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miércoles, 20 de agosto de 2014

Sábado 16.08.14 El Rocio – Almonte. Quede primero de todo constancia que no entran en mis planes al registrar mis sucesos e impresiones en este diario ofender o molestar a nadie, pero tampoco pretendo faltar a la verdad del como veo o siento las cosas. Dicho esto y a modo de que no queden dudas, no tengo nada en contra de las Oficinas de Información Turística cosa que no puedo decir que suceda a la inversa. Este fin de semana y cayendo el festivo día 15 en viernes serán casi con toda seguridad los días con mayor número de desplazamientos por cualquier medio de locomoción se produzcan en el solar patrio a lo largo de todo el año y especialmente de turistas, ¿que hacen las oficinas de turismo de Almonte y sus aldeas de El Rocio y Matalascañas en estos días de gran afluencia?, pues esta muy claro, cerrar. Y al turista que le den por ahí. Sumale a eso que se celebra en este momento el Rocio Chico, que es como una segunda romería. Si alguien lo entiende que me ilustren.

Cambiando de tema. Hace años y por espacio de uno o poco más, moré en una aldea de la huerta murciana, de muy pocos habitantes y todos conocidos entre sí cuando no familia. En las fiestas se juntaban una noche a cenar el pueblo entero a lo largo de una mesa que disponían en su calle, si, como en las historietas de Asterix pero sin amordazar al bardo. En ocasiones me desplazaba a Murcia en busca de civilización, la que hubiera, y en una de ellas terminé en un centro cultural viendo una exposición que he olvidado. Coincidiendo con ella, en una sala de ese mismo centro presentaba creo que su primer libro Boris Izaguirre. La curiosidad me hizo meter el hocico en la sala durante unos cinco minutos en que no se a santo de que su locución versaba sobre El Rocio que el comparaba con un poblado del Far West, salí de allí pensando “como se pasa este tío”. Pues no, no se paso al menos en esa ocasión. Tan solo que yo lo situaría algo más al sur. Su arquitectura y urbanismo me cuadra mas con una Catherine Zeta-Jones en caballo mientras Antonio Banderas salta por los tejados con mascara y capa.

Calles de arena y no una capa superficial, ausencia de aceras ¿quien las necesita?, en las fachadas de cada casa una de esas cosas que se usan para atar a los caballos, si de esas que pasan por ellas las correas en las pelis y nos preguntamos por que el caballo no se pira si no lo han atado realmente, en la puerta de todas y cada una de las construcciones, que son bajas o de una altura a lo sumo. Y caballos por todos lados, con gente encima o sin ella, si tienen gente encima pasean, hablan por el móvil, se toman algo o simplemente parecen que esperan, pero sobre el caballo. Muchos arrastran carros de todos los tipos y para los niños, ponis. Caballos en cuadras cerradas, al aire libre, sueltos por la marisma que desde su paseo, única superficie que no es de arena, puedes ver pastar. Algún coche pasa, 4 x 4 normalmente. Creo que mi poco mundo me hace sorprenderme, lo lamento.

El Real con su ermita me resulta difícil de cruzar aún desmontado, así como circular por sus calles en donde se ven comercios que no suelo ver por otros lados, aquí puedes comprar botos o ver guarnicionerias muy cerca una de otra. Con todo el respeto, en serio, hacia lo que esto es y representa así como al resto de cultos o tradiciones marianas, parece que andas por un parque temático acostumbrados como nos tienen a ellos en estos tiempos y tierras.

No lo he dicho aún, pero me gusta verlo y me gusta haberlo visitado. En época de romería ha de ser un espectáculo difícil de describir viendo el número de hermandades e informado de la cantidad de personas que llegan a formar algunas de estas.

Y paso ahora a contar algo que me ha sucedido esta madrugada y que desde que me puse en pie me tiene desconcertado. Bien pasadas las cinco y media me despierto sobresaltado notando en la cara algo húmedo, me incorporo rápidamente para ver que terminan de estrellar un vaso de rebujito, continente y contenido, a escasos 20 cm de mi rostro, supongo que han fallado y este pretendía estamparlo en toda mi cara o cabeza.

El osado agresor ha huido, por supuesto, feliz y satisfecho de su hazaña. Retiro los trozos de vidrio, alguno está en mi pelo, apenas aparte de mi rostro se ha mojado, nada mas. Y lo que realmente me desconcierta es que en ese momento solo me ha importado por turbar mi sueño a tan temprana hora y que después incluso a lo largo de todo el día no logre vivirlo como un peligro o una amenaza. No se la razón pero es así. De hecho tras limpiarme la cara y molesto con el olor, me la he lavado un poco y seguido durmiendo tras visitar un “aseo” cerca.

