Sábado
16.08.14 El Rocio – Almonte. Quede primero de todo constancia que
no entran en mis planes al registrar mis sucesos e impresiones en
este diario ofender o molestar a nadie, pero tampoco pretendo faltar
a la verdad del como veo o siento las cosas. Dicho esto y a modo de
que no queden dudas, no tengo nada en contra de las Oficinas de
Información Turística cosa que no puedo decir que suceda a la
inversa. Este fin de semana y cayendo el festivo día 15 en viernes
serán casi con toda seguridad los días con mayor número de
desplazamientos por cualquier medio de locomoción se produzcan en el
solar patrio a lo largo de todo el año y especialmente de turistas,
¿que hacen las oficinas de turismo de Almonte y sus aldeas de El
Rocio y Matalascañas en estos días de gran afluencia?, pues esta
muy claro, cerrar. Y al turista que le den por ahí. Sumale a eso que
se celebra en este momento el Rocio Chico, que es como una segunda romería. Si alguien lo entiende que me ilustren.
Cambiando
de tema. Hace años y por espacio de uno o poco más, moré en una
aldea de la huerta murciana, de muy pocos habitantes y todos conocidos
entre sí cuando no familia. En las fiestas se juntaban una noche a
cenar el pueblo entero a lo largo de una mesa que disponían en su
calle, si, como en las historietas de Asterix pero sin amordazar al
bardo. En ocasiones me desplazaba a Murcia en busca de civilización,
la que hubiera, y en una de ellas terminé en un centro cultural
viendo una exposición que he olvidado. Coincidiendo con ella, en una
sala de ese mismo centro presentaba creo que su primer libro Boris
Izaguirre. La curiosidad me hizo meter el hocico en la sala durante
unos cinco minutos en que no se a santo de que su locución versaba
sobre El Rocio que el comparaba con un poblado del Far West, salí de
allí pensando “como se pasa este tío”. Pues no, no se paso al
menos en esa ocasión. Tan solo que yo lo situaría algo más al sur. Su arquitectura y urbanismo me cuadra mas con una Catherine
Zeta-Jones en caballo mientras Antonio Banderas salta por los tejados
con mascara y capa.
Calles
de arena y no una capa superficial, ausencia de aceras ¿quien las
necesita?, en las fachadas de cada casa una de esas cosas que se usan
para atar a los caballos, si de esas que pasan por ellas las correas
en las pelis y nos preguntamos por que el caballo no se pira si no lo
han atado realmente, en la puerta de todas y cada una de las
construcciones, que son bajas o de una altura a lo sumo. Y caballos
por todos lados, con gente encima o sin ella, si tienen gente encima
pasean, hablan por el móvil, se toman algo o simplemente parecen que
esperan, pero sobre el caballo. Muchos arrastran carros de
todos los tipos y para los niños, ponis. Caballos en cuadras
cerradas, al aire libre, sueltos por la marisma que desde su paseo,
única superficie que no es de arena, puedes ver pastar. Algún coche
pasa, 4 x 4 normalmente. Creo que mi poco mundo me hace
sorprenderme, lo lamento.
El
Real con su ermita me resulta difícil de cruzar aún desmontado, así
como circular por sus calles en donde se ven comercios que no suelo
ver por otros lados, aquí puedes comprar botos o ver guarnicionerias
muy cerca una de otra. Con todo el respeto, en serio, hacia lo que
esto es y representa así como al resto de cultos o tradiciones
marianas, parece que andas por un parque temático acostumbrados como
nos tienen a ellos en estos tiempos y tierras.
No
lo he dicho aún, pero me gusta verlo y me gusta haberlo visitado. En
época de romería ha de ser un espectáculo difícil de describir
viendo el número de hermandades e informado de la cantidad de personas que llegan a formar algunas de estas.
Y
paso ahora a contar algo que me ha sucedido esta madrugada y que
desde que me puse en pie me tiene desconcertado. Bien pasadas las
cinco y media me despierto sobresaltado notando en la cara algo
húmedo, me incorporo rápidamente para ver que terminan de
estrellar un vaso de rebujito, continente y contenido, a escasos 20
cm de mi rostro, supongo que han fallado y este pretendía estamparlo
en toda mi cara o cabeza.
El
osado agresor ha huido, por supuesto, feliz y satisfecho de su
hazaña. Retiro los trozos de vidrio, alguno está en mi pelo, apenas
aparte de mi rostro se ha mojado, nada mas. Y lo que realmente me
desconcierta es que en ese momento solo me ha importado por turbar mi
sueño a tan temprana hora y que después incluso a lo largo de todo
el día no logre vivirlo como un peligro o una amenaza. No se la
razón pero es así. De hecho tras limpiarme la cara y molesto con el
olor, me la he lavado un poco y seguido durmiendo tras visitar un
“aseo” cerca.
