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jueves, 4 de junio de 2015

Jueves y viernes 21 y 22.05.15 Belgrado. Me refugio en la ciudad. Comenzó a llover y tengo hostel, limpiocéntrico y con buen ambiente, tranquilo, por 5 € día. Espero a Marga entre descansos, paseos por la ciudad y visitas al supermercado de donde regreso cargado y me pongo inmediatamente a preparar y engullir comida.

La ciudad la encuentro cómoda y agradable. Mi costumbre de comenzar los días a horas muy tempranas no termina de ser compatible con las de dormir por las noches de la gente con quienes comparto dormitorio, por lo que duermo poco. Me tomo tiempo para ponerme al día de noticias y veo alguna serie, pocas, todo pura distracción. Mis huesos agradecen la cama, el techo y la ausencia de interminables sesiones de bicicleta. El poder caminar por las calles sin llevarla de la mano o entretenerme en las tiendas sin el temor de que la tengo aparcada fuera y expuesta es todo un placer del que disfruto. Y de las duchas.

Navego por la red y voy satisfaciendo mi curiosidad de información que siempre me despierta cada lugar por los que voy pasando.


Me siento cómodo en Belgrado y tenia mis reservas... me explico. El tiempo relativiza la violencia, la diluye, o al menos el recuerdo de la misma. Creo que pocos pueblos, o ninguno se encuentra exento de algún episodio, más o menos pasado, más o menos vergonzoso o censurable. Pero del mismo modo que nuestras células se van renovando y pasado el tiempo ninguna queda de las que fueron, igual sucede con la gente. De modo que conozco un pueblo, un colectivo humano que nada o poco tiene que ver, solo la historia, con el que se mancho en acontecimientos pretéritos. Eso no sucede, aún, aquí. Veo hombres, desde que pisé el país, que eran jóvenes o adultos hace 20 años.Inevitablemente me pregunto si combatieron, si participaron en operaciones de limpieza étnica, si desalojaron a sus vecinos, violaron a las niñas que compartían aula en la escuela con sus hijas, si asesinaron a un compañero de trabajo por pertenecer a un credo distinto y estar en el territorio equivocado. Con la impunidad de un uniforme y la responsabilidad enajenada al recibir ordenes.

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