Entiendo que el tipo estaría bebido o intoxicado por otras sustancias, seguramente ambas cosas, pero intento imaginar que clase de individuo incluso en ese estado es capaz de lanzar un vaso de cristal a la cabeza de otro que duerme.











-espacio dejado intencionadamente para la reflexión-

Ahora otras cosas. Lo normal es que cuando ruedo tarareo o silbo algo, hoy el programa ha sido el aria de Giannini Schicchi mientras mentalmente escucho la voz de la Callas con el “o mio bambino caro” y “se arrebujan los pinos, sientes temores...” el tema Segaores de Jarcha. Llego a Almonte por un arcén de tamaño descomunal que en los días de romería se hará imprescindible, lo recorro hasta su plaza del ayuntamiento, ni un ruido, ni un alma por sus calles, acojona. En un banco sentado sentados frente a la iglesia estamos un anciano sedente de metal y yo. En las fachadas de muchas casas del pueblo unos azulejos con textos explican que fue y en que fecha anteriormente en ese solar con lo que al leerlas mientras deambulas entre ellas vas haciéndote una idea de que y como fue Almonte en su pasado. Otras muchas cuentas las idas y venidas de su patrona a la población. Escucho una voz, una mujer se asoma a la puerta de su casa ¡cuanta caló!, entra de nuevo y sensatamente la cierra. Con solo 30 km que lo separan de su aldea Matalascañas, el cambio de temperatura el brutal, paso de un viento fresco, que esta mañana hacia que en el desayuno más de la mitad de los que estábamos llevaran algo de abrigo a una quietud seca y asfixiante. No me quiero preguntar de que modo hice las cosas en mi vida para ser el único humano, seguro que en kilómetros, expuesto a esta absurda situación ni por que siguiendo los consejos de Pedro me adentré al interior en lugar de continuar por la costa en dirección a Mazagón a igual distancia de Matalascañas de donde me encuentro, claro que de ese modo no habría conocido El Rocio

Recorriendo las calles al entrar, he visto una oferta de desayuno, café, tostada completa con jamón (realmente eso es un bocadillo solo que el pan esta tostado), zumo de naranja natural por 3 €. En esta parte al menos si acertó Pedro cuando en la lista de bondades del interior incluyó sus precios. Si ya de por sí me suelo aburrir los domingos por el cambio de actividad que veo en sus poblaciones por las que paso, un puente como este se me está haciendo pesado. Necesito comprar tabaco y es sábado por la tarde, si bien en los pueblos poco entienden de días de semana y de horarios al menos en periodo vacacional, o entienden mucho más que los ayuntamientos en su gestión de atención al publico según se mire. Realizo alguna compra de alimentos para los próximos días y encuentro sin dificultad ese estanco abierto una tarde de sábado. Al norte y oeste de Almonte están los “… del Condado”, nombre de la comarca y apellido de algunas poblaciones como Rociana, Bollullos y La Palma, salgo hacia la primera de ellas mirando ya por el camino por si veo donde dormir pero por encontrarse todo pegado a la carretera lo voy dejando pasar, siempre puedo volver sobre mis pasos.


Una cosa que me sorprende. Lo vi en Rota, un café con jarras llenas de agua en una mesa auxiliar y vasos, para que los clientes se sirvan cuando tienen sed, lo vi en Matalascañas, donde desayuno dos días seguidos en el mismo bar y en la barra, en un rincón se llenan 20 ó 30 vasos, siempre llenos y frescos, los clientes los toman o los piden, o nada más entrar en la misma Matalascañas cuando al ir a pedir un café la camarera antes de nada me pregunta si deseo agua, lo he visto hace nada en Rociana del Condado, donde al entrar al bar, sin mediar palabra, la camarera me pone frente a mi un gran baso de agua fresca, para quitar la sed que después cada cual ya pedirá lo que quiera. Y si lo terminas rápidamente te lo llenan de nuevo como me ha pasado. Creemos los poco viajados que lo que vemos en nuestro pueblo es común en todos los demás y no le damos importancia, no es así, todos esos pequeños detalles que nos diferencian forman una riqueza propia de cada lugar, de cada grupo humano, de donde vengo si quieres agua la tienes que pedir y en ocasiones hasta parece que molesta. 

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