Entiendo
que el tipo estaría bebido o intoxicado por otras sustancias,
seguramente ambas cosas, pero intento imaginar que clase de individuo
incluso en ese estado es capaz de lanzar un vaso de cristal a la
cabeza de otro que duerme.
-espacio
dejado intencionadamente para la reflexión-
Ahora
otras cosas. Lo normal es que cuando ruedo tarareo o silbo algo, hoy
el programa ha sido el aria de Giannini Schicchi mientras mentalmente
escucho la voz de la Callas con el “o mio bambino caro” y “se
arrebujan los pinos, sientes temores...” el tema Segaores de
Jarcha. Llego a Almonte por un arcén de tamaño descomunal que en los
días de romería se hará imprescindible, lo recorro hasta su plaza
del ayuntamiento, ni un ruido, ni un alma por sus calles, acojona. En
un banco sentado sentados frente a la iglesia estamos un anciano
sedente de metal y yo. En las fachadas de muchas casas del pueblo
unos azulejos con textos explican que fue y en que fecha
anteriormente en ese solar con lo que al leerlas mientras deambulas
entre ellas vas haciéndote una idea de que y como fue Almonte en su
pasado. Otras muchas cuentas las idas y venidas de su patrona a la
población. Escucho una voz, una mujer se asoma a la puerta de su casa
¡cuanta caló!, entra de nuevo y sensatamente la cierra. Con solo 30
km que lo separan de su aldea Matalascañas, el cambio de temperatura
el brutal, paso de un viento fresco, que esta mañana hacia que en el
desayuno más de la mitad de los que estábamos llevaran algo de abrigo a una quietud seca y asfixiante. No me quiero preguntar de
que modo hice las cosas en mi vida para ser el único humano, seguro que
en kilómetros, expuesto a esta absurda situación ni por que
siguiendo los consejos de Pedro me adentré al interior en lugar de
continuar por la costa en dirección a Mazagón a igual distancia de
Matalascañas de donde me encuentro, claro que de ese modo no habría conocido El Rocio
Recorriendo
las calles al entrar, he visto una oferta de desayuno, café, tostada
completa con jamón (realmente eso es un bocadillo solo que el pan
esta tostado), zumo de naranja natural por 3 €. En esta parte al
menos si acertó Pedro cuando en la lista de bondades del interior
incluyó sus precios. Si ya de por sí me suelo aburrir los domingos
por el cambio de actividad que veo en sus poblaciones por las que
paso, un puente como este se me está haciendo pesado. Necesito
comprar tabaco y es sábado por la tarde, si bien en los pueblos poco
entienden de días de semana y de horarios al menos en periodo
vacacional, o entienden mucho más que los ayuntamientos en su
gestión de atención al publico según se mire. Realizo alguna
compra de alimentos para los próximos días y encuentro sin
dificultad ese estanco abierto una tarde de sábado. Al norte y oeste
de Almonte están los “… del Condado”, nombre de la comarca y
apellido de algunas poblaciones como Rociana, Bollullos y La Palma,
salgo hacia la primera de ellas mirando ya por el camino por si veo
donde dormir pero por encontrarse todo pegado a la carretera lo voy
dejando pasar, siempre puedo volver sobre mis pasos.
Una
cosa que me sorprende. Lo vi en Rota, un café con jarras llenas de
agua en una mesa auxiliar y vasos, para que los clientes se sirvan
cuando tienen sed, lo vi en Matalascañas, donde desayuno dos días
seguidos en el mismo bar y en la barra, en un rincón se llenan 20 ó
30 vasos, siempre llenos y frescos, los clientes los toman o los
piden, o nada más entrar en la misma Matalascañas cuando al ir a
pedir un café la camarera antes de nada me pregunta si deseo agua,
lo he visto hace nada en Rociana del Condado, donde al entrar al bar,
sin mediar palabra, la camarera me pone frente a mi un gran baso de
agua fresca, para quitar la sed que después cada cual ya pedirá lo
que quiera. Y si lo terminas rápidamente te lo llenan de nuevo como
me ha pasado. Creemos los poco viajados que lo que vemos en nuestro
pueblo es común en todos los demás y no le damos importancia, no es
así, todos esos pequeños detalles que nos diferencian forman una
riqueza propia de cada lugar, de cada grupo humano, de donde vengo si
quieres agua la tienes que pedir y en ocasiones hasta parece que
molesta.
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