Sábado
28.06.14 La Marina (Elche) Plaza de l´Amistat. Me gustan las
palabras escritas, ordenadas formando frases, poder leerlas, de
siempre. A falta de letras que leer me conformo con leer las mías y
no, no es que relea lo que escribo, no me gusta hacerlo, solo
las leo mientras las dibujo sobre papel, por que me gusta leer y
escribir en papel, no logro habituarme a las letras electrónicas. La
biblioteca pública esta cerrada hoy, horario de verano.
Poética
botánica.
Las
adelfas, un narciso, con estas flores se pueden construir en nada que
te pongas unas mamarrachadas cargadas de lirismo hasta el empacho.
Vincapervinca es lo más, si no que le pregunten al maestro Tom Wolfe
que la usa para poner color a unos ojos. No hablo de la planta, el
arbusto, lo vegetal, hablo de las palabras.
Durante
mi período militar, paseaba por el recinto cuartelero en compañía de
mi gran amigo Paco, jardinero él en dicho cuartel. De nuestros
paseos quedaron en mi memoria diantthus chinensis, pyracantha,
cotoneaster, crassula o euphorbia, todos ellos de entre escasa a nula
poética. Años después, dediqué tiempos y algún recurso dinerario
al noble arte de torturar arbolillos y producir bonsais.
Arces palmatum, trilobuladas o pentafila, piceas, juníperos de
imposible forma, desfoliando sus frondas en la correspondiente época
estacional cuan agente naranja.
De
este modo, si ahora la fortuna me llevara a estar frente a unas
adelfas, tan poéticas ellas, no las distingo, no puedo mencionarlas
en en estos escritos míos y nos privamos todos de las
primorosas parrafadas que con su presencia podrían surgir.
Lo lamento.
Un
banco bajo una pérgola, cubierta de madreselva y con la compañía
de una ardilla, abro mi cuaderno sin pautar, de papel algo
amarillento, un Molenskine de tapas de cartón negras, me gustan más
las que son de color cartón. Trazo las letras con
una caligrafía fea, desigual, que mi postura al escribir
sujetando el cuaderno en una mano, al aire, mientras escribo con la
otra, no ayuda, suma a eso mis faltas ortográficas y el resultado es
que mis manuscritos sean espantosos, con un “Lápiz perfecto”
de Faber Castell, since 1761. Esto lo escribí el primer día
que junté a ambos:
“Un
pequeño grupo de objetos, a los que podríamos calificar
de fetiches, sobrepasan los límites de la utilidad y nos producen
con su uso una satisfacción que solo fuera de los márgenes que
como objeto para lo que fueron concebido nos debería de
proporcionar.
Estos,
terminan formando un reducido conjunto de iconos, que han de ser
conquistados a lo largo de nuestras vidas, dotándolos de
su autentico valor y aprendiendo a apreciar el gozo de su
presencia, su compañía y el apoyo que nos otorgan en nuestra
búsqueda del placer”
¿Has leído antes
algo mas absurdo y pagado de si mismo?, ¿es pedante?, sigue y veras.
Tenía
los términos confusos, no es lo mismo un “sin techo” que un
vagabundo. El primero es preferentemente urbano y sedentario, el otro
no, ya que si bien vagar es no hacer nada, también es ir
de un lado a otro. ¿En que ocupan su tiempo los sin techo?, ¿en
que lugares consumen sus jornadas?.
Como
vagabundo, el tiempo es el camino, se permuta. Y el camino puede ser
ser una búsqueda, descubrimiento, pero por encima de todo es
acción, las cosas no llegan a ti, tu vas a ellas.
Cierto
que ahora, en estos primeros días, mi dolorido trasero pasa más
tiempo en suelos y bancos que sobre el sillín, a resultas de las
quemaduras del primer día y a mi fatiga sólo he rodado temprano
antes de que me pueda dañar más. Un ajuste en la altura del sillín
me ha proporcionado un instantáneo alivio durante el
corto trayecto de hoy, si bien cargo menos los
isquiones he sentido adormecimiento, cosa que se
supone evita este sillín y que de hecho había cumplido hasta la
fecha a la perfección.
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