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martes, 29 de julio de 2014

Domingo 27.07.14 Los domingos los encuentro aburridos, las tardes especialmente. Alguna gente en la playa pero con escasas sombras disponibles normalmente las suelo evitar y más a esas horas primeras de la tarde, el resto de la población permanece sumida en una especie de escenario de catástrofe post-nuclear, son las horas de las siestas con o sin el auxilio de Tour de France, mano de santo para insomnes siesteros.

Estoy en Castell del Ferro donde llegué temprano y me detuve para evitar achicharrarme, las temperaturas han subido y el inmisericorde astro castiga de lo lindo si bien dispongo de una precaria sombra de araucaria frente a lo que parece un abandonado cuartelillo de la benemérita. Tras recorrer el pueblo, comprar pan y fruta, una breve conexión para mirar correo y explorar he podido hacer un rápido censo de sombras pública, rápido por lo escaso de estas y la araucaria tiene el tiempo tasado. No, el cuartelillo no esta abandonado, ahora veo la puerta abierta, tan solo está sensatamente cerrado a cal y canto, puertas y ventanas, supongo que con la intención de conservarse aislado del sol de plomo y el aire tórrido que circula.

Ya próximo a Motril puedo confirmar algo que me contaron hace de ello más de treinta años. Allá por Córdoba consumía yo mi ardor guerrero por imperativo legal y tenia como compañero de remplazo a un natural de Motril. Este me aseguró que en su tierra es donde más se maltrata el castellano o eso me pareció entender entre sonidos de difícil clasificación. Bueno, ahora en serio, se le entendía perfectamente pero si es del todo cierto, torturan las palabras hasta un grado en que se requiere en ocasiones poner especial atención si pretendes entender todo lo que están diciendo, supongo que para los que no estamos habituados a oírles. Un par de conversaciones con indicaciones para encontrar los aseos de la playa, tiendas y demás, así como el tiempo pasado con Manolo compartiendo un cigarrillo en el que me ha hecho un resumen de su vida con algo de esfuerzo por mi parte para seguirlo, en serio. Vocales o consonantes son opcionales en la mayor parte de las palabras que usa pero cuando se decide a usar una vocal en ocasiones la puede alargar, estirar mientras la entona y todo eso para plantearme supongo que sin pretenderlo una paradoja, ¿recuerdas esa que dice “este enunciado es falso”?, pues bien, este Manolo, de Castell de Ferro me dice, “no te fíes de la gente de Castell de Ferro”, ahí queda eso.

Paso las horas tontas, persiguiendo sombras, un cicloturista, Jose Luís, regresa de una semana por Cabo de Gata, a finales de agosto saldrá en dirección Santiago de Compostela desde Sevilla, Ruta de la Plata, tiene una rueda que pierde aire y ha extraviado su infladora, como soy un desastre no caigo en ofrecerle una cámara, solo reparo en ello en el momento de escribir estas letras horas más tarde en mi cuaderno. Como lo lamento. Eso antes de lavarme el pelo.

Salgo en dirección Calahonda y desde allí a la próxima Carchuna, en Calahonda converso con un ciclista que es de la zona y me pasa indicaciones. Bonita población, tranquila y cuidada. Más pequeño aún es el grupo de casas de Carchuna que hay junto a la playa dejando la población oculta tras un laberinto de plásticos donde puedes ver indicaciones par ir a un bar o la farmacia.

Ese grupo de casas frente a la playa en Carchuna es un recoleto conjunto residencial con un bar y la pequeña playa el final de la que comenzó en Calahonda.

Mañana cuando pase por la primera oficina de información turística he de hacerme con un plano de esta zona a pesar de que me las voy apañando bien preguntando, no es propio de mi género, los tíos miramos planos, desde la noche de los tiempos, eso de preguntar es cosa de ellas, si continuo así se me secará mi hemisferio cerebral varonil que ya anda bastante maltrecho.

He comido en lo alto de un puerto que separa Castell de Ferro de Calahonda, sobre las 18:00 horas que que a medio día me comí cerca de medio kilo de albaricoques, de este modo igual esta noche ni ceno, me tomo un vaso de leche o ni eso.

Miro ya en Carchuna como un hombre joven toma cervezas mientras entretiene a su hijo, molesto ante la salida de sus primeros dientes, el hombre me recuerda a alguien, al final caigo, tiene los mismos rasgos que recuerdo en Manuel Chaves a su edad. Habla con su mujer usando el castellano de aquí. Cuando la gente se dispone a regresar a sus poblaciones, les avisan que hay un control de la guardia civil en la única salida de esa playa, y puestos a esperar por no querer pasar el control muchos se deciden a cenar en el bar y esperar a que el control se esfume.

Suelo extremar las precauciones con mis gafas, ahora después del robo ya no tengo las de sol graduadas, lo que me obliga a dar más uso a las que me quedan y a rodar con ellas, cosa que antes no hacia, con el riesgo de que se caigan a causa de su deficiente ajuste. Tan pronto pase por la siguiente óptica pedirle que me las revisen así como no seria ninguna mala idea dotarlas de un cordón, elástico o lo que sea, barato, que impida que se puedan caer al suelo y verme en problemas por causa de ello.

Unos británicos que andan por aquí con su autocaravana sepultan un plato de calamares rebozados bajo una espesa capa de ketchup.



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