Domingo
17.08.14 Comarca de el Condado. Duermo al final tras una valla
abierta de una pequeña nave sin actividad, hasta las ocho de la
mañana, sin ruido de ningún tipo al ser domingo y estar la zona
apartada y sin transito si bien con una visita, a las dos de la
mañana un par de coches entraron con la idea de montarse un
botellón, 6 ó 7 jóvenes que me ven, me saludan y deciden ir a otro
sitio por no molestar mi sueño y así me lo dicen.
Desayuno
en Rociana del Condado mi café con leche y media tostada de
costumbre 1,70 € y visito el pueblo prácticamente dormido a estas
horas del domingo para salir después en dirección Bollullos del Condado.
Cruce
hace años Francia por carreteras secundarias, la cruce de un modo
errático, sin una idea clara de por donde iba a pasar, tan solo
tenia un punto que quería ver, Chartres y un punto por el que salir
de allí, Cale, donde tomaría el ferri a Dover. Viajé en coche. El
viajero cultivado, indudablemente goza más de las cosas que
encuentra, conoce la historia de lo que va a visitar, su cultura, gastronomía y tradiciones. No es mi caso. Poco o nada sabia de los
puntos que visité o donde me detuve y en ocasiones era por un nombre
que me impulsaba a dirigirme allí por curiosidad, como me sucedió
con Limoges que sabia de su existencia por una pequeña porcelana que
recibe su nombre por ser oriunda de allí y que recibí de obsequio
anteriormente.
El
hacer el viaje sin pisar autovías o autopistas sí me aporto la
indudable ventaja de atravesar las poblaciones rehuyendo siempre
todas las circunvalaciones, así pase por Toulouse, Poitiers, Tours,
Orleans, etc. El caso es que no hay nada del todo bueno ni malo y esa
misma ignorancia que padezco me regala algunas sorpresas que de no
ser el caso me habría privado de tener. Así me sucedió cuando al
mirar a la izquierda me encontré con las murallas de Carcasone,
ciudad de la que por aquel entonces ignoraba todo y que
posteriormente he podido disfrutar al conocer su historia y leyenda,
y que por supuesto visité. Algo así me ha sucedido con Niebla. Pase
por que estaba en mi camino. Cierto que con curiosidad por su hermoso
nombre pero sin conocer absolutamente nada de su existencia hasta
hace un par de días que la vi en mi plano y esa ignorancia me ha
supuesto un precioso regalo en una segura aburrida tarde de domingo.
Empece
a disfrutar ya con su puente romano que recorrí en ambos sentidos
por ver mejor el Rio Tinto a su paso ya que a cada lado es distinto
lo que veo, una parte es árida y pedregosa en la que el agua
contrasta fuertemente con el ocre de su rivera, al otro lado una
frondosa vegetación que desde la orilla se extiende hasta el pie de
las murallas, dentro de las cuales esta gran parte de la ciudad.
Murallas en fábrica de tapial principalmente, con seis puertas.
Rápidamente entro por una de ellas, la más próxima a la Iglesia de San Martín
y recorro sus calles hasta llegar al Hospital Nuestra Señora de los
Ángeles donde tras ver una exposición de arte visito el centro de
interpretación donde me voy enterando de su historia o de una
pequeña parte de ella, que se remonta, y ahí podemos entrar en la
leyenda, hasta los antiguos pobladores ligures que en algún texto
aparecen como vecinos de los tartesos. De como se tiene constancia de
que en alguna batalla ya se uso pólvora para unos primitivos cañones
por el siglo XIII siendo así el lugar de occidente donde primero se
empleo para usos militares. En esa misma plaza del Hospital, la
Iglesia Santa Maria de la Granada que aunque se remonta a mezquita
árabe, por tener tiene hasta columnas romanas, ya que esto fue
emplazamiento romano y anteriormente fenicio. Recorro su castillo.
Por la puerta de Sevilla salgo y bajo hasta la alameda que recorre el
río junto a sus muros y bajo un álamo, sera un álamo si esto es
una alameda, supongo, encuentro sitio para pasar la noche.
Me
he saltado mi camino hasta aquí, que deje en dirección a Bollullos
tras el desayuno. Por el camino un pinchazo que por no desinflar
del todo la rueda y la proximidad a la población decido reparar en
esta con el auxilio de la sombra, de poder inflarla en una estación
de servicio y de no meterme en faena en un arcén. De modo que camino
un rato con la bici a mi lado. He cambiado alguna cámara en mi vida,
no es que sean muchos, pero son. Se de sobra que no basta con cambiar
la cámara, que hay que revisar en la cubierta para localizar el
objeto que la pincho si es posible y continua ahí y de ese modo
evitar un segundo pinchazo. Y así lo hago. Tras el segundo pinchazo,
por supuesto.
Haciendo
el idiota de este modo paso buena parte de la mañana. Además de ver
la cantidad enorme de bodegas que hay en Bollullos y preguntar por
ese vino de naranja que anuncian y que resulta ser un vino dulce
aromatizado con esta y que por la hora de la mañana entre otras
cuestiones me quedo con las ganas de probar. Ya con la rueda
reparada, por segunda vez, una espina de cardo, continúo hacia La
Palma del Condado donde paso las horas duras de la siesta con un café
al que me invita el dueño del bar y de charla con este y con un
matrimonio amigos y vecinos en la misma finca que el bar.
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