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jueves, 4 de junio de 2015

Domingo 31.05.15 Fojaz. Paso parte de la tarde con Jozsef, en su bar sin clientela, la tarde es demasiado hermosa como para encerrarse en este oscuro local y no dispone de terraza. La gente del pueblo pasea por los jardines, plazas y calles, casi siempre sus caminatas terminan en el río. En el, hay alguna instalación, ahora cerrada, para veraneantes o los caminantes de una ruta de peregrinación húngara que casi coincide con el trazado de la Ruta 6 a su paso por el país. Ahora están cerradas. Si bien sus bancos de picnic, barbacoas y demás están ocupadas por gente que disfruta del día festivo.

Me desperté con lluvia, poca cosa, duró apenas unas horas y ahora hace un tiempo caluroso. Fastidiado por el agua, por no tener moneda local con los bancos cerrados, las tiendas, en fin, todo eso. Tan pronto llego a Baja me propongo lograr algo de moneda. Una cafetería en el centro me proporciona un café y el cambio restante hasta los 10 euros en florines. Suficientes con las tiendas cerradas por la festividad.

Una estación de servicio me ofrece la oportunidad de comprar alguna cosa, no esta disparada de precio si bien la oferta es muy reducida. No preciso más por hoy. Mientras recorro su centro, la rivera de un afluente que pronto se unirá al gran río, su mercadillo, voy tomando el ritmo de sus gentes y sus precios. A pesar de estar muchas cosas cerradas los escaparates son útiles para ese fin. El cielo comienza a abrirse. A la salida de la ciudad me pierdo, o mejor dicho, pierdo las señales de la Ruta, pocos kilómetros más adelante las retomo sin problemas.

De nuevo me subo a esa especie de muro de contención de tierra para rodar junto al río. En la cafetería pude ver, vía skype, a Marga. Se encuentra en cama, con dolor, superando una dolencia que por lo pronto amenaza sus ansiadas vacaciones y podría frustrar nuestros planes de rodar desde Budapest a Viena por Bratislava. Quedan días por delante, tiene billete para el día 6. ¡Confianza!, Y son muchos días para los pocos kilómetros que me separan de la capital, si bien ayer la Ruta 6 me dio un gran rodeo para llegar a Baja, desde aquí a Budapest observo en los mapas, que la cantidad de kilómetros a sumar no serán ya tantos, iré más directo y con menos rodeos, la carretera y el río ya no van tan distanciadas una de la otra. Con esta información decido tomarme el día tranquilo, rodar poco y lento.

Fojaz me ofrece buena solución para hacer noche y pese a lo temprano de la hora decido detenerme por hoy. Y para matar el tiempo e interesarme de nuevo por Marga es por lo que termino en el bar de Jozsef. Me enseña, y olvido, las primeras palabras en húngaro. No se por donde pillar este idioma que solo se asemeja a sí mismo. No es de origen indoeuropeo.
Salimos a fumar a la puerta, cinco metros manda la ley y la cumplimos escrupulosamente. Para señalar el punto tiene allí plantado un cenicero, sobre una mesa. Vamos comentando en los países donde todas estas normas se aplican con mayor o menor celo. Le hablo de Bulgaria, Serbia o Croacia donde son las relajados, el me habla de los autobuses checos, en Praga o la ópera, donde se lo saltan todo, de Viena y de lo exagerado que le parece eso de los cinco metros.

La tarde la voy consumiendo frente al río, con las familias y parejas que ocupan las mesas, viendo jugar a los niños. Compré poco en la gasolinera y ya cuento las horas que me faltan para plantarme en un supermercado con florines en la cartera y darme un banquete, voy imaginando el bocadillo que me pienso preparar para almorzar mañana y siendo esto una zona de vinos me viene el recuerdo, y añoro, los vasos que me daban en Francia alguna bodega que convertían esos almuerzos en festejos frente al canal. De algún modo lo que llevo recorrido desde ayer por el río me lo recuerda mucho, salvando las diferencias de caudal y el tipo de naturaleza que observo. Es el pedalear junto al agua y sin el trasiego de vehículos.


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