Viernes
23.01.15 Despierto con la idea de buscar mecánico para revisar la
bici, hace un ruido extraño desde ayer tarde, este yo subido en ella
o la lleve en la mano. Y he de llamar al consulado.
Tras
el desayuno y saliendo de la población veo un taller de bicis
abierto. Extrañado, solo uno de cada 20 ó 30 locales, o puede ser
que menos, permanece abierto aquí en esta época del año, pero
contento me dirijo a el. Tras pocas comprobaciones viene el
diagnóstico. La rueda trasera. Tengo una tienda como a 20 kilómetros
de aquí pero me dice que me puede vender una usada. Lo tengo claro y
negocio el precio de la misma.
El
mecánico me pondrá, por cuenta de la casa, grasa en piñones
cambio, revisa cables cables y ajusta. Me regala una luz para atrás
mientras me cuenta que ese talles fue uno de los primeros negocios
que se abrieron en el pueblo y que lo hizo su padre.
Mucho,
mucho viento. Cuesta rodar y me va cargando la cabeza.
El
primer teléfono público que encuentro tiene el depósito de las
monedas lleno y no acepta ese modo de pago. El segundo, unos
kilómetros más adelante, si traga las monedas y me permite escuchar,
pero al otro lado no me escuchan a mi. Tercer intento, esta vez desde
un bar. Pregunte si tenían teléfono público o si conocen uno
cercano. No tienen público y no hay cerca, pero insiste en que use
el del bar. Finalmente puedo hablar. Recibieron los pasaportes que tenían pendientes. Menos el mio. Me asegura que sale en la próxima
valija y que lo podré retirar del consulado el 9 de febrero.
¿Y
ahora que?
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