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domingo, 8 de febrero de 2015

Viernes 23.01.15 Despierto con la idea de buscar mecánico para revisar la bici, hace un ruido extraño desde ayer tarde, este yo subido en ella o la lleve en la mano. Y he de llamar al consulado.

Tras el desayuno y saliendo de la población veo un taller de bicis abierto. Extrañado, solo uno de cada 20 ó 30 locales, o puede ser que menos, permanece abierto aquí en esta época del año, pero contento me dirijo a el. Tras pocas comprobaciones viene el diagnóstico. La rueda trasera. Tengo una tienda como a 20 kilómetros de aquí pero me dice que me puede vender una usada. Lo tengo claro y negocio el precio de la misma.

El mecánico me pondrá, por cuenta de la casa, grasa en piñones cambio, revisa cables cables y ajusta. Me regala una luz para atrás mientras me cuenta que ese talles fue uno de los primeros negocios que se abrieron en el pueblo y que lo hizo su padre.

Mucho, mucho viento. Cuesta rodar y me va cargando la cabeza.

El primer teléfono público que encuentro tiene el depósito de las monedas lleno y no acepta ese modo de pago. El segundo, unos kilómetros más adelante, si traga las monedas y me permite escuchar, pero al otro lado no me escuchan a mi. Tercer intento, esta vez desde un bar. Pregunte si tenían teléfono público o si conocen uno cercano. No tienen público y no hay cerca, pero insiste en que use el del bar. Finalmente puedo hablar. Recibieron los pasaportes que tenían pendientes. Menos el mio. Me asegura que sale en la próxima valija y que lo podré retirar del consulado el 9 de febrero.

¿Y ahora que?

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