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viernes, 4 de julio de 2014

Sábado 28.06.14 La Marina (Elche) Plaza de l´Amistat. Me gustan las palabras escritas, ordenadas formando frases, poder leerlas, de siempre. A falta de letras que leer me conformo con leer las mías y no, no es que relea lo que escribo, no me gusta hacerlo, solo las leo mientras las dibujo sobre papel, por que me gusta leer y escribir en papel, no logro habituarme a las letras electrónicas. La biblioteca pública esta cerrada hoy, horario de verano.

Poética botánica.


Las adelfas, un narciso, con estas flores se pueden construir en nada que te pongas unas mamarrachadas cargadas de lirismo hasta el empacho. Vincapervinca es lo más, si no que le pregunten al maestro Tom Wolfe que la usa para poner color a unos ojos. No hablo de la planta, el arbusto, lo vegetal, hablo de las palabras.


Durante mi período militar, paseaba por el recinto cuartelero en compañía de mi gran amigo Paco, jardinero él en dicho cuartel. De nuestros paseos quedaron en mi memoria diantthus chinensis, pyracantha, cotoneaster, crassula o euphorbia, todos ellos de entre escasa a nula poética. Años después, dediqué tiempos y algún recurso dinerario al noble arte de torturar arbolillos y producir bonsais. Arces palmatum, trilobuladas o pentafila, piceas, juníperos de imposible forma, desfoliando sus frondas en la correspondiente época estacional cuan agente naranja.


De este modo, si ahora la fortuna me llevara a estar frente a unas adelfas, tan poéticas ellas, no las distingo, no puedo mencionarlas en en estos escritos míos y nos privamos todos de las primorosas parrafadas que con su presencia podrían surgir. Lo lamento.



Un banco bajo una pérgola, cubierta de madreselva y con la compañía de una ardilla, abro mi cuaderno sin pautar, de papel algo amarillento, un Molenskine de tapas de cartón negras, me gustan más las que son de color cartón. Trazo las letras con una caligrafía fea, desigual, que mi postura al escribir sujetando el cuaderno en una mano, al aire, mientras escribo con la otra, no ayuda, suma a eso mis faltas ortográficas y el resultado es que mis manuscritos sean espantosos, con un “Lápiz perfecto” de Faber Castell, since 1761. Esto lo escribí el primer día que junté a ambos:




Un pequeño grupo de objetos, a los que podríamos calificar de fetiches, sobrepasan los límites de la utilidad y nos producen con su uso una satisfacción que solo fuera de los márgenes que como objeto para lo que fueron concebido nos debería de proporcionar.




Estos, terminan formando un reducido conjunto de iconos, que han de ser conquistados a lo largo de nuestras vidas, dotándolos de su autentico valor y aprendiendo a apreciar el gozo de su presencia, su compañía y el apoyo que nos otorgan en nuestra búsqueda del placer”

¿Has leído antes algo mas absurdo y pagado de si mismo?, ¿es pedante?, sigue y veras.





Tenía los términos confusos, no es lo mismo un “sin techo” que un vagabundo. El primero es preferentemente urbano y sedentario, el otro no, ya que si bien vagar es no hacer nada, también es ir de un lado a otro. ¿En que ocupan su tiempo los sin techo?, ¿en que lugares consumen sus jornadas?.




Como vagabundo, el tiempo es el camino, se permuta. Y el camino puede ser ser una búsqueda, descubrimiento, pero por encima de todo es acción, las cosas no llegan a ti, tu vas a ellas.







Cierto que ahora, en estos primeros días, mi dolorido trasero pasa más tiempo en suelos y bancos que sobre el sillín, a resultas de las quemaduras del primer día y a mi fatiga sólo he rodado temprano antes de que me pueda dañar más. Un ajuste en la altura del sillín me ha proporcionado un instantáneo alivio durante el corto trayecto de hoy, si bien cargo menos los isquiones he sentido adormecimiento, cosa que se supone evita este sillín y que de hecho había cumplido hasta la fecha a la perfección.

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