependiendo de quien lo juzgue cuando en este caso al menos el animal
seria la parte ofendida en la comparación. Dejemoslo ahí.
Como
en una plaza de Ayamonte, frente a mi un perfil policromado de Frida
Calho me observa con su inquietante y atrevida ceja mientras suena un
tema de Roberto Carlos versionado, el día es moderadamente caluroso
y la sombra de una palmera me da refugio. Una serena calma me produce
bienestar que rara vez disfruto los domingos invariablemente
aburridos, que hoy no lo está siendo. Una hermosa indígena del cono
sur americano, de lustroso cabello trenzado y ojos rasgados atiende
las mesas de un restaurante a mi izquierda. De esa plaza a otra semi
desierta donde me descuelgo una cabezadita de apenas diez minutos en
otro banco de azulejos, como el anterior, hasta que el sol me hiere
el rostro y a punto lo está de hacer un niño con su pelota.
Ya
por la tarde sigo durante un rato el camino que río arriba y a lo
largo de 44 etapas recorre todo el Guadiana, la parte que no queda
oculta se supone, y que va desde Ruidera hasta Ayamonte a lo largo de
más de 800 kilómetros, lo recorro con la idea de ver sitio para
pernoctar, pero por placer, si antes me sentía siempre
agotado al ir en bici ahora disfruto usándola no solo para
desplazarme, si no rodando sin más por gusto en cualquier ocasión.
El lugar de dormir lo encuentro en mi camino de regreso, en un
mirador elevado municipal de edificio sin terminar y paseos abandonados y ¡oh sorpresa! otro camaleón, este avanza, es un decir
por que el animalito sera lo que quieras pero rápido no es, por lo
alto de un vallado de madera. Ceno mientras el lo intenta mimetizado
tras un hinojo creo que con escaso éxito en su cacería. Ahora que lo
veo moverse y conozco sus “andares”creo haber visto uno
intentando cruzar la carretera el día que termine cerca de Nerja, si
es que por esas sierras los hay. El modo de moverse intentando
infructuosamente cada paso que da para solo concluir algunos de ellos
me llamó la atención en un lagarto que es lo que supuse que era en
aquel momento.
Me
fumo tras la cena un cigarrillo sin dejar de pensar que lo he de
dejar. En la media hora que ocupo con estas cosas mi amigo el
camaleón apenas se ha movido veinte pasos, eso si, sin parar su balanceo atrás y adelante como si cada paso fuera un mar de dudas de
compleja resolución mientras otea estrábico en todas direcciones.
Desconozco si es cazador nocturno y si los mosquitos formarán parte
de su dieta, extremos que de ser así aumentarían considerablemente
las simpatías que me despierta, por lo pronto nos haceos compañía,
en dos ocasiones me he acercado mucho a el y o no se entera el tipo o
no no me rehuye, al tocarlo tan solo cambia la forma de su cuerpo haciéndose mas alto y plano, creo que endureciendo además si piel al
estirarla, pero sin hacer amagos ni de retirarse ni mostrar algún tipo de hostilidad, por no molestar más al bicho dejo de atosigarlo
y me justifico pensando que mi posible acoso ha sido motivado tan
solo por interés y en aras de la ciencia.
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