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domingo, 8 de febrero de 2015

Viernes 30.01.15 Marmore. Me despierto muy tarde. Y gracias a eso logro salir del saco. El sol lucirá apenas 10 minutos en todo el día, pero es al levantarme cuando esta sobre mi y con el reúno los ánimos para ponerme en marcha. Un café caliente en el bar, con las manos heladas no siento ánimos para prepararme yo nada en mi hornillo, me devuelve a la vida. Eso y el encuentro con Gloria.

Medio italiana medio argentina. Medio de Salermo medio de Buenos Aires. Me la tropiezo en la puerta del bar, pasa sus días entre Bomarzo y Luxemburgo, allí no se en que parte, viviendo con su madre ya anciana. Me ofrece su casa a los pocos minutos, lastima no haberla encontrado ayer, me tienta diciendo lo buena cocinera que es, cada momento me suelta dos besos o me abraza, si no salgo pronto de allí le pediré en matrimonio, seguro. El caso es que entre el poco sol, el café y el encuentro con ella reúno la fuerza suficiente para ponerme en camino. Me dice que si de regreso paso por allí que la visite, que esta en el pueblo hasta el día 8. Se que no regresaré por Bomarzo o al menos no lo tengo planeado, pero no es la primera vez que mis planes se ven alterados y así quedamos.

Paso por Orte de nuevo, ya que es el mejor camino para dirigirme a Terni. En total rodaré buenas horas y cubriré no poca distancia en un día que no me veía con ánimos para hacer nada. En Terni he decidido hacerme con un plano de Úmbria y esperando la hora en que abre la oficina de información turística, sentado en una plaza, me llueve, me graniza y finalmente comienza la nieve. A todo esto frente a mi hay un barómetro que aparte de dar la información numérica, dispone de una manecilla que recorre los diversos estados de clima, la manecilla, con sarcasmo, señala un día soleado.

Otro encanto de mujer la empleada de información, cegata, eso si, incapaz de encontrar nada en el plano que me ofrece, pero los consejos son buenos.

Insiste en que visite unas cascadas que hay en Marmore, a poco más de 7 kilómetros de allí. Y me diseña una ruta para ir hasta Espoleto evitando un puerto de montaña que aparte de duro, me asegura que carece de interés recorrer. La lluvia-granizo-nieve es intermitente y he de buscar donde dormir, de modo que me pongo en marcha con esa idea. No encuentro nada por la zona industrial que cruzo a la salida de Terni, unos antiguos estudios de cine me permiten ver desde la carretera parte del decorado que se uso para la película Pinocho y sigo buscando por los saltos de agua un tejado medio decente. Uno que encuentro está demasiado próximo a la carretera y eso aparte de poco discreto y seguro es muy molesto por el ruido del tránsito de vehículos. Aún queda algo de luz y continuo carretera.

Las cascadas de Marmore solo abren en enero los fines de semana y a partir de las 12 pero al llegar finalmente a ellas, buscando techo, me las encuentro abiertas y con múltiples opciones. El belvedere inferior esta justo frente a los tres saltos y la vista es esplendida, cierto que con un ruido notable, pero no tan alto como el que padecí con las lluvias al recorrer la La Camarga y me decido por dormir allí. Ceno sentado en un banco junto a una escultura que conmemora el lugar donde Byron contemplo estas cataratas y escribió no se que versos. El lugar formó parte del Gran Tour que poetas, pintores, músicos y demás hacían desde mediados del siglo XVII y antes del invento del turismo.

Tras la cena y ya metido en el saco, anochece y me dispongo a dormir cuando la iluminación del parque se encienden. El invierno no ofrece precisamente una paleta de colores demasiado atractivos, pero las luces, sabiamente colocadas, no solo me muestran un aspecto de las cataratas mejor que el que tenia con la mortecina luz del ocaso, metido como estoy en una garganta oscura,  si no que además hacen resaltar los verdes del musgo en contraste con el blanco de la espuma del agua al caer, hacen más visibles las nubes de vapor que el agua eleva y no encuentro el modo de dejar de mirarlo para dormir, sobrecogido por la vista que tengo en mi “dormitorio”. La cosa aún se eleva una octava en el momento en que comienza a nevar. No puedo creer que este viendo eso. Por lo demás, la nieve, el vapor de agua en el aire y todo eso, lo pagaré con una noche gélida. Ahora que escribo esto, al calor de unas paredes, cierto que solo me quedo con lo bueno de la experiencia, pero la noche fue terrorífica en cuanto a confort.

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