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domingo, 20 de julio de 2014

Miercoles 16.07.14 Isleta del Moro. Tres noches seguidas durmiendo muy bien, despierto descansado, seco, sin ser capaz de recordar lo que he soñado, con lo fácil que esto me ha resultado siempre, pero con un poso que sin ser recuerdo lúcido si me deja la sensación de que fue grato. Amanece sin viento, después las horas cambiaran eso hasta terminar siendo un día muy ventoso, como ayer al menos.

Miedo en la carretera hasta hacerme detener.

Tras un desayuno sin prisa al saber que los destinos son próximos, me pongo en marcha por el mismo camino que use ayer para llegar aquí, me desvió después a la izquierda antes de Las Hortichuelas,  atento aparece un nuevo desvió que tomo, pronto se detiene un coche, es Paco, lo conocí en Ferrán Pérez, conversamos, el de Madrid y en el pueblo pasando las vacaciones, me dice que hoy emprende el regreso y fue a la playa con su hija para un último baño, nos deseamos buen viaje, a los pocos metros otro coche se detiene, esta vez desde atrás me avisa, me detengo y es Lambi, va hacia El Playazo, “a ver”, al momento regresa y dice que no le gusta, que allí no puede montar, yo voy de todas formas también “a ver”. Veo y doy media vuelta, continuaré al siguiente punto, Rodalquilar, otro barrio, pedanía o lo que sea de Nijar, pequeño, cuidado y coqueto, de interior pero con playas muy próximas.

Una de las ventajas de madrugar, entre muchas otras, es el poder permitirme el lujo alguna que otra vez de desayunar dos veces. Mi comida favorita y ademas a precio contenido, por lo que me doy el segundo gusto del día, en una agradable terraza que ademas tiene wifi, nada en el correo, esta seco. Ya estoy, sin darme cuenta, en las horas del día que suelo pasar en una sombra sin moverme mucho, lo noto mas caluroso que otros días pero no veo sombras públicas y nada así que me de un mínimo de confort. Me subo a la bici y hacia Isleta del Moro y ahora si hace viento del bueno en el camino. La sombra de un viejo edificio pesquero, una especie de porche con ganchos para secar o trabajar con las redes, abandonado, de decadente belleza donde paso la tarde, leyendo, escribiendo y embelesado ante un paisaje de salvaje hermosura marina, con toda la costa hasta donde alcanzo a ver festoneada de un encaje de espuma marina, ante una playa abanderada en rojo y despoblada en su totalidad.

¿En que creo? No recuerdo con exactitud, con tantos saltos que dimos, que tema propició el que anoche me preguntara Angela si soy una persona religiosa. Carezco de Fe, no puedo serlo ni por ello mismo tener creencias de esa índole, ni creo tampoco en las personas, en en las que he conocido, ni en mi siquiera, hasta donde me conozco. ¿En que creo entonces? Creo en el pan cuando se tiene hambre, creo en el descanso cuando la fatiga te invade, en la sombra protectora, creo en el agua que te limpia y calma la sed, creo en el papel higiénico, gran invento nunca suficientemente reconocido, creo en el sol que alumbra nuestros pasos y cada día invita a la actividad y en su modo en que discretamente se retira para regalarnos el descanso. Y poco más.




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